En septiembre de 2020, colectivas feministas comenzaron a «tomar» espacios en las estaciones del metro: tanto para vender y mantenerse, como para protestar. Hoy sólo queda un espacio, y temen que en los próximos días las retiren autoridades o ciertos grupos de ambulantaje las agredan
Texto: María Ruiz
Fotos: Andrea Murcia, Galo Cañas / Cuartoscuro y cortesía
CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando la pandemia llegó a México Ana Karen y Tyrell se quedaron sin ingresos económicos y tuvieron que regresar a casa de sus padres. Por eso llegaron a las mercaditas feministas, como opción laboral ante el desempleo pandémico.
Hoy venden perfumes y material didáctico para infancias en la estación Cuatro Caminos; este es el único punto en el que resisten colectivas feministas; esto después de que en la mayoría de las estaciones fueron desplazadas, ya sea por vendedoras ambulantes o desalojadas por la dirección del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STCM).
Desde octubre de 2020, la dirección del metro comenzó a quitar a vendedores ambulantes de las estaciones. Y desde entonces en la colectiva de Ana Karen y Tyrell viven en constante ansiedad de ser desalojadas o agredidas. Por eso decidieron platicar con Pie de Página y contar cómo han sido estos meses, desde el inicio de las tomas de las estaciones hasta las agresiones que vivieron por parte de vendedores ambulantes. A ellas se suma Lluvia, quien también forma parte de su colectiva.
Por miedo a posibles agresiones por parte de grupos de ambulantes, las entrevistadas pidieron no mencionar el nombre de su colectiva.
Desde antes de la pandemia de covid-19, las estaciones del metro eran puntos de encuentro de mujeres que vendían productos en redes sociales de forma independiente. Las redes sociales eran su modo de promoción de productos; y los torniquetes del Sistema de Transporte Colectivo o los pasillos de transbordo eran sus puntos de entrega. Pero durante los primeros meses de la Jornada de Sana Distancia comenzaron a ser objeto de criminalización.
“Se les despojó de sus pertenencias y se les hizo pagar multas a gente trabajadora que se había quedado sin empleo”, recuerda Lluvia.
En respuesta a las detenciones y abusos policíacos las feministas de la Antimonumenta Vivas Nos Queremos convocaron a una protesta y en septiembre del 2020 tomaron la estación del metro Chabacano. Esa fue la primera de muchas tomas que sucederían los siguientes meses.
Según el INEGI las mujeres fueron el sector laboral más afectado por la pandemia; y para muchas el comercio informal se convirtió en su única forma de ingreso. Las tomas que siguieron después de Chabacano se convirtieron en puntos de venta y trueque. Estos espacios, además de funcionar como protesta contra la violencia económica hacia las mujeres, respondían al sueño que muchas de ellas tenían: autogestión y creación de zonas temporalmente autónomas dentro de la Ciudad de México.
A Chabacano le siguió Centro Médico, Tacubaya, Bellas Artes. Y dentro de la mercadita se comenzó a mover el trueque y propuestas como la Gratifería: un sistema de donación en el que se le daba una segunda vida a objetos, ceder las cosas que no necesitamos. Pero el territorio del metro es codiciado desde hace años por vendedores ambulantes y su presencia no tardó en llegar a las mercaditas.
Las mercaditas feministas comenzaron a operar bajo una lógica solidaria a partir de algunas reglas: sin cobro de piso, sin líderes, sin hombres, sin niñez trabajando, sin regenteo; y apostando por la organización y la rotación de venta; es decir, que las tomas se rotaran de estación a estación para que no hubiera “lugares” que pelear.
Pero la llegada del ambulantaje a sus espacio cambió todo y se dio un fenómeno de desplazamiento. Las feministas cuentan que comenzaron a obedecer sus lógicas de autoexplotación:
“Las ambulantes llegaban y nos ganaban los lugares. Nuestra idea era buscar un trabajo digno, feliz, con horarios flexibles, autogestivo. Estábamos en la idea de no acaparar espacios, que no era pelea de territorios; pero ellas llegaban una hora antes que nosotras. Nos orillaron a entrar a estas dinámicas de autoexplotación; al grado de que había compañeras que llegaban a las 3 de la mañana a la puerta del metro para apartar lugares. Nos decían no somos ambulantas pero esta estación es nuestra y quien tenga más hambre llega más temprano” cuenta la colectiva.
