¿Y si quienes trabajamos en medios de comunicación pudiéramos dejar de soñar con ese doble que tiene mejor vida que la nuestra y simplemente serlo? Organizarnos es la única manera de mostrar músculo real ante una patronal
Por Asamblea Tenemos que Hablar (ATQH)
Estás en la calle paseando a un perro y te encuentras a la doble de tu roomie. Ya te pasó con otros amigos, también contigo. Vas en el metro y ves a alguien que podría ser tu hermanx gemelx no reconocidx, un espejo en el vagón de junto. Normalito, pues.
En Ciudad de México todo el mundo tiene un doble y seguramente se lo encuentra en el transporte público o en un parque. Es parte de las letras pequeñitas que firmas cuando llegas a vivir a esta ciudad, o que firmaron quienes te dieron la vida.
Capaz que tienen mejores vidas que la tuya; o no mejores pero sí más parecidas a las que te gustaría tener, a las que te gustaría vivir. Y hace gracia… o no.
Comparar es un vicio muy agresivo, muy violento, muy ventajoso, pero en situaciones imaginarias —porque parecerse tanto a alguien que ni idea tiene de que existas se liga mucho a las bellas chaquetas cerebrales— funciona para pasarlo mejor. (¿Qué vas a saber tú de la felicidad si nunca te hiciste una o varias de esas? Bendita película de ¿Cómo no te voy a querer? y bendita frase de chofer de microbús a adolescente con sueños de futbolista: «Ya deja de hacerte chaquetas mentales». O sea, ¿por qué o qué?)
¿Y si quienes trabajamos en medios de comunicación pudiéramos dejar de soñar con ese doble que tiene mejor vida que la nuestra… y simplemente serlo?
Lxs dobles en las películas de acción siempre se llevan la mejor parte, pero nunca el crédito. Trabajar en medios, para medios o por medios, a veces es como una película de acción, y no debería serlo.
«¿Y si no llego a fin de quincena? ¿Y si otra vez me bajan el sueldo? ¿Y si otra vez me deprimo y desde arriba me dicen que le eche ganitas? ¿Y si otra vez mi jefe se pasa de lanza? ¿Y si nunca recupero mi salario? ¿Y si nunca me dan el crédito por mi empeño? ¿Y si? ¿Y si? ¿Y si?»…
En la Asamblea de Trabajadoras y Trabajadores de Medios de Comunicación contra la Precarización Laboral Tenemos Que Hablar (ATQH) creemos —no tenemos de otra— que esos «y si» TIENEN (así, con mayúscula) que desaparecer.
Quien se dedica a esto, ¡quien le dedica su vida a esto!, denuncia casi por rutina, da voz a quienes tienen algo —no siempre positivo— que decir. Por un tema de vocación, de corazón, de necesidad casi fisiológica.
Algún manual de periodismo plagiado dice que quienes estamos en esto no deberíamos ser protagonistas, pero entonces ¿quién nos da voz?, ¿quién nos permite decir, «ey, esto no está bien, autoridad, ¡haz algo!»? ¿Quién? ¿Cómo nos defendemos si cuando no estamos a media explotación vamos tratando de sobrevivir a esa explotación?
En ATQH tenemos el convencimiento de que es hora de dejar de ser simplemente dobles de acción que ponen en riesgo su integridad a cambio de nada —ni de crédito—. O peor, dejar ser los «Vi a alguien que se parecía a ti en la calle».
La ruta es más simple —y como el trabajo en medios, más compleja— de lo que parece: un sindicato; el maldito concepto que utilizamos en una oración para acusar a una Elba Esther, a una ‘Quina’ o a un Hernández Juárez.
Organizarnos es la única manera de mostrar músculo real ante una patronal —estatal o empresarial— que no deja de abusar, que no deja de violentar y de asumir que nos está haciendo un favor. Necesitamos nuestra propia voz, un protagonismo bien entendido que nos deje defendernos, ¡que nos deje vivir en vez de sobrevivir!
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