Tras 12 años en el poder, la derecha perdió el gobierno de Honduras. Las elecciones del 28 de noviembre fueron las más concurridas en su historia y aunque se implementó un sistema tecnológico que prometía blindarlas de un posible fraude, cuatro días después, aún no se tienen resultados consolidados
Texto: Alex Sierra R. / Twitter @Aleksbta
HONDURAS.- Dos mujeres dialogan en un café del aeropuerto en Tegucigalpa mientras dejo el país luego de las elecciones. Una de ellas dice: “yo no veo a mi tía desde el golpe, ella se fue para Estados Unidos por esos días, y sigue allá… Y fíjate, ¿cuándo iré yo por allá?”. Esa conversación refleja una crisis humanitaria derivada de la corrupción y la violencia; cerca de un millón de personas han salido de Honduras buscando un futuro distinto en Estados Unidos. La mayoría lo dejó todo. Muchos llevaron consigo sus hijos, niños y niñas agotados y hambrientos, que recibieron de Estados Unidos el peor de los tratos posible; y obligaron luego a México encabezado por el alternativo gobierno de Andrés Manuel López Obrador a que fuera a su vez el policía migratoria de quienes buscan abrirse paso hacia el norte.
La crisis de Honduras es la crisis de todo un continente. A la inestabilidad política y la enorme corrupción, se suma el pragmatismo de la política externa de Estados Unidos. Con tal de erradicar cualquier cosa que huela a izquierda, o que comprometa intereses estratégicos, no han dudado en hacer pactos con el diablo, desestabilizar gobiernos, apoyar paramilitares o promover medidas tan brutales como la llamada guerra contra las drogas.
La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca no cambia la política externa de Estados Unidos, ni para Honduras ni para el resto del continente. Cabe recordar que Biden desde el Senado fue el artífice del Plan Colombia. El resultado se cuenta en 8 millones de personas desplazadas y más de 120 mil desaparecidas, con una virtual impunidad para los grupos armados legales e ilegales. La intervención militar solo amplió el número de víctimas y creó un laboratorio para la región.
La pandemia de covid dejó debilitadas la mayor parte de las economías del mundo. En el ámbito interno de Estados Unidos, dejó en evidencia el colapso del sistema de salud y una enorme demanda de bienestar que el actual modelo no puede ofrecer. Señalar la causa de los problemas fuera del país sigue siendo una estrategia recurrente. Irán, los narcotraficantes o los migrantes hacen parte de esa lista de “grandes” problemas para orientar la mirada hacia otra parte.
Honduras no podía permitirse un nuevo fraude. Desde nuestra llegada como observadores internacionales el ambiente era sumamente tenso. En todos los espacios posibles nos hablaron del riesgo de fraude, de la violencia que detonaría y de la escandalosa corrupción que lanzó una cantidad histórica de votantes a las urnas el pasado 28 de noviembre.
Viajé desde Colombia e integré una delegación de la sociedad civil conformada por más de 80 jóvenes hondureños(as) y 48 personas de Estados Unidos, México, Colombia y Suecia; viajamos luego a varías regiones del país incluidos Departamentos en las dos costas, áreas fronterizas con El salvador y Guatemala, y la ciudad de Tegucigalpa. Todas las personas que hicimos parte como observadores internacionales pagamos nuestros boletos de avión, y trabajamos de manera voluntaria.
En mi caso viajé tres horas hasta el Departamento de Choluteca desde Tegucigalpa, junto con un par de extraordinarias periodistas de México; visitamos diversos puntos de votación y concentramos nuestra observación en la Escuela 18 de noviembre en un sector popular de la capital del Departamento con una población cercana a los 170 mil habitantes, donde votaron 3.604 personas.
El sábado 27 legaron a cada uno de los puntos de votación la “maletas electorales”, cajas de cartón con todos los documentos, votos y un dispositivo electrónico para reconocer las huellas digitales, verificar los documentos de identidad recientemente cambiados y tomar fotografías a los votantes. Verificamos inicialmente en 8 escuelas que se hubieran entregado esas maletas electorales por las fuerzas militares, que las tenían custodiadas en escuelas a lo largo de todo el país. Es muy paradójico que sean justamente los militares los que se encarguen de “proteger la democracia”.
Inevitablemente para mí como colombiano, me recuerda que en uno de los momentos más oscuros de nuestra historia, y mientras los militares retomaban a sangre y fuego el palacio de justicia, luego que la guerrilla del M-19 decidiera tomarse a su vez la corte suprema de justicia para hacerle un supuesto juicio político al entonces presidente, un militar respondía a los medios: acá estamos “defendiendo la democracia, maestro”. De esa “defensa” aún hoy se buscan los desaparecidos que salieron con vida y fueron luego torturados y asesinados por los militares.
La presencia de las armas, la fuerza y el autoritarismo son en definitiva una antítesis de eso que queremos llamar democracia.
Volviendo a Choluteca Honduras, desde muy temprano y antes de salir el sol, el domingo 28 ya estaban listos todos los participantes que llevarían a cabo la operación de las elecciones en cada una de las Juntas Receptoras de Votos (JRV), que en esa escuela serían 17.
