11 noviembre, 2021
Tenemos que repensar nuestra forma de entender la inclusión de los otros para revertir las deserciones escolares en las comunidades indígenas. Replantear los derechos humanos a partir de la solidaridad, para caminar juntos con los niños y jóvenes indígenas que esperan una computadora en sus escuelas para continuar con sus estudios
Twitter: @KauSirenio
Durante la pandemia de la covid-19, los niños y jóvenes indígenas se vieron afectados por falta de equipos de cómputo y celulares para acceder a sus clases virtuales. Muchos de ellos se vieron obligados a dejar sus estudios para insertarse al campo laboral ante la falta de condiciones para continuar con su formación académica.
Las carencias que los estudiantes indígenas enfrentaron no solo fueron las de equipos de cómputos y celulares, sino que les hizo falta el internet, telefonía celular, energía eléctrica y transporte para llegar a las comunidades más cercanas para recibir las clases.
Pese al llamado de auxilio de los jóvenes indígenas a los municipios, estados y federación para que les dotaran de tecnología, no hubo respuestas. Los estudiantes que lograron terminar el ciclo escolar fueron pocos, porque la deserción escolar llegó a 50 por ciento en algunas comunidades indígenas.
En enero de este año hice un reportaje en varias comunidades indígenas de la Costa Chica de Guerrero, para Pie de página.
En ese viaje platiqué con el profesor Arnulfo Rómulo Evangelista quien trabaja con los niños na savi de Cuanacaxtitlán, municipio de San Luis Acatlán, Guerrero. El maestro rural contó en ese encuentro, los problemas que tienen los niños en la comprensión de lectura. Además, no hay acceso a internet.
“Aunque tuviéramos internet en el pueblo, eso no garantiza que los niños puedan tener clase como debe de ser, porque muchos de los padres de familia tienen su propia tarea en la casa. El papá está apurado con la cosecha de maíz, mientras que la mamá tiene que preparar la comida para los peones que están trabajando en el campo” compartió Arnulfo Rómulo.
En la comunidad donde trabaja Rómulo Evangelista hay tres preescolares, cuatro primarias, una secundaria técnica y un Colegio de Bachilleres por Cooperación, sin embargo, aquí no hay internet ni espació donde los niños y jóvenes puedan trabajar. Hace falta computadoras, tabletas y celulares con capacidad para clase en línea.
Para hacer su tarea, los estudiantes tienen que pagar ficha de internet que va de diez a cien pesos, caso contrario no podrán ser evaluados por sus profesores, y como consecuencia viene la deserción escolar como ha ocurrido casi en todas las comunidades indígenas.
En otro extremo de Guerrero una madre de familia habla del conflicto que sus hijos enfrentan en ante la falta de herramienta para las clases virtuales: “Aquí el maestro, solo viene a dejar tarea y se va. Dejó un número de celular para estar en contacto con él, pero no contesta cuando le marco para que me ayude a resolver las dudas que tengo con la matemática, porque yo no sé leer y menos le entiendo a los números”.
En Jicayán de Tovar, municipio de Tlacoachistlahuaca, en los límites de Guerrero con Oaxaca, los niños juegan en el patio de la casa de María Palacio, una madre de familia que se las ha ingeniado para ayudar a sus hijos con el trabajo escolar.
Aquí, como en otras comunidades indígenas, el problema que enfrentan los niños y jóvenes indígenas es el mismo. A pesar que nuestra carta magna se reformó para incluir a poblaciones minoritarias al mismo parámetro de derecho con las zonas urbanas, la barrera cultural es bastante amplia para las comunidades rurales, háblese de pueblos indígenas o afromexicanos, las desigualdades son un abismo que tenemos que superar.
Ante esta situación tenemos que empezar a repensar nuestra forma de entender la inclusión de los otros a nuestros espacios para revertir las deserciones escolares en las comunidades indígenas. Replantear los derechos humanos a partir de la solidaridad, para caminar juntos con los niños y jóvenes indígenas que ahora esperan una computadora en sus escuelas para continuar con sus estudios.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
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