3 abril, 2022
Las jugadoras mexicanas de futbol, que hasta 2020 no podían ganar más de 15 mil pesos mensuales, enfrentan condiciones económicas muy distintas a las de sus compañeros hombres. Su lucha para lograr mejores condiciones laborales, advierten especialistas, no podrá ser de manera aislada, «hay que organizarse»
Texto: Silvia Isabel Gámez*
Foto: Twitter Federación Mexicana de Futbol
CIUDAD DE MÉXICO.- Para el segundo Campeonato Mundial de Futbol Femenil, en 1971, las porterías del Estadio Azteca se pintaron de rosa y blanco. En la inauguración, el 15 de agosto, más de 80 mil personas presenciaron cómo las mexicanas se imponían a las argentinas por tres goles a uno. El juego de las mujeres había dejado las canchas pedregosas, sin gradas ni vestuarios, para tomar el mayor recinto futbolístico del país.
En ese año, los “partidos profesionales masculinos” rara vez reunían 20 mil asistentes en un estadio, consignan Brenda J. Elsey y Joshua H. Nadel en Futbolera (Ediciones UC, 2021).
Las jugadoras de la selección habían logrado un año antes en Italia el tercer lugar ante Inglaterra en la primera edición del campeonato, organizado por la Federación Internacional Europea de Futbol Femenil. Desde entonces, su presencia en la prensa era constante. Días antes de disputar la final ante Dinamarca, las mexicanas exigieron un pago por su trabajo; si no recibían del presidente del comité organizador, Jaime de Haro, dos millones de pesos, no acudirían al partido. Se calculaba que, por la venta de boletaje, concesiones de televisión y souvenirs, se habían obtenido no menos de nueve millones de pesos, escribe Maritza Carreño en su tesis Futbol femenil en México 1969-1971.
La excusa para no pagarles era su condición de amateurs. En lugar de dinero, les ofrecían regalos de hasta cinco mil pesos. Dos días antes del juego, tras una llamada del regente del Departamento del Distrito Federal, Octavio Sentíes, las jugadoras desistieron de su petición por el bien del “nombre de México”. El equipo nacional perdió con un marcador 3-0 ante 90 mil personas y el Ángel de Oro fue para las danesas.
En esta lucha pionera, el historiador del deporte Giovanni Pérez Uriarte advierte un vínculo con las demandas actuales de las futbolistas por tener salarios justos. “Fueron las primeras en emprender una batalla a favor de la profesionalización”, subraya. “Piden que les paguen, y eso era de avanzada. Implicaba reconocerlas como trabajadoras y que se les tratara en igualdad de condiciones respecto a los varones”.
La lucha pasó factura al futbol femenil. A partir de 1972, desapareció progresivamente de la prensa. Pero no dejó de jugarse. Aunque a las mujeres les resultaba difícil encontrar estadios, hubo muchas ligas, pero al igual que sucedió con los campeonatos mundiales, no tuvieron reconocimiento oficial.
La Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), que aún no incluía al futbol femenil en sus reglamentos, prohibió en 1971 a la Federación Mexicana de Futbol (FMF) organizar torneos con jugadoras. “La FMF”, se asegura en Futbolera, “amenazó con multar a los clubes con 25 mil pesos si permitían que los equipos femeninos practicaran o jugaran en sus canchas”. Tuvieron que pasar veinte años para que se celebrara, en China, la primera Copa Mundial de Futbol Femenino de la FIFA, que ganó Estados Unidos.
“Es una historia de opresión”, reconoce Pérez Uriarte, “pero también de mucha resistencia, y de transgresión. En 1971 se sentaron las bases de una lucha que las futbolistas mantienen hasta el día de hoy”.
En México, los sueldos de las futbolistas son un secreto bien guardado. Un tuit del periodista Vladimir García coronó a Katty Martínez, del América, como la jugadora mejor pagada de la liga femenil, con 130 mil pesos (6 mil 500 dólares) mensuales.
El jugador más valioso de la Liga MX es Florian Thauvin, extremo derecho de Tigres, que según el portal Fichajes.com cobra un salario de 468 mil dólares mensuales.
La disparidad se replica a nivel internacional con el y la ganadora del Balón de Oro en 2021. Alexia Putellas, capitana del F. C. Barcelona, cobra 166 mil dólares al año, mientras que Leonel Messi recibe 45.5 millones de dólares anuales del Paris Saint Germain.
Según la encuesta Global Sports Salaries 2017, en la temporada 2017-2018 las jugadoras de la Liga MX Femenil ganaban en promedio 3 mil 500 pesos al mes, mientras que los sueldos más bajos de los futbolistas eran de 25 mil pesos mensuales.
La Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) destapó un tope salarial que se mantuvo desde noviembre de 2016, un mes antes de la creación de la Liga MX Femenil, hasta mayo de 2019. La medida se acordó para que los clubes tuvieran “menor presión competitiva para contratar jugadoras, ya que sus competidores no les ofrecerían un sueldo superior”, se lee en la versión estenográfica de la sesión. La cantidad máxima que podían ganar las futbolistas eran 2 mil pesos mensuales; el año siguiente se incrementó a 15 mil pesos al mes.
En septiembre de 2021, la Cofece resolvió multar con 177.6 millones de pesos a 17 clubes y a la FMF por esta práctica y por imponer el llamado “pacto de caballeros”, que impedía a un jugador negociar libremente su contrato.
La directora de la Liga MX Femenil, Mariana Gutiérrez Bernárdez, aseguró en una entrevista con As, sin dar cifras, que por su ingreso las futbolistas se ubicaban en el 6 por ciento de la población, según datos del Inegi de 2021. Esto equivaldría a un mínimo de 15 mil pesos mensuales. Hace un año, todavía afirmaba que uno de sus objetivos era que los clubes dotaran de sueldos “profesionales reales” a las jugadoras.
La Asociación Mexicana de Futbolistas (AMFpro) dio a conocer en febrero de 2021 su iniciativa de proponer a la FMF la creación de un salario base para las y los futbolistas. Más de un año después, no se han reportado avances.
Nicole Paredes, directora de Player Doce, agencia que representa a doce jugadoras de la liga, advierte que el hecho de carecer de buenas condiciones laborales hace que el rendimiento de las futbolistas baje o no sea el adecuado.
“Ya no es una liga prototipo ni un proyecto”, señala. “Así como las jugadoras, con su esfuerzo, han ido mejorando su nivel, haciéndola más competitiva y atractiva para patrocinadores y espectadores, esto debería acompañarse del crecimiento en los salarios, pues eso las encaminará a la verdadera profesionalización. Por más que amen lo que hacen, nadie trabaja gratis ni come del amor al futbol”.
Este tipo de prácticas discriminatorias incurren en una violencia de tipo económico, precisa la abogada Zitlally Flores Fernández, especialista en derecho deportivo. “A menudo (estas brechas salariales) ni siquiera se perciben como una problemática que vulnera los derechos de las mujeres”.
Entre los recursos legales que existen para combatir la discriminación salarial menciona la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y tratados como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
La abogada feminista Paulina Madero Suárez, cofundadora de Transforma MyM, agrega la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, y la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres.
“Faltaría también”, indica Flores Fernández, “que la Ley General de Cultura Física y Deporte incorpore una perspectiva de género, que no tiene, para que pueda ser un marco regulador y de protección para las deportistas”.
En su informe de 2020, Raising Our Game, la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPro) urge a establecer “estándares básicos” en las condiciones laborales de las futbolistas que les garanticen “trabajos dignos, estables y seguros”, pide una mayor inversión en el futbol femenil y llama a encontrar “modos creativos” de comercializarlo.
“Como punto de partida”, se señala, “es crucial que se reconozca el estatus profesional de las jugadoras. En otras palabras, la tarea que realizan debe ser reconocida en primer lugar como un trabajo”.
El informe menciona avances logrados en las ligas varonil y femenil de Australia, y en el club Ajax de Ámsterdam, que acordaron establecer un salario mínimo para los y las jugadoras.
En Chile, la creación de un sindicato permitió que se acelerara la batalla por la profesionalización de las futbolistas. La Asociacion Nacional de Jugadoras de Futbol Femenino celebró en marzo la aprobación en la Cámara de Diputadas y Diputados de una ley que obliga a los clubes a contratar, en un plazo de tres años, a las futbolistas que integran sus plantillas.
Las selecciones nacionales femeniles han logrado también avances en sus demandas de igualdad salarial; las jugadoras de países como Inglaterra, Brasil, Irlanda, Noruega, Finlandia y Estados Unidos, ya cobran lo mismo que sus compañeros varones.
Ante estos ejemplos, Flores Fernández, profesora-investigadora en la Universidad Juárez del Estado de Durango, considera que la creación de un sindicato podría contribuir a mejorar las condiciones laborales de las futbolistas mexicanas. “De manera aislada no se van a lograr avances, hay que organizarse”.