A la entrada de la escuela desde antes de las 7:00 ya había una larga fila, se instalaron ventas de alimentos y varias carpas de partidos políticos como el Partido Nacional de Honduras o el Partido Libertad y Refundación, o simplemente “el Libre”. Unas horas más tarde llegarían los amplificadores y la música, era toda una tensa fiesta, cargada de color y un permanente flujo de personas.
Se había dicho que en el sitio web dispuesto por el Consejo Nacional Electoral se podría verificar con el DNI en qué Junta podría votar cada persona. Me resultaba totalmente insólito que no estuvieran los listados impresos al ingreso de la escuela, y que se remitiera a las personas a una aplicación cuando el común de ellas ni tiene acceso a la tecnología ni tiene planes de datos en sus teléfonos. Las personas al entrar a la escuela debían entonces ir de aula en aula buscando dónde debían votar, eso sin duda genera un gran desorden y una enorme oportunidad para que los activistas de partidos políticos busquen “ayudar” a llevar a cada persona hasta el aula donde debían votar.
Desde el día anterior se nos había dicho que llegarían unos “kits tecnológicos” (scanner para digitalizar las actas que se habían levantado de cada resultado, una impresora para imprimir copias a cada una de las personas que representan a los partidos políticos, un modem para el acceso a internet y una computadora portátil con el software que digitaliza y permite registrar los datos ante el Consejo Nacional Electoral – CNE). Teníamos una gran preocupación que dichos kits no llegaran porque podría leerse como un nuevo intento de fraude y eso detonaría los ánimos.
Fuimos hasta el punto de acopio de las “maletas electorales” a las 10 de la mañana, y nos dijeron que los “kits” ya habían llegado, pero los estaban llevando los militares a los municipios más distantes del departamento, nos dijeron que tenían plazo de entrega hasta las 7:00 de la noche cuando los jurados enviarían la primera acta de resultados: las votaciones presidenciales. Luego serían enviados los resultados de las elecciones a cada Alcaldía y al Senado.
Al ver que los “kits” ya no estaban allí, fuimos a buscarlos escuela por escuela, era como perseguir un fantasma. Finalmente, sobre las 3:00 de la tarde llegamos a una escuela donde estaban los dichosos aparatos, por fin: ¡Eran reales! Sin embargo, nos informaron que no podían probarlos y que solo hasta las 7:00 cuando se activara el software, todos sabríamos si era cierto que se trasmitirían los resultados en tiempo récord.
Nos devolvimos a la escuela donde estaríamos concentrados en la observación del proceso, y en un pequeño cuarto para los profesores, se habían instalado tres “kits” tecnológicos, los técnicos designados sudaban a mares porque al calor de esta ciudad de Honduras, se sumaba el bochorno de los aparatos, y el obvio estrés que genera estar al frente de enviar todos los resultados.
A las 7:00 de la noche llegó la primera acta, se escaneó pero al imprimir las 10 copias al unísono las impresoras fallaron, se atascaba el papel una y otra vez, lo que hizo muy largo el proceso. En whatsapp llegaban mensajes de otros técnicos en diferentes puntos del departamento, no era un hecho asilado: las impresoras venían con un error que solo permitía imprimir una página, la sugerencia era cancelar el documento, y volver a imprimir.
Se inició la digitalización de las actas, afuera los ánimos eran acalorados, los gritos de las personas que preguntaban por qué tanta demora en la trasmisión de los datos, hasta que llegó la aparente calma con el anuncio de los primeros reportes que ya mostraban la ventaja de Xiomara Castro por encima de Nasry Asfura del Partido Nacional, y quien se hace llamar “papi”, pues en este caso definitivamente fue la “mami” Xiomara, como decían algunas personas con risas, la que llevaba la ventaja y se hizo presidenta.
Fue un trabajo titánico de toda la noche, los equipos de técnicos decidieron trabajar a relevos, mientras unos avanzaban a paso de tortuga por unas impresoras ineficaces, pero aparentemente nuevas, otros dormían. Muchas personas estaban en vigilia, los miembros de las Juntas Receptoras, los equipos técnicos, los activistas que estaban verificando que los votos se contaran y las actas se enviaran, los transportadores que debían luego llevar las maletas y los “kits” inoperantes de vuelta a los puestos de acopio. Todo un enorme talento humano admirable, que se caracterizaba por su edad, gente muy joven de menos de 30 años incluidos los militares: tal vez la generación que vio partir a sus familias luego del golpe y como resultado de la corrupción.
La moraleja de esta historia es que por confiable que pueda resultar la tecnología, son son las personas quienes hacen la magia y en Honduras la hicieron: salieron masivamente a votar para remontar una historia de violencia y de mezquindad política. No puedo definir nuestro sentimiento de otra forma que no sea admiración, un pueblo que esta dispuesto a caminar miles de kilómetros por lo que considera justo, y que merece un futuro distinto. El desafío es que el nuevo gobierno sea capaz de recoger las enormes expectativas que tienen los hondureños en esta nueva fase de su historia.
* Esta Misión Internacional de observación electoral fue posible gracias al valioso liderazgo de organizaciones como el Centro de Estudios para la Democracia – CESPAD, la Plataforma Juvenil Electoral y Global Exchange, que desde los Estados Unidos se sumó a esta importante labor de trabajo cooperativo y solidario.
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