A cinco años del asesinato de Miroslava Breach, la periodista Patricia Mayorga, quien coordina el área de Libertad de Expresión de la Red de Periodistas de a Pie, hace un recuento de la violencia contra periodistas, sus causas, y los avances en los últimos 15 años
Texto: Isabel Velázquez
Foto: Nachi Ruiz /Cuartoscuro.com
CIUDAD DE MÉXICO.- El pasado 23 de marzo se cumplieron 5 años del asesinato de la periodista chihuahuense Miroslava Breach Velducea, quien sostenía que “el silencio es complicidad”. Su trabajo de investigación se enfocó en la búsqueda de la justicia y la denuncia de los abusos.
Patricia Mayorga, quien compartía coberturas con Miroslava, tuvo que vivir exiliada durante tres años después del asesinato. Ahora coordina el área de Libertad de Expresión de la Red de Periodistas a Pie. En entrevista con Pie de Página, afirma que no podemos vencernos, pero sí buscar estrategias integrales que abonen a un mejor quehacer ejercicio profesional.
—¿Quiénes ganan o qué se gana con el asesinato de un periodista?
Es el gran tema y la gran pregunta. La respuesta es muy compleja. Yo creo que la respuesta está en quien omite investigar los crímenes, quién omite ir hasta el fondo de los casos y llegar hasta los autores intelectuales. Hay una figura que tiene poco en el país que se llama análisis de contexto. Gracias a esa figura, el año pasado en Chihuahua se sentenció a una persona por el asesinato de un defensor de territorio, Julián Carrillo Martínez, y de su hijo Víctor. Coadyuvó una ONG, y la fiscalía también trabajó con un asesor de Colombia en análisis de contexto.
Se implementó esta figura y el tribunal sentenció a las personas señaladas; pero también ordenó al Estado Mexicano a investigar sobre los autores intelectuales que generaron el desplazamiento de toda una comunidad indígena. Claro, no lo han hecho, pero está en la sentencia. Entonces, yo creo que eso también se debe hacer en el caso de los periodistas para saber quién es el verdadero responsable. ¿Y quiénes son los responsables de investigar? Las autoridades, pero no lo hacen. Entonces, desde ahí vemos que no les conviene a las autoridades por los probables intereses que pueden tener con empresarios, o con grupos de poder de los territorios, sobre todo el extractivismo, que es una de las coberturas que nos pone en riesgo a los periodistas de los estados.
Es muy compleja la respuesta. Te podría decir que a muchos les conviene silenciar voces: a un poder político, narco político, dependiendo de la región.
—Muchos dueños y directivos de empresas periodísticas han tenido relaciones personales y económicas con políticos y gobernantes. ¿Es parte de las causas por las que rara vez se pronuncian en defensa de sus reporteros cuando sufren ataques o amenazas?
Es uno de los grandes problemas que tenemos en el país y se refleja mucho en Ciudad de México; pero también en los estados. Y es lo que pone aún más en riesgo al gremio, a las o los periodistas, porque los empresarios tienen un interés generalmente económico o de poder político u otros intereses, y dejan al último el periodístico.
Muchas veces usan al periodismo como una herramienta para sus fines económicos o políticos o cualquier poder que quieran mantener, y esto va a la par con la precariedad del gremio. Hay medios que pagan bien en los estados, pero son pocos, y ya no hablemos de darles herramientas de seguridad, seguros de vida o de protocolos; eso es muy extraño de encontrar en algún medio y sobre todo en los estados. Obviamente eso te pone más en riesgo, porque son mal pagados. Muchos, a raíz de que entraron los medios digitales, no pagan ni el seguro social. Yo creo que sí es una de las causas más grandes que te ponen en riesgo.
—Las condiciones precarias que tienen la mayoría de los periodistas nacen en sus mismas empresas (malos salarios, ausencia de contrato y prestaciones). ¿Eso nos vulnera más?
Primero habría que hablar de esta corresponsabilidad de ellos, porque cuando asesinan a un periodista o a una periodista, sobre todo en los desplazamientos forzados, no hay una corresponsabilidad. El periodista que está amenazado es quien debe dejar todo, huir y además quedarse sin su trabajo.
Recuerdo acá en Chihuahua y en otros estados en donde desde 2008 inició la violencia, hace casi 15 años, que los medios dijeron que nos iban a capacitar; pero nunca pasó. Entonces, primero deberían hacerlo y luego anunciarlo, porque quienes nos hemos hecho cargo de nuestra seguridad somos nosotros, el mismo gremio, que hemos aprendido a cuidarnos, que hemos aprendido de protocolos, de análisis de riesgo, de análisis de contexto, pero ha sido hermanándonos en el gremio y gracias a eso han surgido tantas redes y tantos medios independientes que son necesarios.
—En estas condiciones adversas para ejercer el periodismo, ¿qué tan importante es la capacitación del periodista?
