Las elecciones de 2022 terminarán demostrando la podredumbre de los partidos políticos. Exhibirán de cuerpo entero un sistema político caduco, en el que el único incentivo de la organización y acción políticas es el dinero
Twitter: @chamanesco
Los partidos políticos están en tensión. Las decisiones de alianzas y candidaturas rumbo a las elecciones estatales del próximo 5 de junio han puesto a prueba su cohesión interna y la capacidad de sus liderazgos.
Y prácticamente todos están crujiendo.
En Morena, las candidaturas de Salomón Jara, en Oaxaca; Américo Villarreal, en Tamaulipas; Julio Menchaca, en Hidalgo; Marina Vitela, en Durango, y Mara Lezama, en Quintana Roo -decididas bajo el “democrático” método de las encuestas Mario Delgado y asociados- han provocado protestas de quienes no fueron favorecidos por el dedazo demoscópico.
Además, la designación de la exsúperdelegada Nora Ruvalcaba, en Aguascalientes, generó que el PT y PVEM rompieran con Morena y registraran por su cuenta la coalición “Juntos Haremos Historia en Aguascalientes”.
Así, mientras Salomón Jara trata de cohesionar a la base morenista que en 2021 arrasó en Oaxaca, la senadora Susana Harp -hija de uno de los empresarios más ricos e influyentes de Oaxaca- mantiene conversaciones con Jesús Zambrano, quien busca desesperadamente una cara conocida que abandere al PRD en la entidad.
La senadora y cantante ha dicho que ella no traiciona y que si no es con Morena no será candidata, pero ha recurrido al Tribunal Electoral alegando “igualdad sustantiva”, a la espera de que la Sala Superior le corrija la plana a Mario Delgado.
De la misma forma, en Quintana Roo, Durango e Hidalgo, las y los damnificados del “proceso interno” morenista también podrían terminar aportando a la boleta electoral un cuadro del que actualmente carecen los partidos de oposición.
Las cosas en Morena han llegado a tal punto que la expanista y excalderonista Maki Ortiz se siente con derecho a acusar a la dirigencia del partido lopezobradorista de simular procesos internos.
Inconforme con la encuesta que favoreció al senador con licencia, la exalcaldesa de Reynosa también ha recurrido al Tribunal Electoral para que éste le garantice su derecho a abanderar al partido del hombre al que durante décadas consideró un peligro para México.
Las cosas no están mejor en la oposición.
Basta escuchar las declaraciones del gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, para darse una idea de la impericia política del dirigente nacional del PRI, Alejando Moreno, alias “Alito”.
Fayad, uno de los cuatro gobernadores que le quedan al PRI, acusa a “Alito” de darle la espalda al priismo hidalguense al decidir que sea el PAN quien postule a la candidata de la alianza PRI-PAN-PRD en ese estado.
Lo más curioso es que dicha candidatura podría recaer en una priista: Carolina Viggiano, la astuta secretaria general del partido tricolor y esposa del exgobernador coahuilense Rubén Moreira, quien actualmente es coordinador de la fracción priista en la Cámara de Diputados.
El enredo familiar y político pinta al PRI de cuerpo entero.
En Oaxaca, el priista Alejandro Murat se ha negado a que su partido comprometa una alianza con el PAN y el PRD, partidos que en 2004 combatieron a su papá, José Murat, amenazándolo con meterlo a la cárcel, y que en 2010 llevaron a la gubernatura a Gabino Cué, un cuadro de Convergencia (hoy MC), que derrotó a Ulises Ruiz y que después encabezó otro gobierno desastroso para Oaxaca.
Mientras Murat se toma fotos navideñas con la dirigencia estatal priista, más de uno se pregunta quién será su candidata o candidato, o si de plano entregará la plaza a Morena, a cambio de una embajada.
En el PAN, según su dirigente nacional Marko Cortés, la única vela prendida es la de Aguascalientes, donde la diputada federal Teresa Jiménez Esquivel se perfila como la candidata que releve a Martín Orozco en la gubernatura.
En Tamaulipas, el polémico gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca se prepara para escribir su epitafio: la candidatura de su hermano, Ismael García Cabeza de Vaca.
La alianza “Va por México” sigue esperando un milagro -o una declinación morenista- para postular un cuadro relevante -o medianamente conocido- en Durango, donde la excalderonista Patricia Flores Elizondo -sobrina del panista Rodolfo Elizondo- ya se convirtió en la candidata de MC a la gubernatura.
En Quintana Roo, la desesperación del PRD -partido que se supone que gobierna la entidad con el neopanista Carlos Joaquín- lo ha llevado a cortejar al “Diamante Negro”, Roberto Palazuelos, una impresentable celebridad que tomó cursos de política en la escuela del “Niño Verde”.
Las elecciones de 2022 terminarán demostrando la podredumbre de los partidos políticos. Las precampañas, las campañas y los comicios exhibirán de cuerpo entero un sistema político caduco, en el que el único incentivo de la organización y acción políticas es el dinero.
Aceitados con miles de millones de pesos del erario, los partidos se han convertido en el botín de unos cuantos dirigentes que deciden candidaturas, mandan a hacer encuestas y contratan a sus amigos y familiares para jinetear las generosas prerrogativas que cada año se multiplican al ritmo del crecimiento de la población en edad de votar.
Si una reforma político-electoral va a corregir esa distorsión de nuestro sistema electoral, bienvenida la reforma. Si todo va a seguir quedando en manos de cúpulas partidistas millonarias, mejor no le muevan nada, y sigan simulando que México es una democracia.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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