Basada en la vida de Maricarmen Graue Huesca, la película Maricarmen, del director argentino Sergio Morkin cuenta la historia de una mujer con discapacidad visual en Ciudad de México. Un documental informativo, conmovedor y artísticamente acertado
Texto: Richard Godin
Foto: Tomada del trailer oficial
CIUDAD DE MÉXICO.- Maricarmen tenía 47 años cuando perdió definitivamente la vista. El 13 de diciembre, día de la celebración de Lucía de Siracusa, patrona de los ciegos. “Lo más difícil al principio es la ‘nada’ cuando el mundo está ahí”, dice Maricarmen. Aunque no nació ciega, sus ojos le fallan desde la infancia. Sus ojos se vuelven blancos a los tres meses. De médico en médico, diagnostican un glaucoma que se trata en Estados Unidos. Hasta el comienzo de “una intensa luz blanca” y finalmente el negro. “Nunca me sentí capaz de preguntarle cómo se sentía”, se lamenta la madre de Maricarmen. El documental, titulado Maricarmen, corrige el daño dando voz al protagonista.
El documental es una interpretación cinematográfica de la autobiografía Mirar mirándome (2019, La Tinta Del Silencio) de Maricarmen Graue Huesca, que se interpreta a sí misma. En esta historia, ilumina con sencillez y modestia. No hay nada malo en su propio carácter, como si las cámaras no existieran. Ella vive y nosotros observamos con asombro y admiración cómo se ducha, se viste, limpia o cierra la puerta. Tantas cosas triviales que de repente revelan una vida cotidiana difícil en un mundo no apto para ciegos. Maricarmen oscila entre las trampas (la divertida anécdota del atentado en el metro) y la solidaridad (la mujer que le ayuda a cruzar la calle).
“Siempre hay imágenes dentro de mí”. Convierte las voces que escucha en rostros. El sonido de los pájaros le recuerda los colores de los árboles. Si no puede ver, cuenta su historia a través de los sentimientos: incomprensión, miedo, tristeza, alegría… Entre la memoria y la imaginación, construye su mundo donde puede ser ella misma. Sin pretensiones. Sin su prótesis ocular, “un disfraz para el mundo que necesita una imagen convencional”. Sin luz para ver de noche. Sus sentidos cambian: “mi espejo son mis manos” y “mis orejas se convierten en mis ojos”. ¿Quizás sea ésta una de las razones de su pasión por la música ?
Su interés por la música fue despertado por su padre, que la animó a tocar el violonchelo. Fue una buena cosa, porque Maricarmen es ahora una violonchelista profesional. De joven tocó en una orquesta, pero la pérdida de un ojo (a los siete años) le obligó a memorizar las partituras completas de los conciertos. Ahora da clases particulares, escribe y forma parte de un grupo de música experimental. Es tan conmovedora que nos hace llorar, sobre todo durante una actuación para niños pequeños.
El trabajo artístico de Sergio Morkin es absolutamente espléndido. A través del desenfoque, el gris, el negro, el blanco brillante, el director plasma la visión del mundo de Maricarmen : “siempre dentro”. Nos permite comprender mejor y sumergirnos completamente en los pensamientos de la protagonista: sus amores, sus placeres pero también sus dudas. “No sé que quiero. Me gusta todo y no quiero nada”. Una confrontación desgarradora de una mujer que quiere vivir en un mundo que la ha dejado atrás por sus ojos perdidos.
La educación que le dieron sus padres fue difícil, pero le permitió rechazar siempre la victimización. La ceguera no es una discapacidad, siempre ha hecho lo que ha querido: tocar el chelo, bailar, correr, vivir sola, pintar, nadar en la naturaleza. “Tiene que demostrar que ella puede”, dice su madre. De ser una niña que no entendía por qué era diferente, se ha convertido en una mujer fuerte, brillante y vibrante. “Ha sido mi maestra por muchas cosas”, reconoce su madre, que nunca se lo dijo. Nosotros también podemos aprender mucho de ella y salir con una nueva visión del mundo. Porque en el país de las personas con discapacidad, hay que cerrar los ojos para entender.
Maricarmen, Sergio Morkin, con Maricarmen Graue Huesca, Carmen Huesca Rodríguez, México, 2019. Dur. : 76 mins.
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