Las feministas recuerdan que durante las primeras asambleas entre diferentes colectivas se habló de integrar a las vendedoras, por la precariedad en la que también viven, y porque pensaron las mercaditas como espacios para todas. En aquel momento no dimensionaron el grado de impacto que tendría esa integración.
“Nos dimos cuenta que ese grupo de mujeres ambulantas tenían un líder hombre; incluso se llegó a cobrar piso. Ponían a trabajar a niñas y niños, lógica de explotación en las infancias, de autoexplotación. Nuestra filosofía era trabajo digno y feliz, poder llegar a una hora considerable, llegábamos a las 2 y nos íbamos a las 6, era suficiente. Las compañeras anarcofeministas intentaron poner límites y a partir de la toma 4 o 5 dijeron: ‘va a ser puro trueque y ellas solitas [las ambulantes] se irán. Funcionó y se fueron un tiempo; pero nosotras también necesitábamos ingresos y también nos fuimos varias”, recuerda Ana Karen.
¿Qué creen que se necesite para que el trueque funcione como nueva economía solidaria?
Tania, otra de las integrantes de esta colectiva que vende en Cuatro Caminos, responde:
“Promocionar las economías solidarias y cambiar las estructuras mentales en torno a lo que es hacer economía. Pero la otra, que también me parece fundamental para que el trueque pudiera ser una alternativa de economía, tiene que ver con la diversificación de lo que se intercambia; no podemos vivir solo de artesanía. Necesitamos una diversidad para las cuestiones de alimentación, vestido, calzado, servicios. Tendría que ser una economía de mercaditas muy diversas donde satisfacer la mayoría de las necesidades cotidianas.
«Eso es un proceso un poco lento pero creemos que sí es importante ir ensayando estas otras formas. No dejar de lado estos referentes de formas de hacer economía como los tequios, el trabajo colaborativo, los bancos de tiempo. Complementandose varias sí van resolviendo en mayor medida. Lo que haría falta un poco es darle difusión a nivel cotidiano y constante. Que haya referentes de espacios donde la gente se informe de que existen estas otras formas”.
Desde que las feministas comenzaron a tomar espacios, hubo grupos de comerciantes que las agredieron en distintos momentos. No sólo a las mercaditas, también ha ocurrido con La Tianguis Disidente en la Glorieta de Insurgentes, espacio de venta solidaria de comunidades LGBTI+ contra el odio a la diversidad y las violencias económicas. Estas son algunas las agresiones de los últimos meses.
Bellas Artes
El 10 de abril del 2021 alrededor de 60 personas llegaron al mercadito que feministas habían establecido a lado del Palacio de Bellas Artes. Golpearon a las mujeres y destruyeron sus productos. Un operativo policíaco se activó pero no evitó que las feministas fueran violentadas.
Cuatro caminos
El 13 de agosto del 2021 aproximadamente 50 hombres y mujeres agredieron a las colectivas que venden en la estación Cuatro Caminos. Cuatro mujeres resultaron heridas. Una de ellas con fractura de nariz.
Insurgentes
Agresiones a La Tianquis Disidente. La agresión sucedió el 23 de noviembre. Comerciantes de la calle de Génova llegaron a la sede de la Tianguis en la Glorieta de Insurgentes y golpearon con palos y tubos. Integrantes de la Tianguis acusan que sus agresores son parte del grupo de ambulantaje de la Familia Barrios.
La mercadita comenzó a gestar distintas colectivas feministas y grupos de vendedoras ambulantes con nombres de colectivas, quiénes se apropiaron del discurso feministas para poder vender al interior del metro.