Fundamental. Esa no te la dan en la escuela. Egresamos con mucho déficit, tanto de la realidad como del autocuidado, y es fundamental para poder hacer un periodismo más estratégico. ¿Qué efectos va a tener cada cobertura y el actuar como sujetos políticos en este contexto de violencia que vivimos en el país? Hay que conocer el impacto que puede generar nuestro trabajo y prepararse también para las reacciones. Hay que seguir cubriendo, pero cuidándonos, y estar atentos a los efectos que también se generan en nosotros. Teniendo esa fortaleza mental y emocional es más fácil tener una estrategia de cobertura porque también pasa que cubrimos todo y parece que no cubrimos nada, pasan 10 años y seguimos cubriendo (lo mismo) y parece como si no hubiera pasado el tiempo por no tener una estrategia en determinados temas.
—¿En qué momento consideras que la agresión contra los periodistas incrementó? Si pudieras ubicar en tiempo y circunstancia.
Me refiero a 2008, porque es cuando se militariza Juárez. Pero la violencia ya venía desde antes. Cuando se estaba implementando el nuevo sistema de justicia, el penal acusatorio, Chihuahua fue pionero. En 2006 se empezaron a capacitar a varios periodistas y ya se sentía un ambiente distinto, estaba a la mitad el gobierno de José Reyes Baeza. Luego llegó Felipe Calderón a la presidencia y anunció mucho su discurso contra el narco y nosotros perdimos a Enrique Perea, primer compañero cercano asesinado en agosto del 2006. Vivimos su descalificación como persona porque lo ligaban con diferentes cosas, pero nunca hubo una investigación. Fue al primero que perdimos, así fuerte, y de ahí ha habido como un control más notorio en los medios, siempre lo ha habido, pero a partir de ahí siento que incrementó.
En 2008 asesinan a “Choco”, Armando Rodríguez, periodista que cubría la fuente policiaca. Eso impactó de manera brutal al gremio, sobre todo en Juárez. De ahí, no ha cesado. En 2010 llega como gobernador César Duarte y se viene una situación muy fuerte con el control de la publicidad oficial. Estoy hablando del norte. Más o menos por esas fechas fue lo mismo en Sinaloa, Tamaulipas. Pero Tamaulipas fue callada, por lo menos acá se sabía lo que estaba pasando. Coahuila también, callado, y a partir de ahí creo que se fue recorriendo la violencia hacia la parte sur del país: Zacatecas, Veracruz, Guerrero y ahora Chiapas; el Istmo en Oaxaca, donde ya no son sólo conflictos sociales, ya son pintas de crimen organizado.
—¿Cuál es el grado de impunidad que existe con las agresiones que sufren los periodistas y de qué forma esta impunidad repercute en la reproducción de las agresiones?
Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras o el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) hablan del 96por ciento de impunidad. En algún momento se hablaba hasta del 99.70 por ciento. Y el efecto social generado es brutal con estas cifras; porque pareciera que les dan permiso para matar. Les da inmunidad e impunidad, y cualquiera se siente con el derecho de venir a matar a un periodista porque ni siquiera existe un tejido social que nos arrope. Creo que hace falta permear más en la sociedad la conciencia que no es solo la vida de un periodista o de una periodista, que vale igual que la vida de cualquier otra persona, sino lo que está en juego es la información, que es fundamental para una democracia. Y eso es lo que está en juego a través del derecho a la información y de la libertad de expresión.
—¿Qué opinas de las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador en donde él contabiliza menos periodistas asesinados y dónde también indica que no hay impunidad al respecto?
Creo que no hay una verdadera voluntad férrea de llegar al fondo para esclarecer y para garantizar que no se vuelva a repetir. Habría que analizar cada caso que hay ahorita para entender qué hay detrás y no quedarnos solamente con el que disparó. Este gobierno, como otros, estigmatiza a los asesinados y no prueba nada, aunque fueran ciertas o no las acusaciones, no se investiga y no prueban nada y eso hace crecer las cifras, y tampoco ayuda. Es tarea de las autoridades agotar las investigaciones sobre si fue o no el asesinato por el ejercicio periodístico. Durante las investigaciones no está en juego la ética o no del periodista, sino la información que manejaba y la presunción de que lo asesinaron por la información que manejaba, bien o mal. El derecho a la información.
—Los asesinatos de Javier Valdez y Miroslava Breach motivaron una movilización enorme y varios foros que definirían estrategias no solo para el esclarecimiento sino también para la contención. ¿Qué ha pasado? ¿Consideras que sirvieron o no?
Puedo hablar más del caso de Miros, del de Javier tengo entendido que faltan más investigaciones que permitan también llegar a los autores intelectuales. Estos dos casos están más avanzados respecto a otros, pero sigue faltando muchísimo.
