Los moradores hicieron una ceremonia, posiblemente en el siglo XVI para dar testimonio del fin del “ciclo de sus vidas y su civilización”.
@ignaciodealba
Mientras se festejaba el quinto aniversario de la toma de Tenochtitlán, un grupo de arqueólogos encontró lo que alguna vez fue la vivienda de una familia mexica que sobrevivió a la invasión española. El hallazgo ocurrió muy cerca del Centro de la Ciudad de México, en los alrededores de la emblemática Plaza Garibaldi. La plaza es famosa porque la gente suele reunirse a escuchar mariachis.
Según el equipo de salvamento arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), los habitantes de aquella casa realizaron un significativo ritual.
Los moradores hicieron una ceremonia, posiblemente en el siglo XVI (entre 1521 y 1610) para dar testimonio del fin del “ciclo de sus vidas y su civilización”.
En un comunicado emitido esta semana, el INAH explicó que en la ofrenda se hallaron restos óseos y 13 sahumadores policromos con figuras de serpiente. En los recipientes había resinas, que seguramente fueron quemadas en el ritual.
Localizada a poco más de cuatro metros de profundidad, la ofrenda estaba recubierta con varias capas de adobes bien consolidados para mantenerla fuera de miradas ajenas. Esto es indicativo del temple de aquellos mexicas que permanecieron en Tenochtitlan tras la toma de la ciudad por Hernán Cortés.
La coordinadora de este rescate arqueológico, Mara Abigaíl Becerra Amezcua, dijo al INAH que este hallazgo es importante en el marco de los “500 años de resistencia indígena”, como bautizó al 2021 el gobierno de México.
La investigadora comentó que su equipo ha trabajado desde septiembre en el domicilio, ubicado en el Eje Central Lázaro Cárdenas. El lugar esta ubicado en lo que fuera Tezcatzonco, un barrio menor de Cuepopan-Tlaquechiuhca, una de las cuatro parcialidades que integraban Tenochtitlan. El descubrimiento ayuda a confirma el carácter sagrado del barrio.
De este lugar procedía también el sacerdote que encendía el fuego nuevo cada 52 años en el santuario del Huizachtépetl (Cerro de la Estrella). Era un momento que marcaba el desenlace y la inauguración de un ciclo de la vida.
Los cimientos del complejo habitacional mexica se encontraron en la parte media del predio (de 500 metros cuadrados de extensión). Ahí, el Instituto Nacional de Vivienda preveía un proyecto constructivo con una cimentación profunda y la instalación de un par de cisternas. Pero un sondeo se encontró el espacio arqueológico a base de tezontles y adobes.
La vivienda tenía un patio interior (donde se localizó la ofrenda de clausura), una estancia y un corredor que conecta a cinco habitaciones. Los cuartos mantienen parte de sus estucos originales en pisos y en muros. Uno de ellos fue cocina, como se dedujo por el registro de un tlecuilli o fogón.
El espacio es muy parecido a Manzanares #25, “la casa más antigua de la ciudad”.
Mara Becerra precisó que la vivienda tuvo modificaciones espaciales y arquitectónicas en al menos dos momentos: el Posclásico Tardío (entre 1325 y 1521 d.C.) y la ocupación española (entre 1521 y 1610 d.C.)
Si bien estuvo destinada a las actividades domésticas, el hallazgo de omichicahuaztlis (instrumentos musicales de hueso), flautas y ocarinas, indican que ahí hubo diversos rituales.
La disposición, cantidad y calidad de los materiales que componían la ofrenda de la casa reafirman el sentido sagrado del lugar. Se encontraron 13 sahumadores, una copa pulquera de base trípode, cinco cajetes, un plato y una olla de cuerpo globular sobre la que colocaron cuatro vasijas a modo de tapa. En el interior de esta última se detectaron restos óseos cremados —una costumbre funeraria extendida en el mundo mesoamericano—, posiblemente de un infante; aunque esto habrá de comprobarse mediante la microexcavación de las cenizas.
“El conjunto de 13 sahumadores (el número 13 aludía a los niveles del cielo) expresa un simbolismo particular, ya que fueron dispuestos en dos niveles y en dos orientaciones distintas: unos en sentido este-oeste, y otros en dirección norte-sur, como una evocación de las 20 trecenas que conformaban el tonalpohualli, el calendario ritual mexica de 260 días“, dijo la investigadora.
“Las características de los sahumadores también refuerzan la concepción nahua del universo. Por ejemplo, la cruz calada de las cazoletas de los sahumadores representa el quincunce, símbolo del axis mundi».
Los mangos huecos en colores rojo, negro y azul (que servían de instrumento de viento), y su remate con la representación de la cabeza de una serpiente de agua «remiten a las fuerzas del inframundo».
Además, los tipos cerámicos hallados (lozas Azteca Bruñida y Roja Bruñida) se asocian a los periodos de contacto español y virreinal temprano. Eso “nos permite interpretar este contexto arqueológico como evidencia de una ofrenda que se dispuso en las primeras décadas, tras la invasión de Tenochtitlan, como parte de un ritual de clausura del mismo espacio, un acto esencial para la cosmovisión tenochca”, aseguró la arqueóloga.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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