“Mucha gente nos decía: ‘¿cómo les dieron permiso, como le puedo hacer para estar aquí?’ Nos empezaron a llegar rumores de que ya sea vagoneros, vagoneras o ambulantes que si se estaban sacando mucho de onda que nos pusiéramos y no pagamos piso. A partir de eso ellas se empezaron a infiltrar en el movimiento. Se ponían a copiar las consignas, ponían cartelitos y lo pegaban donde estuvieran y ya, eso supuestamente garantizaba que eras una colectiva feminista. Hubo momentos en los que las ambulantas se encapucharon como bloque negro” recuerda la colectiva.
Las vendedoras ambulantes comenzaron a tomar más y más estaciones y las feministas comenzaron a reconocer las dinámicas del ambulantaje dentro del metro.
“Nos hemos dado cuenta como funciona este sistema subterráneo en el que que están involucrados el Estado, grupos de choque, empresas fantasmas, explotación y un montón de cosas que al final conjunta una serie de mecanismos que están bloqueando a las personas de a pie de poder acceder a una forma digna de vida. Se mueven mucho por gremios de cooptación y de poder de la familia Barrios, que se mueven bastante de forma jerárquica, machista y violenta. Si no pagas la plaza te quitan. Les generó mucho ruido que se tomaron espacios públicos tan importantes sin la lógica de los líderes, sin agarrarnos a golpes con ellos o pagando plaza, sin tener respaldo de algún político” explica Tyrell.
Actualmente la única estación donde la mayoría de las vendedoras son parte de la mercadita es Cuatro Caminos.
La necesidad de hacer frente a los problemas que tenían generó la creación de la Asamblea General de Merkaditas Autogestivas, integrada por diversas colectivas feministas que se encontraban en las tomas de los metros. Además de la Asamblea, en otras tomas se creó el Frente en Lucha contra la Violencia Económica. Y así comenzaron a organizarse contra los ataques de ambulantes.
Desde su creación han mantenido alrededor de siete mesas de diálogo con representantes del Gobierno de la Ciudad de México. Ambas partes han presentado propuestas. Pero mientras tanto los operativos policíacos en las estaciones contra el comercio informal continúan.
El STC Metro se basa en el artículo 230 de la Ley de Movilidad de la CDMX que prohíbe ejercer el comercio ambulante dentro del metro y los lineamientos de protección civil y movilidad segura para quitar a cualquier vendedora dentro de los pasillos del transporte.
El 3 de enero de este 2022 el metro informó en un boletín que “liberaron 56 estaciones ocupadas por el comercio informal”. Estos operativos comenzaron desde octubre del 2021. El gobierno ha informado que mantiene diálogos con colectivas feministas y vendedoras ambulantes. Lo que les han ofrecido a las colectivas feministas son espacios donde “no molesten a nadie”.
La Asamblea de Merkaditas ideó una propuesta que nombró como Puntos Morados y presentó al Gobierno de la Ciudad de México. Hicieron un mapeo de lugares a partir de las estaciones donde las mujeres viven más acoso para ahí colocar espacios de venta para las merkaditas.
“Hicimos este recorrido con autoridades y su respuesta fue que era una propuesta inviable por temas de protección civil. Nos hicieron sentir que fueron simulaciones”, cuenta la colectiva.
Después de las agresiones vividas, la Comisión de Derechos Humanos comenzó a acompañarlas a las mesas de diálogo. La última fue hace tres meses. Les han ofrecido espacios en metros no tan concurridos como la estación Atlalilco o Morelos. Y les han propuesto cursos para conformar cooperativas o programas educativos. Mientras tanto continúan resistiendo en la última toma feminista en Cuatro Caminos sin fecha de la próxima mesa de diálogo.
En esta estación están viviendo amenazas por parte de personal de protección civil quienes les dicen que esta estación ya pertenece al Estado de México como amenaza para intimidarles.
“El momento que estamos viviendo quisiera nombrarlo como de transición. Estamos claras que necesitamos seguir el trabajo por nuestras familias, que no hay otra posibilidad para ellas, que es necesario que se siga movilizando y estamos viendo las posibilidades de transitar a otros espacios públicos porque tememos que la fuerza policiaca nos termine por dañar, y aunque vamos a resistir, empieza otro periodo de las mercadas”, concluye Tyrell.
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