¿Por qué a un animal que se admira y respeta se le da muerte en el ruedo? A lo largo de la humanidad el hombre se ha fascinado por los toros, todas las culturas que han convivido con ellos los han convertido en parte de su mitología. Los astados han desbordado siempre la imaginación. Hoy, las corridas de toros son el último gran ritual de sacrificio de la humanidad
@ignaciodealba
Hace unas semanas tuve una de esas grandes oportunidades que da el periodismo, por una conexión estuve algunos días en Londres. Ahí caminé una ciudad fantástica; parques, teatros, galerías y bibliotecas asombrosas. En una vista al British Museum encontré un par de piezas que especialmente me llamaron la atención. Dos gigantescos toros con cara de humanos, estas enormes esculturas formaban parte de la entrada de la antigua ciudad de asiria de Khorsabad.
Las piezas, de unos tres mil años de antigüedad, resguardaban la ciudad amurallada. En la mitología mesopotámica estos vigías gigantes mantenían a salvo a la ciudad de los malos espíritus.
En pueblos del mediterráneo también se veneró al toro y se le integró a las fiestas populares. En la mitología griega la muerte de minotauro por Teseo se relata como la primera lidia de la historia. Hércules también venció a un toro con aliento de fuego en Creta. Brincar cornúpetas, burlarlos y derribarlos formaba parte de festividades, el sacrificio de los animales ya era común.
Incluso los romanos bebían la sangre de los astados para adquirir fuerza y virilidad en la guerra. Aun hoy persiste la práctica de beber la sangre de animales en muchos pueblos. Alguna vez bebí sangre de iguana en Guerrero; el amigo que la ofreció me aseguró que le ayudaba a mantener largas jornadas en la albañilería.
Los toros encontraron su lugar definitivo en España, donde el medievo transformó los ritos alrededor del toro. En el siglo XVIII la fiesta adquirió estructura y se conservó reses bravas (Bos taurus ibericus). Las ganaderías se dieron a la tarea de mantener ejemplares bravos a través de la segregación mendeliana.
¿Por qué la lidia de toros sobrevive? ¿Por qué en México se sigue celebrando a este poderoso animal? El escritor Carlos Fuentes aseguraba que el toro es el único animal que puede desafiar al hombre. Nos devuelve a los temores atávicos. Nos fascina igual que fascinó a los hombres que vivieron en la Edad de Bronce o en la Grecia Antigua.
La corrida de toros es una celebración sobre la bravura del animal. No se busca despojar al toro del ímpetu natural. Se festeja que el astado sea indómito y salvaje. La bestia, que ha encarnado muchos de los mitos de la humanidad sale a la plaza. Aún en el siglo XXI ver a un toro salir a galope, con el estremecer de la tierra, listo para embestir, es uno de los espectáculos más fascinantes que pueda presenciar uno. Cuando acudo a la plaza compro boletos frente a “toriles” para no perder pizca de la salida del animal.
Además, el toro tiene nombre, está plenamente identificado. Incluso las ganaderías preservan las genealogías de sus animales. Como si se tratara de la una especie de aristocracia, los árboles genealógicos de algunos cornupetas se remontan a cientos de años.
Se celebra la naturaleza del animal, su pujanza para atacar al torero y a los caballos. Se aprecia su trapío, su nobleza, su belleza; el color, los cuernos, las patas, su temperamento. El peso y musculatura. Se quiere, se aplaude un animal poderoso, un animal que desafíe al humano. Desde luego se rechaza un animal dañado. No se ve a toro como a una víctima, se le considera un combatiente (contrario a los antitaurinos, que lo consideran víctima).
Si el toro, por su clase y bravura, es excepcional se le premia con el indulto. Se le perdona la vida y se le permite volver a la dehesa para preservar su descendencia.
Del torero se celebra su valentía, el sometimiento -con un capote- de la bravura. La inteligencia y la templanza. Un hombre que puede hace danzar a un animal de casi 600 kilos. Huir de la muerte con belleza. El traje de luces, bordados en seda, plata y oro. Un príncipe popular, dispuesto a morir para matar.
