Un grupo de comunidades mayas de Campeche consiguió quitarle a la mayor companía de semillas transgénicas del mundo el permiso para la siembra de soya genéticamente modificada en México. Es una victoria más allá de lo comercial: un paso en el camino por los derechos de los pueblos indígenas
Texto: Ana Cristina Ramos. Fotografías y video: Consuelo Morales Pagaza y Cortesía de MaOGM
HOPELCHÉN, CAMPECHE.- El pueblo está infestado de letreros para vender semillas, fertilizantes, herbicidas, tractores; en los afiches lucen hombres blancos con overoles y sombreros de paja. Pero por las calles caminan hombres y mujeres pequeños, morenos con narices anchas.
Tocan en cada puerta de sus vecinos para contarles la noticia: la empresa Monsanto, una de las mayores compañías de semillas transgénicas en el mundo, ya no tiene permiso para sembrar soya en sus tierras, ni en las de nadie más en México.
Ganaron. Una pequeña comunidad maya logró derrotar al gigante multinacional.
El 15 de septiembre de 2017 el Servicio Nacional de Sanidad Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), a través del oficio B00.-282 le revocó a Monsanto el permiso con el cual podía comercializar soya genéticamente modificada en 253 mil quinientas hectáreas en siete estados de la República: Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Chiapas, Veracruz, San Luis Potosí y Tamaulipas.
La noticia se hizo pública hasta el 21 de noviembre.
Según el documento Monsanto fue negligente al permitir que la semilla de soya transgénica fuera sembrada en predios donde no tenía permiso. Además, se detectó un organismo genéticamente modificado no autorizado en México lo que provocó daños graves o irreversibles al medio ambiente del país.
Hace dos años un dictamen de la Suprema Corte de Justicia de la Nación había prohibido la siembra de estas semillas en de Campeche, hasta que los pueblos mayas de la región, conocida como Los Chenes, fueran consultados.
A esta orden se le sumó la recomendación 23/2015 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), para obligar a Senasica a realizar monitoreos mensuales y confirmar que no se sembraran los transgénicos.
Sin embargo, Luis Arturo Carrillo Sánchez, integrante del Colectivo MaOGM (Ma significa NO, en lengua maya, y OGM son las siglas de Organismos Genéticamente Modificados) denunció que durante el 2017, en Hopelchén se sembraron 23 mil hectáreas de soya transgénica.
Senasica forma parte de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa). El Servicio Nacional debía recolectar muestras en los campos de cultivo de Campeche pero durante casi todo el proceso de la consulta se mostró renuente a cumplir su trabajo. Incluso promovió un amparo para no formar parte de la consulta.
En Hopelchén no confían en Senasica porque los documentos que les presentaba no tenían sellos ni firmas. Carlos Tec, de Cancabchén, la región de la montaña de Campeche, asegura que los técnicos, “se contradecían, primero decían que de 25 predios encontraron cinco con presencia de transgénicos, luego uno, para terminar tres, ¿a cuál resultado le creemos?”
A pesar de la desconfianza las comunidades mayas aceptaron trabajar con el Servicio Nacional e insistieron en ser observadores de los monitoreos. Pero la dependencia se retiró del pacto.
La consulta entonces se quedó en el limbo.
Hay tres fases para aprobar los organismos genéticamente modificados: uno experimental, un piloto y la comercialización al público, explica Rodrigo Yanes, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Hasta el 15 de septiembre, Monsanto sólo contaba con una especie de soya transgénica– MONO4O32-6 – que superó todas las fases. Eso significa que si la compañía quiere volver a comercializar soya en México debe ganar el proceso legal que su equipo emprendió hace unos meses o empezar de cero.
La asesora legal de las comunidades, Naayeli Ramírez, asegura que la patente de Monsanto está por expirar, aunque hay evidencias de que la empresa impugnará legalmente la revocación.
Sin embargo, hasta que se resuelva el último amparo, la decisión de Senasica se mantiene: en ningún estado de la República se puede vender, comprar o sembrar soya transgénica. Esto no es nuevo para Campeche, pero sí lo es para otros seis estados del país.
La victoria de Hopelchén animó a otras comunidades que enfrentan al gigante de los transgénicos. El colectivo MaOGM ha recibido varias peticiones de asesoría en temas de salud y el impacto en las tierras donde se cultiven los transgénicos, un problema que puede extenderse aún más porque México no es autosuficiente en el cultivo de soya (la mayor parte de su consumo es importado de Estados Unidos).
Pero mientras el proceso judicial sigue, en las comunidades mayas de Campeche ya festejan. Leydi Pech, una de las principales lideres del movimiento de resistencia dice que se reunirán en los primeros días de este diciembre “para autoreconocernos” por el resultado de su lucha.
No es sólo un tema legal. En Hopelchén la primera derrota del gigante de los transgénicos se ve como una victoria por reconocer los derechos de los pueblos indígenas.
“Sólo queda reparar los daños que se ocasionaron”, dice Leydi. “La deforestación, el agua contaminada, las abejas, el daño ambiental en las comunidades y en la vida de las familias”.
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