Francesca se definía como mexicana por decisión y siciliana de nacimiento, caminante, madre de Helena, partícipe de tejer redes de amigas y amigos. Durante décadas recorrió Abya Yala para recuperar historias de resistencia principalmente biografías colectivas e historias de mujeres
Twitter: @tuyteresa
La primera referencia que tuve de Francesca Gallo fue en las charlas informales durante la comida en la cocina de Sipam. Con el paso de los meses y los años, estas conversas se convertirían también en círculos de lectura, cine clubes, seminarios y encuentros que convocaban a más y más mujeres.
En este mundo de fiesta y tertulias, nuestras mentoras nos animaban a tomar opciones: incidir en la política pública, participar en procesos de democracia representativa; o bien, organizar charlas, talleres y encuentros en plazas, escuelas, mercados públicos. Incidir en todos los espacios posibles e imaginables.
Durante estos años tuvimos la fortuna de leer, escuchar y conversar con Marcela Lagarde, Teresita de Barbieri, Julia Monárrez, Marta Lamas; también con Ochi Curiel, Francesca Gargallo, Enoé Uranga, Norma Mogrovejo y otras sabias mujeres que desde hacía varias décadas construían redes y caminos para todas.
Luego de reportear y hacer radio itinerante en plazas públicas, mercados y escuelas, comencé una carrera como guionista.
Cuando escribí la serie El arte de la memoria, Francesca me invitó a su casa para realizar la entrevista sobre sus recuerdos de infancia y la influencia en su obra.
Me ofreció café y chocolate —¡¿Nada puede ser mejor que una charla con café y chocolate?! ¡¿Cierto?! —Me dijo mientras nos disponíamos a comenzar la entrevista en la cocina.
No es casual que una entrevista acerca de la política de los afectos, la filosofía feminista y sus memorias de infancia fuera en la cocina de su departamento.
Y allí, en esa atmósfera emotiva repleta de especias, olor a café y chocolate, me contó de sus primeros años en un pueblito de Italia, de su llegada a Abya Yala, y del colonialismo que nos atraviesa la médula, el pensamiento, la piel.
También hablamos del feminismo antihegemónico, de las redes de apoyo, de cómo podemos trazar genealogías para rescatar la memoria colectiva, recuperar nuestro linaje materno, observar las marcas de dolor, las violencias y las historias silenciadas durante generaciones.
Me contó del día que cambió su vida a los 13 años, cuando le fue prohibido jugar con sus amigos de la infancia. La menstruación, cual regla dolorosa, marcaría su paso hacia una adolescencia repleta de prohibiciones. Gracias a su madre y a su abuela identificó los sistemas de opresión hacia las mujeres.
También hablamos del racismo y la opresión, “de los seres desprovistos de presente”, haciendo referencia al agravio histórico hacia los pueblos de Abya Yala.
Aquella fue una charla sobre el mundo de los afectos, de la maternidad y el trabajo no reconocido que realizamos millones de mujeres y cómo todo esto se conecta con el patriarcado y el colonialismo.
Hablamos de América, el continente “donde se racializó” la esclavitud, donde se inventó la noción de los “negros” como esclavos, el continente donde la conquista del territorio se asimiló a la conquista del cuerpo femenino como forma de aniquilación.
Francesca trazó una línea de tiempo para conectar el tema de América y el colonialismo con la preminencia de la ciudad sobre el campo, de los hombres sobre las mujeres, la preminencia de ciertos pasaportes sobre otros −eurocentrismo−; la preminencia del relato blanco, hetero, nacionalista, patriarcal.
Todo en una charla de café y chocolate en la cocina, a la luz de la mañana. Entre ollas, jarritos y utensilios de cocina, olor a madera, especias y sopa.
Aquella mañana en la cocina de su casa, Francesca también me dijo que las ideas más revolucionarias pueden encontrarse en el arte y en la expresión de las mujeres de a pie: luchadoras sociales, madres, abuelas, hijas, hermanas, amigas. Historias desde el cuerpo y la revolución de los afectos y del pensamiento.
Poco antes de despedirnos, también hablamos de la ternura, el placer, la pasión y la felicidad, ingredientes indispensables del feminismo.
Francesca: te recordamos con una luz en nuestros ojos. Siempre generosa, luminosa, bella, dispuesta a dialogar, sembrar interrogantes y también, a bordar historias.
Honramos tu memoria y el enorme legado que nos dejas.
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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