En el ruedo, los roles de género quedan abolidos.El torero seduce a la bestia con sensualidad. Pero también el torero mata con una estocada fálica. El público da piropos al ¿hombre? Hay algo de hermafrodismo. Como dice Sigmund Freud: “Todas las imágenes hermafroditas de los dioses expresan la idea de que solamente en la unión de lo masculino con lo femenino se produce la perfección divina”.
También se torea sobre caballos, la destreza del rejoneador sobre su animal es una muestra de la increíble conexión que pude tener el hombre con los animales. El caballo, que también ha cautivado a los pueblos que lo han acogido, juega como aliado del hombre.
La lidia de toros está llena de símbolos, se lleva a cabo a las 4:30 de la tarde. Una hora definitiva; cuando el día y la noche se enfrentan. Es una fiesta llena de supersticiones. En sí misma es una liturgia, hay quien acude con la misma ceremoniosidad a la iglesia que a los toros.
¿Es un enfrentamiento justo el del hombre contra el toro? No. Pero es un enfrentamiento leal. El filósofo Francis Wolff explica: “Pero que sea desigual no significa que sea desleal. Justamente, la demostración de la superioridad de las armas del hombre sobre las del animal sólo tiene sentido si dichas armas (el trapío, los pitones, la fuerza) son potentes y no han sido mermadas artificialmente. Esta es la ética taurómaca: una lucha desigual pero leal”.
No es un espectáculo que trate nada más sobre la muerte, si así fuera uno solo tendría que ir a un rastro para ver morir. Aquí se acude a una ceremonia, se acoge al heroísmo o la tragedia. Se asume que los que acuden a la plaza de toros son cómplices del sacrificio. Nadie espera más este momento que el propio ganadero, quien esperó cinco años para ofrecer sus mejores animales. El torero se prepara para la que podría ser la última presentación de su vida. Cuando se pone el traje de luces, lo acompañan familiares y amigos, en un tierno adiós antes de su llegada a la plaza.
En los rastros los animales mueren anónimos, en sitios sórdidos. Solo se le conoce como un pedazo de carne empacado en un supermercado. Se paga para no ver, se niega la complicidad de la vida del animal y de su muerte.
La plaza de toros es teatral. La gente viste -casi disfrazada- para ir a los toros. Según la plaza, se toma vinos, pulques, aguardientes, cerveza. Es una fiesta celebrada en muchos países: España (contrario a lo que se piensa no toda España es taurina), Portugal, Francia, Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela, México y más recientemente países como Estados Unidos o China han quedado cautivados con esta celebración. A pesar de la teatralidad, de la disposición de la música y del público., cuando sale el toro al ruedo todo es improvisación, no hay dos animales iguales.
La tauromaquia no tiene filiación política, tampoco religiosa; cada lugar la ha adaptado a sus propias circunstancia. La celebración “guadalupana” es únicamente mexicana. Incluso la fiesta tiene variaciones y reglamentos diferentes en cada región. En México hay un estilo singular, hay rejoneadores y toreros que adoptan sus propios regionalismos a la fiesta. La tauromaquia tampoco es patrimonio de ningún país.
Es una fiesta, las canciones hacen ecos en la plaza, El Cielo Andaluz es la música de la premonición de la muerte (del hombre o el toro). La tauromaquia ha dado pie a grandes creaciones artísticas, sus autores: Francisco Goya, Picasso, Eduard Manet, Joan Miró, Botero, Federico García Lorca, Prósper Mérimée, Ernest Hemingway Carlos Fuentes, por mencionar algunos.
Desde tiempos antiguos las corridas de toros han tenido detractores. La iglesia católica fue quizá uno de sus mas duros. Se excomulgó a los toreros que morían en el ruedo. “¿Por qué el hombre se mata solo por diversión?”, argumentó la iglesia. Cinco veces se emitieron bulas papales para prohibir las corridas (entre 1567 y 1596) Pero a pesar de las restricciones religiosas las corridas de toros prosperaron. La iglesia católica se tuvo que adaptar a los Pueblos del Toro. No es casualidad que diablo tenga pitones.
En México durante el gobierno de Benito Juárez y Venustiano Carranza la fiesta brava fue prohibida. En Ambos casos las corridas sobrevivieron. Los nacionalismos mal entendidos le han arrebatado la fiesta a diversos sitios, como Barcelona (2010). Aunque en la Cataluña francesa la fiesta brava se sigue celebrando.
