María Apolinar Rico, de 92 años de edad, ha visitado por lo menos cuatro veces la sala de urgencias del hospital del Issste en San Manuel; y aunque el Estado debe garantizar su bienestar, hoy le ha fallado al negarle los tratamientos que necesita
Texto: Daniel Cruz Cortés / Lado B
Foto de portada: Twitter @IssstePuebla
PUEBLA.- Los últimos tres meses han sido eternos para María Apolinar Rico, una mujer de 92 años de edad, quien ha buscado hacer valer su derecho a una atención médica adecuada en el Hospital Regional del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores (Issste) en Puebla. María requiere con urgencia una laparoscopía antes de que su estado de salud siga empeorando, sin embargo, el Estado se la ha negado.
“Poly ha sido siempre una mujer sana y fuerte (…) nunca la había visto tan débil“, cuenta a LADO B Daniel García Rico, nieto de María. Él la ha acompañado día y noche desde el 5 de octubre de 2021, cuando su abuela manifestó por primera vez tener un fuerte dolor de estómago.
Pese a que las autoridades médicas del hospital del Issste en San Manuel conocen bien el diagnóstico de María (cálculos biliares), la decisión de este centro médico fue realizar, en lugar de una laparoscopía (el tratamiento más recomendable), un stent biliar, que es un procedimiento especialmente invasivo para alguien de su edad.
Este stent biliar es un tubo de plástico que permite expulsar la bilis obstruida, y que debe desecharse cada trimestre, para permitir poner uno nuevo. En el caso de Poly el aparato en cuestión caducó el 14 de enero y, hasta el día de hoy, el Issste no se lo ha cambiado; la institución ha argumentando que su estado de salud mejoró y el stent ya no necesita ser sustituido, y tampoco necesita un nuevo tratamiento, pese a que esto es evidentemente falso, refiere Daniel.
Cuando él cuestionó la decisión de ponerle este aparato a su abuela, personal del Issste le dijo que al ser un servicio únicamente de urgencias, sólo se iba a atender el dolor por el que María había llegado al centro de salud pública: “Me dijeron: su abuela vino por un dolor y se le va a quitar ese dolor. Ahora, a su casa”, relata.
Poly cumplió años de edad el 17 de enero y aunque sus deseos eran pasar ese día junto a su nieto, hoy está internada en una cama de hospital lejos de su hogar, esperando que el Estado le dé el tratamiento que merece: “[Fue] su cumpleaños y tenía la esperanza de [finalmente poder sentirse mejor] (…) Es muy doloroso y frustrante”, asegura con dolor García Rico.
Cuando María acudió por primera vez a la sala de urgencias del Hospital Regional del Issste, el 5 de octubre de 2021, las indicaciones médicas fueron claras: la paciente no recibiría ningún tratamiento hasta no realizar estudios de laboratorio. Aunque el dolor no cesaba, María no se opuso a dicha orden y comenzó el ayuno solicitado por el cuerpo médico de ese centro de salud.
Sin embargo, la espera se convirtió en incertidumbre, ya que nadie informó a María lo que pasaba. El único tratamiento que ella recibió durante las primeras 48 horas de su estancia, en una cama temporal de ese hospital, consistió en suministrarle suero y analgésicos, refiere García Rico.
Ante el notable detrimento en la salud de su abuela, Daniel pidió ayuda a la dirección del hospital, sin que estos esfuerzos fueran rindieran frutos. Ante la negativa por atender su petición, el joven compartió su denuncia a través de la red social de videos cortos TikTok. Cuando su mensaje se hizo viral, autoridades de ese centro médico finalmente le buscaron y apresuraron el proceso para realizar los estudios pendientes.
Una vez valorados los resultados, la médica gastroenteróloga tratante de María le diagnosticó cálculos biliares que obstruían los conductos por los cuales se tendría que expulsar la bilis de su hígado. Por lo tanto, se pusieron dos tratamientos sobre la mesa, comenta García Rico.
El primero —y más recomendado por la misma especialista— fue una laparoscopía. Ese procedimiento quirúrgico consiste en extirpar la vesícula y los cálculos biliares mediante diversas incisiones en el abdomen. Este tratamiento, acompañado de un estilo de vida saludable, prolonga la calidad de vida de quienes se someten a él.
La segunda opción era colocar un stent biliar. Este procedimiento consiste en ingresar un tubo de plástico o metal y atravesarlo por la obstrucción biliar, con la intención de expulsar artificialmente la bilis.
Aunque ambos tratamientos implican ciertos riesgos —por la anestesia administrada al paciente—, la segunda alternativa representa el riesgo de someter a la persona por el mismo proceso quirúrgico cada tres meses. El riesgo de complicaciones se eleva en pacientes geriátricos, según informó la médica tratante de María a su nieto Daniel.
“La médica gastroenteróloga me dijo que esa solución es temporal y cada tres meses hay que [sustituir el stent biliar], y a un adulto mayor es muy riesgoso hacerle eso, sobre todo por la anestesia”, comparte García Rico a Lado B.
Daniel trató de apelar esa decisión sobre el tratamiento, pero el hospital se mantuvo firme en su decisión.
Ante ello, García Rico interpuso una queja ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), con folio: 2021/105267. Inmediatamente, la CNDH contactó a autoridades del Hospital Regional para emitir una recomendación; sin embargo, el Issste respondió a Daniel con la sugerencia de “buscar otro hospital en otro estado, si no estaba conforme con el servicio”, señala.
Con la intención de informar sobre actualizaciones respecto al trabajo de la CNDH en este caso, LADO B contactó al departamento de comunicación social del organismo, pero aunque se prometió una respuesta, al cierre de edición, la misma no ha sido entregada.
LADO B también pidió una entrevista a la dirección del centro médico en cuestión desde el pasado 12 de enero. Y aunque las llamadas fueron reiterativas, personal de este hospital se negó a atender la petición de pronunciarse sobre el caso, argumentando que la agenda de dirección se encuentra saturada.
El duelo contra los cálculos biliares no da tregua y, por si fuera poco, este se intensifica con los obstáculos puestos por el mismo Issste. A Daniel no le quedó otra alternativa más que cambiar de clínica a su abuela, pero ahora en Ciudad de México.
Poco antes de Navidad, María presentó graves molestias en el abdomen, además de retención de líquidos en las extremidades superiores, esto último producto de sus bajos niveles en sodio.
Con una emergencia justificada, acudieron nuevamente al Issste en San Manuel, no obstante, no fue admitida en el área de urgencias. Sin otra alternativa en su ciudad de residencia, Daniel decidió llevar a María a la Ciudad de México, su nuevo destino: el Hospital Regional 1 de Octubre, en la Alcaldía Gustavo A. Madero.
Ahí la ingresaron a piso de forma inmediata para poder estabilizar su estado electrolítico y detener el daño que una nueva infección en vías urinarias le estaba causando. Una vez estable, le indicaron que ahí tampoco podían hacerle una laparoscopía, ya que debía acudir primero a su unidad de medicina familiar y de ahí, pedir un pase de especialidades, pero ahora al Hospital General Tacuba.
Ese procedimiento implicaría empezar todo de nuevo, explica García Rico. María, a sus 92 años de edad, hace acopio de fuerza todos los días, pero la idea de enfrentarse a las trabas burocráticas del Issste se traduce, una vez más, como golpes directos a la poca esperanza que le queda.
Otro de esos golpes, es el económico, ya que Daniel no tiene quien le ayude a cubrir todos los gastos generados hasta ahora –que al momento superan los 15 mil pesos–. Por esa razón tuvo que regresar a su domicilio en Puebla.
Transcurridos apenas seis días de 2022, María enfermó nuevamente. Ante el nerviosismo, acudieron otra vez al Hospital Regional del Issste, pero tampoco la admitieron en esa ocasión. Sin pensarlo dos veces, Daniel viajó junto a Poly otra vez a la Ciudad de México.
Desde entonces, su abuela permanece bajo cuidados de personal del Issste en la capital del país, y aunque la mantienen estable, esto no le provee de un bienestar claro para el futuro. Y aunque la laparoscopía parece estar muy lejana para María, el stent biliar debe ser sustituido con urgencia antes de afectar más su salud, ya que caducó desde el pasado 14 de enero. Al respecto, el Issste ha dicho que su abuela ya no necesita ni el cambio del tubo, ni el cambio de tratamiento, argumentando que la vida de María puede transcurrir adecuadamente sin estos tratamientos, asegura García Rico.
Sin mucho que pueda hacerse, Daniel asegura a LADO B que está cercano a perder la esperanza: “Estoy apunto de aceptar el alta (…), se están burlando de nosotros. No la verá ningún especialista y no le harán nada. Lo único que me queda es llevarla a casa, abrazarla y amarla”.
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Este texto fue publicado originalmente en LADO B, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Puedes consultar la publicación original en este link
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