Las mujeres trans quisiéramos ser invisibles en los sanitarios, pasar desapercibidas, ser una mujer más. Como cualquier otra que entra al baño
Me parece importante y urgente hablar acerca de un problema que constantemente acecha a las personas trans y no binarias: el uso de baños públicos, ¿a qué baño se entra?
Tal vez este texto sea demasiado íntimo, pero siento un compromiso por ahondar también en mi experiencia para hacer conciencia en los demás.
No hay un solo modelo, una sola apariencia, una sola forma de ser mujer; de ser hombre; de ser persona.
El género es una construcción psicosocial. Y habrá quien diga: “el sexo no”. En efecto, el sexo no, pero las coincidencias de la genitalidad con el género no son fortuitas, fueron construidas por el ser humano.
El género no es codependiente del sexo. Lo común no es principio universal.
Tal es el caso de Cinemex. El pasado viernes se dio a conocer en redes el caso de una mujer trans que fue discriminada en las instalaciones de dicha empresa: “Acabamos de pasar por un ataque de transfobia en Cinemex de [Reforma] 222. Nos corrieron del baño de mujeres. Una empleada entró y nos llamó ‘caballeros’ y nos pidió que nos saliéramos del baño porque había personas con sus hijos”.
La gravedad del asunto no paró aquí, pues la empresa emitió un comunicado oficial el sábado por la mañana:
En dicho comunicado se menciona: “tenemos la obligación de cuidar la integridad y el ambiente familiar”, pero no se está cuidando la integridad de todas las familias, sólo de algunas, pues se está excluyendo a las familias con integrantes trans. No sólo eso, sino que con estas palabras se está adjetivando a las mujeres trans como amenaza, como peligro que corroe el ambiente familiar. Es decir, mediante un radicalismo biologicista y binario, se perpetúa el imago de las mujeres trans como invasoras —además, con dejo de perversión— de un espacio público para mujeres.
Como si fuera poco, se menciona en dicho comunicado: “ofrecemos una disculpa a toda la comunidad que se sintió ofendida por el malentendido”. Esa frase está muy alejada de la aceptación de su error, que se esperaría después de que Cinemex discriminara públicamente a sus usuarias. No se trata de un malentendido, al contrario, quedó bastante bien entendida su postura transfóbica, y está por demás mencionar la palabra “ofendida”. Cualquier persona discriminada es ofendida, al igual que sus semejantes.
Este caso llama la atención por la naturaleza de los hechos, pero también porque ocurrió en la capital. Si esto sucedió en la capital, y en una de las zonas más concurridas de la Ciudad de México, ¿qué podemos esperar del resto de la República?
No es la primera vez que esto ocurre. Ya con anterioridad se han suscitado eventos de la misma naturaleza y no sólo en baños, también en el transporte público rosa, y especifico a las mujeres trans porque estos casos suelen ser los más repetidos y bastante más aparatosos que los de hombres trans entrando al sanitario de hombres, pero también lo menciono porque no es un caso aislado y también los hombres trans tienen dificultades para ingresar al baño de hombres. Sin embargo, centro la atención en las mujeres trans, porque pululan las ideas erróneas, conservadoras y discriminatorias en torno a las mujeres trans en el baño de mujeres.
Esto tiene una causalidad: el machismo. A las mujeres trans —que son mujeres— se les sigue considerando hombres y, además, hombres exhibicionistas, pervertidos y acosadores, que se “disfrazan” de mujeres para abusar de las niñas en los baños.
Lamentablemente, los acosadores, violadores y exhibicionistas, no necesitan de esos artilugios para cometer sus abusos. Y digo lamentablemente, porque ocurre a plena luz del día. México es un país con más de diez asesinatos a mujeres al día, y los feminicidas no requieren vestirse de mujer y entrar al baño de mujeres para cometer sus crímenes. Lo mismo con los violadores.
Tampoco pretendo ocultar que hay quienes sí lo han llegado a hacer. Son casos aislados, pero ha ocurrido: hombres cis vestidos de mujer entran al baño de mujeres para grabar videos. No obstante, me parece un acto muy insensato e ignorante generalizar:
1: que las mujeres trans son hombres cis.
2: que toda mujer trans actuará de la misma manera arriba ejemplificada, como hombre cis, y además, extremadamente peligroso.
De hecho, la diputada panista América Rangel compartió una supuesta declaración de Cinemex —“publicada” antes de la declaración arriba mostrada—, misma de la que se comprobó su falsedad, puesto que el tuit contenía un mayor número de caracteres que los permitidos por la red social Twitter. En dicha declaración se menciona, con mala redacción, “nos comentan que el motivo por el que te pidieron salir de los sanitarios y te llamaron caballero, fue por que [sic] estabas mostrando los genitales a las mujeres presentes, mientras cambiaban el pañal a una bebé”. Una falsedad rotunda que solamente alimenta la transfobia.
Aclaro, Cinemex nunca compartió dicho comunicado compartido por la panista América Rangel, quien tras emitirse el comunicado en la cuenta de Cinemex el día sábado, comentó en redes: “Está muy ambiguo el nuevo comunicado de @Cinemex. Es importante que dejen claro si van a permitir que adultos con pene entren al baño de mujeres. Así los padres de familia y las mujeres podemos decidir si vamos o no sus cines.”
Vuelvo a lo mismo: un intento constante por hacer ver a las mujeres trans no sólo como hombres sino también amenazantes y peligrosos al mismo tiempo. El PAN nunca ha dejado de mostrar su cualidad ultraconservadora, de ultraderecha, neofascista. Estos discursos de odio lo prueban.
En el ámbito jurídico no se menciona a qué baño debería ingresar una mujer trans, lo que sí se menciona es el delito por discriminación, la cual incluye razón de género (identidad y expresión de género) en espacios públicos, ni siquiera me voy a meter en la orientación sexual, porque aquí interviene únicamente la identidad y expresión de género, no la orientación sexual.
Por lo tanto, es legal y legítimo ingresar al baño que corresponde con la identidad de género.
En el caso de las personas trans y no binarias, la situación puede no ser categórica. Hay un proceso de transición en la expresión de género. Hay mujeres trans y personas no binarias con apariencia más masculina que femenina, lo cual puede hacerlas sentir más seguras estar en determinado baño. Se debe entender que la deconstrucción por la que atraviesa una persona disidente de la cisheteronorma no es la misma que la que atraviesa una persona cis. Una persona cis jamás se cuestionaría a qué baño entrar, y eso mismo es aplicable para todas sus esferas psicosociales. Para una persona trans es distinto. Si se ve a una mujer trans en el baño de hombres, es por múltiples razones, entre ellas, el temor a la discriminación, no porque se identifique como hombre.
No toda mujer trans atraviesa un proceso hormonal o quirúrgico, lo cual puede llegar a coincidir en menor medida con una apariencia convencionalmente femenina, más no por eso no se es mujer —u hombre, en el caso de los hombres trans.
Hay un momento de la transición y/o expresiones de género no binarias, de las que poco o nada se habla, en el que la persona trans o no binaria, pareciera estar en el limbo de los géneros, precisamente con una imagen más apegada a la androginia, a la apariencia no binarista, inencasillable. Y me parece que ahí se encuentra la población más vulnerada: mujeres trans con una apariencia más apegada a la corporalidad masculina, a pesar de llevar tacones, falda, etcétera. Más no por poseer cierta corporalidad, ha de encasillárseles dentro del género al que no pertenecen. Creo que ahí está el meollo del asunto.
Cuando no se tiene la certeza de si es un hombre o una mujer a quien se tiene enfrente, lo mejor siempre será preguntar por sus pronombres, “¿cuáles son tus pronombres?”. Lejos de ofender, se agradece.
En mi caso, hasta el día de hoy, no estoy en ningún tratamiento hormonal, no tengo ninguna cirugía de reasignación de género. Probablemente mañana sea distinto, pero, actualmente, si alguien me ve en la calle sin conocerme —y aun conociéndome—, me llama “joven”, “caballero”, a pesar de que tenga las uñas pintadas más largas y cuidadas del mundo, a pesar de que mis pronombres sean femeninos, a pesar de que esté parada sobre un par de plataformas gigantescas, y mis ojos coronados por sombras iridiscentes.
Tal vez ha sido mi error por no aclarar a todo el mundo que mis pronombres son femeninos, pero también es desgastante y muy incómodo hacerlo con personas que me conocieron como hombre. ¿Qué necesidad tengo yo de dar explicaciones? Nadie tendría por qué dar explicaciones de algo tan íntimo, pero a la vez tan público. Es mi cuerpo, mi vehículo en el que transito por el mundo, por lo tanto, se vuelve una necesidad hacerlo público, pero no deja de ser incómodo ni desgastante aclarar a todo momento mis pronombres.
Es una lucha constante que probablemente una persona cis no alcance a comprender, pero eso no la exime de ser empática; esa falta de empatía es por elección, no por incomprensión. Es por ignorancia.
Cada vez que entro al baño de mujeres, hay una sensación de ansiedad abrumadora. Aplastante.
Un amigo cercano me dijo hace no mucho tiempo: “sería bueno que las personas trans tuvieran su propio baño”. Yo le respondí que no, que lo bueno sería que las personas cis se alejaran de su cis-centrismo, que dejaran de pensar que lo cis es lo válido, lo correcto, el deber ser. Él me respondió con los casos de hombres que se disfrazan de mujer para entrar a los baños de mujeres…
Las mujeres trans quisiéramos ser invisibles en los sanitarios, pasar desapercibidas, ser una mujer más, como cualquier otra mujer que va al baño a hacer sus necesidades. He escuchado casos de mujeres trans que optan por no ir al baño cuando están en lugares públicos, yo misma lo he padecido y es horrible. Esa retención puede causar problemas fisiológicos a largo plazo.
Ahí me di cuenta de que no tenía sentido seguir discutiendo lo indiscutible con mi amigo. Ni las personas trans —ni las personas no binarias— necesitamos de la aprobación o validación de las personas cis. Sabemos quiénes somos, cómo nos identificamos. Ojo, las mujeres trans no nos sentimos mujeres, somos mujeres, de la misma manera en que la mujer cis es mujer, el hombre trans es hombre y el hombre cis también.
Me parece que quien siga pensando que las mujeres trans entramos al baño a abusar de las niñas o a manchar el puritanismo de la familia, tiene una visión tan corta del mundo que sólo le permite ver de la ventana hasta la cruz de su parroquia.
Los derechos humanos no están a discusión ni de la religión ni del patriarcado. Aplaudo a las personas trans y no binarias que día a día entran al baño que les dicta su género, porque para mostrar esa resistencia públicamente se necesita valor, no sólo para salir de casa, sino también para entrar a los sanitarios públicos; aplaudo a las mujeres trans que levantaron su voz para hacer pública la discriminación de Cinemex. Eso fue una violación a los derechos humanos, eso fue discriminación.
Por último, invito a la población cis a no señalar ni repetir este tipo de violencias que tanto daño nos hacen. Las personas cis que permanecen impasibles ante esta constante discriminación continúan perpetuando este discurso. Alentemos a erradicar la discriminación de género en los sanitarios. A los locatarios, restauranteros, empresarios y dueños de negocios, exhorto a la capacitación responsable en materia de diversidad e inclusión, con personas capacitadas, con experiencia en el tema y transincluyentes. Y más sencillo, se puede comenzar por tener un solo baño, un baño sin género —como ya muchos establecimientos y empresas lo tienen, como ejemplo, uno de los pisos de Microsoft México—; o bien, si continúa el baño binario —hombre y mujer—, agregar un señalamiento en el que se especifique en cada uno que mujeres y hombres trans, respectivamente, son incluidos en dichos baños, tal es el caso del INE en la Ciudad de México.
Abracemos a la población trans, no la laceremos más.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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