Francia le ha dado a los toros algunas de las mejores defensas intelectuales.El filósofo Wolff tiene una de los respaldos más claros a la tauromaquia. En el documental Un Filósofo en la Arena el pensador explica: «Las identidades culturales locales, regionales y minoritarias donde se expresan las corridas de toros, son modestas pero decisivas formas de resistencia a la poderosa civilización uniformadora».
Aunque el propio Wolff cree que por motivos culturales el fin de la tauromaquia sucederá en los próximos años.
En años recientes se ha sobrepuesto una moda animalista para intentar acabar con las corridas de toros. El argumento defiende la vida de cada animal, individualmente, en lugar de procurar la preservación de la biodiversidad. Es como preocuparse por proteger la vida de cada rata, sin importar que esto pueda causar un desequilibrio en la naturaleza. El ecologismo plantea una preocupación más general; cuidar las ecologías y especies primero que a los individuos.
Paradójicamente los movimientos antitaurinos no han planteado una solución para preservar los toros bravos, por los que el fin de las corridas de toros también sería el fin de la especie.
Espero no cometer un exceso, pero cito por última vez a Wolff: “Los animalistas defienden que, como ‘todos somos animales’, deberíamos dispensar el mismo trato a los animales que a los hombres. Se equivocan. Es justamente porque el hombre no es un animal como los demás por lo que tiene deberes hacia ellos”.
***
En mi infancia mi padre tuvo hartos negocios, todos muy azarosos, en algún momento se decidió que poner un restaurante podía ser la lotería ganadora. No lo fue, pero en aquellos días acompañé a mi padre a un matadero de borregos. El sitio era lúgubre y triste. Una bodeguilla con montones de animales encerrados en un corral improvisado, la borregada se quejaba ¿de hambre?¿ansiedad? quien sabe… lo cierto es que el sitio era terrible. Quién sabe qué vida tuvieron aquellos animales. El propietario del lugar se dedicaba con algunos socios a dar muerte a aquellos animales. Se les amarraba y con un cuchillo se les degollaba. Aquella carne surtía varias carnicerías y restaurantes de la ciudad.
También por esos años fui a mi primera corrida de toros bravos, animales criados en libertad que morían en una plaza abierta. Ese mismo día un torero (de cuyo nombre no me acuerdo) sufrió una tremenda cornada que lo puso en peligro de muerte. La trayectoria del pitón estuvo a centímetros de perforarle la arteria femoral, lo que hubiera sido fatal.
En estos días de discusiones para la prohibición de la tauromaquia he reflexionado sobre las dos escenas. ¿Por qué la tauromaquia está en el ojo público y no los mataderos industriales? Estoy seguro que se debe a su violencia abierta, no se refugia en la hipocresía. Si el centro de la discusión fueran los animales el debate estaría centrado en las cadenas productivas de “proteína”.
Las reses mansas, utilizadas en la ganadería industrial nacen dentro de un proceso de producción muy rápido. Su destino es la engorda, para esto se les alimenta con granos y se le dan hormonas para que alcancen el mayor peso en el menor tiempo posible. Cuando llegan a un peso ideal, entre 500 y 600 kilos, se le manda al rastro. Aún cuando apenas tienen un año o dos.
El toro bravo es un animal que nace libre, se le conserva en bastos territorios. En esos sitios las mandas de animales protegen los entornos donde también ellos crecen.
Desde pequeño se les somete a pruebas, en las llamadas tientas, para seleccionar a los más bravos. En los libros las ganaderías clasifican a cada animal para saber cuáles tienen la suficiente bravura para ser lidiados, se les clasifica, se les da nombre y se prepara hasta el día en que llegan a la plaza. Algunos son mandados para novilladas, los mejores resueltos se mandan a las corridas de toros. Para esto el animal tiene entre cuatro y seis años. (solo entre el 5 y el 10 por ciento son lidiados)
¿Por qué a un animal que se admira y respeta también se le da muerte en el ruedo? Porque se le permite nacer, crecer y morir según su propia naturaleza.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona