Millones de axolotes en cautiverio, no garantizan su sobrevivencia. Hace unos años, Manuel Rodríguez pensó en hacerse de dinero vendiendo los primeros que tuvo en sus manos. Pero el hallazgo de una pieza prehispánica lo hizo cambiar de parecer. Desde entonces es un actor clave en la preservación de este anfibio adorado por nuestros antepasados.
Texto y fotos: Isabel Velázquez
CIUDAD DE MÉXICO.- Igual que los axolotes, Manuel Rodríguez habita en los canales de Xochimilco. El hombre, de 49 años, suele colocarse una máscara que él mismo fabricó para sumergirse en el agua montado en una balsa con la forma del anfibio. Entonces levanta una mano y se proclama el Dios Axólotl. Ese ritual es en el fondo un acto sagrado que lo ha llevado a rescatar de la extinción a esta emblemática criatura que alguna vez pululó por los lagos del valle de México
Mauel creció en una familia grande. Junto a sus 18 hermanos pescaba desde pequeño en los canales de Xochimilco y para él era normal ver brotar de las aguas, montones de monstruos marinos, “en ese entonces hasta nos los comíamos de tantos que había”, dice el hombre. Hoy quedan apenas unos cuantos sobreviviendo en su hábitat natural.
El ajolote es una especie de anfibio relacionado con la salamandra. Su nombre científico es Ambystoma mexicanum y es endémico del sistema lacustre de la cuenca de México. En su edad adulta conserva sus rasgos larvales, lo que significa que conserva su aleta dorsal de renacuajo así como sus branquias externas en forma de plumas.
Para Manuel Rodríguez, la importancia de preservar la especie comenzó como una aventura que con los años floreció y adquirió mayor relevancia a lo largo de su vida. Para proteger a la especie, ha creado su propio laboratorio en un bodegón donde aloja más de 15 mil ejemplares aproximadamente.
Sus primeros tres huevecillos de ajolote, se los obsequió otro pescador. No les prestó mucha atención y entonces los dejó en una pecera. Pasaron un par de días y de pronto, al observar la caja de cristal, se percató que a las “bolsitas” (placentas), les habían salido ojos y lomo. Intrigado, no dejó de observar detenida y cotidianamente hasta que vió las crías.
En un inició pensó en reproducirlos para comercializarlos y remediar su situación económica. “Yo lo que quería era salir de pobre”, dice. En ese entonces el costo de un ajolote oscilaba entre los dos mil 500 y tres mil pesos. Calculó entonces que si vendía al menos 100 de las 250 crías de aquella primera camada podría hacerse rico.
Desechó la idea poco después, tras descubrir una pieza prehispánica. Manuel dice que experimentó una conexión especial y sintió que estaba destinado a preservar y no a lucrar con los anfibios.
Era 1994 y Manuel de 22 años se dedicaba a la pesca para mantenerse. Sus ingresos eran pocos pero no se quedaba sin comer, según cuenta. Como todos los lugareños realizaban la misma actividad, la competencia era alta. A sus aguas llegó una bióloga en busca de pescadores.
El hombre moreno de cabellera negro azabache, recuerda que cuando se fundó el Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (CIBAC), fue invitado por la doctora Virginia Graue a colaborar con ella junto a otros pescadores. La bióloga les pagaba 30 pesos diarios por cavar hoyos para convertirlos en estanques. Sin ser su intención, obtuvo los primeros aprendizajes sobre la anatomía del ajolote.
Sus conocimientos posteriores los adquirió de manera empírica en lo que él llama su laboratorio. De manera muy coloquial pero con toda la expertise que le ha brindado la observación y el tiempo, relata que mezclar aguas ha favorecido hasta en un 85% la reproducción de los seres acuáticos.
Su labor no sólo se reduce al cuidado y manutención de los tiernos anfibios, que asciende a los 4 mil pesos semanales, también ha echado mano de la actuación para concientizar y educar a las nuevas generaciones sobre la compra de estas criaturas que no deben adquirirse como mascotas. El cuidador protagoniza cada 21 de marzo la representación del dios ajolote, “salvemos al ajolote” en donde actúa junto a otros compañeros de la cooperativa Michmani (lugar de pescadores) y presenta parte de la mitología náhuatl. Michmani opera desde el 2006, la cooperativa Centro Ecoturístico Chinampero de Xochimilco dedica sus esfuerzos a la protección ecológica.
Se desconoce con exactitud la cantidad de axolotes esparcidos por los lagos de hasta 2.5 metros de profundidad en la zona Sur de la capital, pero se sabe que es una población pequeña la que continúa en peligro de extinción ya que se sigue enfrentando principalmente a la pérdida de su hábitat debido a la contaminación del agua pero también a la depredación por peces invasores como carpas y tilapias así como el crecimiento de la mancha urbana.
A finales de los años setenta se incorporó un programa de gobierno basado en la acuicultura, el cual tenía como objetivo incrementar la producción con fines de alimentación, generación de empleos y de divisas. Se fomentó el cultivo de 4 especies de peces (bagre, carpa, trucha y tilapia), con ello se introdujeron principalmente miles de carpas y tilapias en diversas zonas del país, y por tanto también llegaron a Xochimilco.
Manuel proviene de una familia que durante 8 generaciones ha subsistido de lo que la zona lacustre les brinda. Según recuerda Manuel, el programa benefició en un principio a todos los habitantes de la zona porque esos pescados se vendían y consumían por todos los barrios de la demarcación pero más tarde se convirtieron en una plaga difícil de controlar que devora los huevecillos y larvas de ajolotes.
Manuel, el dios axolote, como se hace llamar, indica que en la zona se necesitan programas que permitan la construcción de refugios dentro de los canales. Conocidos como apantles, se piensa en zanjas con tezontle en el fondo y mallas a los costados que funcionan como filtros y mantengan alejados a sus depredadores, los cuales no permiten la reproducción de la especie porque las carpas se comen los huevos y las tilapias a las crías recién nacidas.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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