En el caso de Miros es muy claro que fue por cubrir o nombrar en sus notas la narco política en un momento en que fue tabú. Ahora ya todo mundo habla de eso. Se ha mencionado en el juicio que es el “cártel de los Salazar”, que es el “cártel de Sinaloa”. Está sentenciado Juan Carlos Moreno Ochoa, a quien le dicen el Larry, y se sabe que él era el jefe de los sicarios, quien organizó cómo vigilar a Miros y todo el móvil. Pero continúa prófugo el que iba manejando el auto, Jaciel Vega, que es presuntamente dueño de una casa en donde durante un cateo se encontraron, entre otras cosas, una computadora con los audios grabados de llamadas de Miroslava. En diciembre del 2017 matan al que se supone disparó. También está prófugo el dueño del cártel y no han hecho nada. Hay detenidos pero no han ido más allá, ni siquiera han tocado a este grupo que sigue controlando y gobernando Chihuahua, está intocable. Por otra lado, detienen al ex alcalde de Chínipas, Hugo Schultz, que era del PAN, y le dan ocho años de prisión en un juicio abreviado que no permitió que hubiera agravante de género ni de libertad de expresión, ni de funcionario público, y era un alcalde que es parte de un sistema político que tampoco ha sido tocado. En conclusión: el entramado político y criminal sigue intocable.
—¿Como gremio hemos callado al no investigar lo que hay detrás de cada desaparición y asesinato?
Creo que sí se ha hecho investigación en algunas partes, pero sí, por supuesto que nos hace falta investigar. Lo que pasa es que los compañeros y compañeras que se quedan en el lugar donde ocurren los homicidios, pues se quedan así, cargados de miedo y con todos los riesgos encima. Entonces es difícil ejercer el periodismo sobre los homicidios de los compañeros y compañeras. Han habido intentos de hacerlo desde afuera y en algunos casos se ha logrado, en otros no, pero sí creo que como gremio nos falta investigar, sobre todo dar seguimiento a los procesos judiciales. Es difícil por todo el riesgo que implica, pero ahora que la periodista Jade Ramírez de Guadalajara planteaba la opción de crear un GEI para periodistas, considero que sería una buena oportunidad para que esa información que ya tenemos o esas investigaciones que ya se han realizado, se pueda organizar, sistematizar y difundir para diagnosticar y que lo hagan expertos internacionales que ya tienen un camino y una metodología que nos arrope a todos y a todas.
—¿Cómo se comparte el trabajo y el camino andando que ha realizado el gremio desde hace ya más de 10 años con las nuevas generaciones que intentan organizarse?
Sí tenemos una responsabilidad como generación que ya hemos salido varias veces a las calles y que nos ha tocado afrontar otros casos. En Periodista de a Pie lo estamos viendo en la red que tenemos. Ese compromiso de sistematizar lo que hemos aprendido y compartirlo, pero también creo que a esta nueva generación que inicia, o la que ya está más avanzada pero que no es la nuestra, hay que dejarlos ser porque se corre el riesgo de asfixiarles. Es decir, que se organicen y que fluyan. Van a tener que aprender con errores y con aciertos, pero lo que se puede hacer es encontrar los espacios para el diálogo pero sin caer en la tentación de querer imponer, porque en el gremio somos muy dados a imponer lo que uno ya aprendió o intentamos enseñar: el a,b,c. Pero es mejor compartir lo que hemos pasado y que funcione como un espejo. Las nuevas generaciones traen otro chip, otra energía y ellos también renuevan nuestra energía cuando compartimos. Sí es importante por nuestra parte sistematizar y compartirles las experiencias que hemos tenido, pero sobre todo acompañarles, no replicar esta misma orfandad de las empresas periodísticas sino acercarles herramientas. La idea es compartir y nutrir sin imponer.
Para mí es fundamental –y eso lo aprendimos la generación que nos tocaron los trancazos desde el principio– la seguridad mental y emocional. Eso lo dejamos al final y nos dimos de topes, y sobre eso si hay que hacer mucha conciencia, no dejarnos al final. El periodista, por el mismo trabajo se hace individualista; te enseñan a que importa la fuente, que tú nunca eres la nota y eso se lleva a la vida personal y eso también te pone en riesgo, el no reconocer miedo, la frustración, el coraje. Eso nos fue limitando al grado que puedes perder enfoques a la hora de escribir. Hay mucho síndrome de la página en blanco, que nos cuesta de pronto fluir en los textos y poner ese foco periodístico; y es fundamental, porque a partir de que haces conciencia de esto, hay herramientas para hacer análisis de contexto, análisis de riesgo, tener un protocolo.
Considero que sí es fundamental estar convencidos y conscientes de que estamos viviendo y cubriendo conflictos armados y en medio de intereses bien oscuros que sí tienen rostro, porque luego dicen: es el narco, y ya, se archiva todo, y ya, te da miedo. O es el crimen organizado y de pronto es como un monstruo sin cabeza que muchas veces fue así, pero ahora las cabezas están mezcladas por los intereses entretejidos entre empresas, políticos a quienes les conviene que haya una mecánica del terror con grupos armados y eso lo hemos aprendido a base de trancazos y nos ha enseñado a poner el foco en la corresponsabilidad.
Al gremio: en la medida de lo posible, hay que vernos. Hay que sacudirnos el miedo, la frustración y la individualidad. Primero, hacer conexión con nosotros mismos, y luego con nuestro gremio. En la medida que se pueda, para avanzar, porque no nos pueden paralizar y no podemos vencernos. Hay que continuar y buscar mejores estrategias, siempre estar conscientes de que estamos cubriendo. No le quiero llamar guerra, pero sí situaciones violentas, y hay que entrenar, entrenar el corazón, la mente y el cuerpo y el mismo ejercicio periodístico.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona