21 abril, 2022
Millones de personas en Francia sienten una orfandad política ante las dos opciones de derecha de esta segunda vuelta electoral por la Presidencia. Una elección traumática para la izquierda que se repite por tercera vez en dos décadas
Texto: Iván Cadin / @ivankdin
Foto: Ludovic Marin / AFP
PARÍS, FRANCIA.- Este domingo 24 de abril se realizará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas que arrojará el nombre de quién ocupará por los próximos cinco años el Palacio del Elíseo, sede del poder ejecutivo francés: si Marine Le Pen, la candidata de Agrupación Nacional, o el actual presidente Emmanuel Macron, en búsqueda de su reelección por el partido República en Marcha. Es decir, una disputa presidencial entre dos fuerzas de derechas por tercera vez en 20 años, tercera vez si se considera como de izquierda la candidatura y presidencia de François Hollande (Partido Socialista), una referencia muy debatible.
Para Thibault Briançon, estudiante de maestría en estudios europeos e internacionales y votante en la primera ronda de Jean-Luc Mélenchon, candidato de la Unión Popular (opción que quedó a poco más de 400 mil votos de acceder a la segunda vuelta), esta nueva y última cita electoral presidencial lo tiene apesadumbrado:
“Esta nueva elección entre derechas (significa) que una parte de Francia sigue engañada con ideas y discursos extremos y de otra época. Una (Le Pen) expone el racismo abiertamente y el otro (Macron) quiere dejar al mercado nuestras vidas e instituciones.
“Es muy frustrante saber que una parte de la sociedad francesa no se da cuenta que los valores sociales que hicieron de Francia un modelo en el mundo ya se están acabando poco a poco con el transcurso de los mandatos. (…) Otra vez tener que escoger entre estas dos derechas me pone triste”.
A horas de este nuevo llamado a las urnas en Francia una pregunta se mantiene suspendida en el aire: ¿se reivindicará por tercera vez en 20 años el llamado “frente republicano”, ese cordón que lleva a las fuerzas políticas republicanas a unirse para detener el avance de la ultraderecha, o bien, pesará más ese nuevo slogan electoral que, por el contrario, quiere cortar ya con la actual administración: “Todo excepto Macron”?
Para Claire, empleada del Mercado de Rungis, ubicado a las afueras de París, e identificada también con la izquierda, ciertas ideas ante la segunda ronda le revuelven la cabeza:
“Me aterra pensar en una Francia con Le Pen, pero también a veces pienso ‘¿y si en vez de votar blanco o votar Macron voto por ella?’. Puedo votar otra vez Macron para que no llegue la ultraderecha como de hecho ya hice en 2017, ¿pero viste la presidencia de Macron? Contra mis convicciones de izquierda voté por él para que no llegara la ultraderecha y Macron ha tenido una presidencia muy de derechas. ¿Otra vez la misma historia? ¿Y otra vez la misma historia del ‘frente republicano’ en 2027? Mucha gente dice que Marine Le Pen es una suerte de ‘seguro de vida’ de Macron y pues parece que es así”.
Claire prefiere no dar su nombre porque entre su campo político un voto a la extrema derecha es muy criticable. Es la antípoda. “Quizá Le Pen sea más de discurso y que en el momento de querer ejecutar no pueda, ya sea por la Asamblea, por movilización ciudadana, no sé… Llego a pensar que debemos pasar por (una Presidencia de) ella para salir de este cuento de nunca acabar.”
—Pero la extrema derecha en el poder es muy inquietante. Podría ser detenida en sus intenciones, como dices, o muy al contrario, podrían ellos pasar por encima de todo: instituciones, leyes, asambleas o protestas de la gente.
—Evidentemente eso también lo pienso. Es muy muy frustrante todo, no tener opción.
Thibault ve este mismo desgaste en el frente republicano: “Muchos franceses ya están cansados de ver que la izquierda está a nada de llegar a la segunda vuelta. Además, como sabemos de lo que es capaz Macron en términos de política, ahora entiendo a las personas que no quieren ir a votar y que no quieren ver ni a Macron ni a Le Pen como presidente.”
Para Thibault, sin embargo, la estrategia de voto a favor de Le Pen para “acelerar las cosas” no entra en su lógica política:
“Creo que votaré nuevamente por Mélenchon para mostrar mi descontento del resultado de esta segunda vuelta. Sí, mi voto será nulo pero soy insumiso. Pero si el sábado veo que Marine Le Pen tiene una oportunidad de ganar esta elección según los últimos sondeos, entonces votaré Macron sin ninguna convicción”.
“¡Le Pen no tiene que llegar al poder! Si lo hace hará todo lo que quiera pues la constitución actual permite al presidente hacer casi lo que le guste sin recurrir a la Asamblea. No saldrá nada bueno de un mandato de la extrema derecha y no prefiero imaginar cómo estaría el país en cinco años. Me entristece darme cuenta cómo el ser humano olvida muy rápido la Historia. Hace menos de un siglo, Europa estaba dominada por los fascistas y ya estamos a punto de ver movimientos similares llegar al poder en países como Francia. ¡Es una aberración!”.
Donde coinciden Claire y Thibault es en su proyección de Macron si es reelegido.
“Si llega Macron a reelegirse con una mayoría de diputados, dice Thibault, seguirá el saqueo institucional que empezó durante su primer mandato. No será nada bueno para los ciudadanos. Volverá a abusar del poder que le otorga ser presidente de la República.”
“Va a retomar lo que dejó en suspenso por la covid, como es el tema de la edad de retiro y más y más golpes al sector público; la verdad no sé cómo reaccionaría la gente”, refiere Claire.
Thibault y Claire también comparten, como millones en Francia, una orfandad política ante las opciones de esta segunda vuelta. Una elección traumática para la izquierda que se repite, como ya comentamos, por tercera vez en dos décadas.
La primera ocasión y ante la sorpresa de Lionel Jospin, el candidato del Partido Socialista que se asumía como uno de los finalistas, Jean-Marie Le Pen, padre de la actual candidata y carta del Frente Nacional, pasó a la segunda ronda para finalmente ser derrotado 80% a 20% por Jacques Chirac, de la Unión por un Movimiento Popular. En ese entonces la barrera republicana surtió un efecto a todas luces notorio.
La segunda ocasión se dio quince años después, en 2017, ahora con Marine Le Pen a la cabeza de Agrupación Nacional, nuevo membrete que se le dio al Frente Nacional como parte de las tareas de “desdiabolización” de imagen (que no de discurso) que el partido decidió emprender. En esa ocasión Macron ganó finalmente la Presidencia con un 66.6% ante el 33,9% de los votos de Le Pen. Nuevamente entró a la primera línea el frente republicano pero el margen de diferencia se redujo considerablemente.
Para este 2022 y ante una tercera elección con las mismas características, todos los sondeos coinciden en que la intención de voto por Le Pen ha subido, a comparación de 2017, pero sin arrebatarle la Presidencia a Macron. El promedio es de un 56% para Macron y un 44% para Le Pen, aproximadamente. Ya veremos este domingo el resultado decisivo de los votantes.
Jean-Luc Mélenchon, el candidato de izquierdas que llegó tercer sitio (apenas un punto abajo que Le Pen) ha insistido todos estos días tras la primera vuelta que “no deben dar ni un solo voto a Marine Le Pen”. Su movimiento, la Unión Popular, realizó en días recientes una consulta a sus votantes para conocer su intención de voto para este domingo 24, respetando el principio de no dar ninguna consigna en ningún sentido a sus votantes, a excepción del llamado a no votar por Marine Le Pen.
Ubicada en el sitio de campaña de Mélenchon, la consulta, en la que participaron más de 200 mil personas, arrojó que un 37.6% se pronunció por votar nulo, seguidos por un 33.4% que refirió votar en favor de Macron y un 28.9% inclinados a la abstención.
A diferencia de la primera ronda, donde la gente vota por un proyecto en particular con el que se comparten afinidades, en esta segunda votación al haber sólo dos finalistas y no las doce opciones originales, la disputa se mueve sobre un escenario donde el sentido del voto no es ya tanto hacia una opción afín sino hacia aquella opción que dificultará el paso a la otra candidatura que no es del agrado.
Al actual presidente Emmanuel Macron le funcionó nuevamente la fórmula “ni de izquierda ni de derecha” o “de izquierda y de derecha”, permitiéndole mantener los votos de ese sector del progresismo que levanta banderas culturales y simbólicas sin ir más al fondo en la discusión social y económica, a la par que amarró también los votos de la derecha neoliberal que le ha aplaudido sus medidas económicas. A su vez, la ausencia de la excanciller Angela Merkel y el conflicto en Ucrania le dio la oportunidad de manejarse como el líder regional con más protagonismo.
Sin embargo, así como a muchos convenció, Macron provoca rechazo en sectores considerables. El slogan de “el presidente de los ricos” le pesa bastante. No es popular entre gran parte de la población y su quinquenio se ha visto lleno de protestas, ya sea la de los Chalecos Amarillos, la de los pensionados, el sector salud, el sector educativo, el sector rural agrícola…
Todo este descontento se dividió para los campos de las izquierdas y ultraderechas, como podemos ver en los dos contendientes que le siguieron en la intención de voto.
Marine Le Pen, segunda finalista, representa a esa Francia que su padre históricamente convocó, la de las ideas xenófobas y antiinmigrantes. Su ascenso en la intención de voto no puede entenderse tampoco sin la subida de las derechas en todo el continente europeo. Sin embargo, el hecho de que haya rebasado su porcentaje de voto duro fue también debido a la moderación de su discurso, que para muchos es sólo eso, una moderación de coyuntura electoral. Fue así que en esta campaña hizo guiños al feminismo, mostrándose como una “mujer de Estado” (su lema de campaña), a la par que optó por dejar en el cajón la propuesta de sacar a Francia de la Unión Europea (el llamado Frexit).
Ambos candidatos, a sabiendas que los votantes de sus respectivos espacios políticos votarán por ellos en esta segunda vuelta, han enfocado sus baterías buscando convencer a los votantes de las izquierdas. Macron ha insistido, por ejemplo, en nacionalizar ciertas empresas de energía en aras de la soberanía energética mientras Le Pen habla de apoyar iniciativas de referéndum de los Chalecos Amarillos, un control de precios en alimentos y una promesa de reducción de impuestos.
El miércoles pasado se dio el único debate presidencial (dado que Macron se negó a debatir en la primera ronda), donde el actual presidente insistió en relacionar a Le Pen con Putin y dibujarla como antieuropeísta, a la vez que Le Pen aprovechó los puntos de desgaste de la gestión de Macron.
Mélenchon sabe que, a pesar de la derrota electoral de la primera ronda, la Unión Popular es ahora el centro de gravedad de la izquierda francesa y la tercera fuerza del país. Desde los tiempos del expresidente François Mitterrand una izquierda más anclada a la izquierda no tenía tanta fuerza electoral en Francia.
Es debido a esto que la jugada no ha terminado para ellos con la elección presidencial de este domingo. Y hablan de “una especie de tercera vuelta”, convocando desde ya a crear un frente legislativo de izquierdas con todas las fuerzas de este espectro, a excepción del Partido Socialista que no fue requerido. Las elecciones legislativas están convocadas para el próximo mes de junio.
La Unión Popular busca crear un amplio bloque legislativo en la Asamblea pero no sólo para las futuras deliberaciones que tendrá este órgano sino para obligar a la próxima cabeza del ejecutivo a un gobierno de “cohabitación”, el cual estaría representado por Jean-Luc Mélenchon como primer ministro.
“Pido a los franceses elegirme primer ministro”, dijo Mélenchon en una entrevista televisada en la víspera del debate entre Macron y Le Pen, donde señaló que votando por una amplia mayoría de legisladores de izquierda en la Asamblea Nacional en junio próximo, se obligaría “moral y políticamente” al próximo presidente o presidenta a aceptar al primer ministro surgido de estas filas. De acuerdo con el Artículo 8 de la Constitución francesa, el presidente puede nombrar a su primer ministro cuando tiene una mayoría presidencial en la Asamblea, que es el caso actualmente. Pero cuando la mayoría de esa Asamblea es detentada por otra corriente política, el presidente debe co-gobernar con un primer ministro surgido de esa mayoría.
Mélenchon ha dicho que no busca que el próximo presidente lo nombre en este cargo sino que sea la propia gente que lo ponga ahí mediante la conformación de una mayoría de diputados de izquierda a elegirse en mes y medio aproximadamente.
A Mélenchon lo han llamado “la tortuga electoral” porque comenzó lento y en la carrera se comió a varias liebres. Pasó, en cosa de meses, de tener 10% de intención de voto a tener más del doble. En esos primeros días de campaña dijo que por un “huequito de ratón” podían meterse para crecer en la intención de voto. Estuvieron a 400 mil votos de tirar la puerta de la segunda vuelta.
Este nuevo reto, por tanto, no debe pasar desapercibido.
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