El Estado tampoco debe ser omiso, señala, en su obligación constitucional de proteger los derechos humanos, en este caso, de las futbolistas. Y plantea la posibilidad de interponer un “litigio estratégico” con el propósito de lograr la igualdad salarial, recurrir a los tribunales laborales y, si se agotan las instancias, llevar la petición a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Madero Suárez afirma que no basta con que la FMF plantee en sus estatutos el objetivo de “fomentar el desarrollo del futbol femenino y procurar la participación de las mujeres en todos los niveles de gobernanza del futbol”. Si no establece acciones específicas, evaluables, que permitan monitorear la implementación de esta política, dice, “es letra muerta”.
Para que la Liga MX Femenil sea “autosustentable”, como ha planteado Gutiérrez Bernárdez, tiene que existir un respaldo institucional, agrega. “Se necesitan medidas afirmativas. Si no se destina un presupuesto al futbol femenil y se establecen medidas para equilibrar el desbalance entre ambas ligas, realmente no hay un compromiso. La igualdad tiene un costo y requiere procesos”.
El valor de la Liga MX, según su presidente Mikel Arriola, es de 2 mil 400 millones de dólares. Es la décima en el mundo por su tamaño, y la sexta por el número de asistentes en los estadios.
Aunque las jugadoras cuentan con 1.5 millones de personas que las siguen en las redes sociales, la igualdad salarial es un tema “a desarrollar por meses y años”, según el presidente de la FMF, Yon de Luisa. En 2020 advirtió que si ordenaran a los clubes subir los sueldos de “las chicas”, el resultado sería la desaparición de los equipos.
Las palabras de Gutiérrez Bernárdez durante su participación la semana pasada en la International Sports Convention en Londres no resultaron alentadoras: “Visibilidad es la palabra clave para el futbol femenil. Necesitamos verlo para creer que podrás ser profesional. (…) Ya construimos la liga, ahora hay que construir el sueño”.
Un informe de la FIFA de 2021, Setting the Pace, con información recabada en 2019 entre 30 ligas y 282 clubes, registra que el ingreso promedio por club en la Liga MX Femenil es de 259 mil dólares, y que el 80 por ciento informa de pérdidas financieras.
Japón es el país que reporta mayores ingresos promedio por club, con 1.65 millones de dólares, mientras que los más bajos de la tabla son Argentina, con 32 mil dólares, y Tailandia, con 24 mil dólares.
La FIFA señala como un área de oportunidad los ingresos por patrocinio, que considera “desaprovechados”, pues el 69 por ciento de los contratos en los clubes femeniles se negocian en paquete con el equipo varonil.
En México, el futbol femenil recibe 2.6 millones de pesos anuales del banco BBVA, que desde 2013 da nombre a la Liga MX con una aportación de 10 millones de dólares (200 millones de pesos) al año. Ambas ligas comparten los patrocinios de Voit, Caliente y Tecate.
“El vínculo que las jugadoras han creado con su afición es algo que los clubes deben apoyar y fomentar para que se mantenga y la audiencia crezca cada vez más”, señala Paredes. “Se debe facilitar a la afición ver los partidos y también poder comprar merchandising de sus jugadoras favoritas”.
La salud económica de la Liga MX no parece ser un obstáculo para mejorar las condiciones laborales de las jugadoras, pues según Arriola, el año pasado se obtuvieron utilidades por primera vez desde 2016, mejorando sus propias expectativas.
En 1920, el popular equipo británico de las Dick, Kerr’s Ladies convocó a 53 mil personas en el estadio de Goodison Park, en Liverpool. El futbol femenil generaba más recursos que el varonil, que eran donados a soldados y marinos heridos en la Primera Guerra Mundial, escribe la periodista Anuka Fernández Fuks. La Football Association, que regula el deporte en Inglaterra, decidió prohibirlo bajo el argumento de que su práctica “era inadecuada para las mujeres”.
La prohibición terminó en 1971, el año del Campeonato Mundial de Futbol Femenil en México, “un hito en la historia del deporte femenino latinoamericano”, escriben Elsey y Nadel en Futbolera: “El evento, tanto en términos de popularidad como de éxito deportivo, refuta las afirmaciones paternalistas de que el deporte femenino es un acontecimiento reciente. Así también socava la sugerencia de que el deporte femenino es impopular y no comercializable”.
Pero el tema del dinero no parece haber cambiado mucho desde que en 1971 el cronista Fernando Marcos se preguntó cuántas ganancias se destinaron a las jugadoras mexicanas que fueron “la piedra de toque para ese éxito económico, espectacular y deportivo”. Su respuesta fue: “el aplauso”.
*Este reportaje forma parte del proyecto “Las mujeres futbolistas y sus derechos humanos laborales. Una mirada rumbo al Mundial 2026”, de la Red de Mujeres Sindicalistas.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona