Un grupo de mujeres latinoamericanas llevaron bordados de árboles a la gran cumbre del clima. No es un llamado a los poderosos, es un llamado a la gente. Para entretejer nuevas formas de relacionarnos y combatir el cambio climático a pesar de “los grandes señores de la COP”
Texto: José Ignacio De Alba e Isabel Briseño
Fotos: Isabel Briseño, José Ignacio De Alba y cortesía
GLASGOW Y CIUDAD DE MÉXICO.- Un centenar de mujeres recicló telas viejas para convertirlas en obras de arte. Desde sus casas y durante los meses de confinamiento se organizaron para traer a la cumbre climática una forma de protesta, Dora Napolitano lo llama “un mensaje de optimismo tenaz”.
En el Centro de Arte Contemporáneo de Glasgow se exhiben un centenar de bordados, la mayoría traídos de Latinoamérica. Napolitano, que encabeza la iniciativa Zurciendo el Planeta, explica que no solo se trata de exponer bordados, la exposición es una invitación para entender la vida de otra forma: “Todos los que vivimos en el planeta tierra tenemos que ser ambientalistas, tenemos que preocuparnos por la tierra que nos sustenta”.
Durante la manifestación más importante que se ha llevado a cabo durante la COP26, Nora, en nombre de su colectivo, marchó con decenas de bordados. Las otras integrantes de su equipo no pudieron viajar debido a lo caro que resulta Glasgow en estos días, además de las duras restricciones que tiene Reino Unido para sus visitantes. Pero aún así Dora logró que algunos voluntarios le ayudaran a llevar su mensaje.
“No podemos quedar esperando a los grandes señores de la COP26. Más bien hay que empezar a construir las comunidades que queremos ver”.
Dora Napolitano.
La mujer relata que la idea es hacer conciencia en la gente, “estas reuniones que ya se hicieron 26 veces no han logrado gran cosa. Parte del fracaso de estas reuniones es que la gente no está entrada de la gravedad del problema”
La multitudinaria marcha de este sábado en Glasgow se vivió en un ambiente de carnaval. “Lo que tenemos que hacer es encontrar la alegría para poder actuar, porque la depresión paraliza. El tema está para deprimirse, pero por eso necesitamos juntarnos”, destaca Nora…
Y cuando Dora dice “juntarnos” se refiere a bordar. La mujer relata que a un nivel es una acción que puede ser meditativa y tranquilizante. Pero que los retos derivados del cambio climático necesitan de todas las personas actúen por el planeta, por eso bordar acompañados puede ayudar a estar sincronizados.
-¿Por qué un árbol?
-Lo que se busca decir es que seamos más como un bosque. La idea de trabajar en colaboración es que todos podamos crecer y tener una mejor vida, promoviendo que los demás tengan una mejor vida. En la sociedad que tenemos ahorita unos crecen muchísimo, se hacen enormes y poderosos mientras otros se quedan empobrecidos y marginados y no tendría por qué ser así. Todos podríamos vivir mejor.
Para la mujer los bordados reflejan la diversidad de un bosque real, de la diversidad humana. Y también de la forma en la que debemos responder al cambio climático. “No hay solo una solución y no se le puede imponer a nadie”.
Dora relata que Zurciendo por el Planeta promueve la concientización, en torno a la composta, a consumir menos, a reutilizar. “O sea es importante separar tu basura, pero es más importante reducir nuestro consumo, no solo separarlo bien”.
Antes de la COP26, varias bordadoras mexicanas pusieron manos a la obra para que su obra fuera expuesta en Glasgow. Reunidas en Ciudad de México se dedicaron al “artivismo” con la idea de comunicar la necesidad de un cambio urgente.
Gabriela, psicóloga de formación, cuenta que ella nunca antes había bordado, hasta que conoció a Dora, la representante de la colectiva, en un chat y se interesó por la información que enviaba. Así, se sumó a la iniciativa porque vio una forma “muy humana y creativa de levantar la voz».
“Lejos de ser una protesta agresiva, llena de enojo, ésta es una forma de alzar la voz desde la colectividad y entendiendo que cada una suma. Si algo hemos hecho los humanos, ha sido utilizar la parte creativa, pero para destruir. Este proyecto hace lo contrario”, dice Gabriela.
A unos metros de Gabriela, concentrada exclusivamente en los hilos y las agujas, Ximena, de 9 años de edad, dice con su voz dulce que su deseo es inspirar a otros niños y niñas a realizar su parte para cuidar el planeta.
Con su bordado plasmó un árbol que, presume, no existe. Lo creó con hojas de muchos colores y le llamó el árbol arcoíris, porque siembra mucha esperanza de salvar el mundo.
“Destruimos lo que nos dieron, no lo cuidamos ni lo valoramos”, dice Ximena preocupada.
A las niñas y niños, Ximena les dice que aun cuando no puedan hacer algo de grandes dimensiones, que hagan lo posible. Uniéndose todos esos pequeños cambios, se logrará uno grande, comenta. Por eso ella, dice, no tira basura, cuida el agua, siembra plantas en su casa y alimenta a los pajaritos.
Así como aprendió a bordar con las enseñanzas de su mamá y su abuelita, Ximena dice que los adultos deben ser el ejemplo y quienes enseñen a los menores a proteger y valorar el planeta.
-¿Cómo te imaginas que va a estar el mundo dentro de 50 años?- se le pregunta.
-Si seguimos así, ya no va a haber vida, ni plantas, no creo que resista mucho más. Cuando veo gente tirando basura, me da tristeza y enojo, no piensan que no solo daña a los demás, a todos nos afecta.
Irene, otra integrante de la colectiva, dice que hay que reflexionar sobre lo que estamos haciendo como humanidad con el planeta y sus consecuencias.
-¿Qué evita la reflexión?
-Las inercias y la mercadotecnia nos ha enseñado que el modelo de consumo es “úsese y tírese”. El bombardeo constante en todos los medios de comunicación abona para que muchas personas no se permitan hacer la reflexión, la pandemia dio una pequeña oportunidad de mirar un poco pero no todo y se necesita hacer mayor énfasis para que se asuma la necesidad de un cambio en nuestro modelo de vivir.
Ana, mamá de Ximena, dice que el bordado la ha unido mucho a su hija Ximena. Dice que les da calma y satisfacción por saber que hacen algo. Mientras bordan conversan y reflexionan. Para ella, ha sido una oportunidad para compartir con su hija los conocimientos que tiene sobre el tema con la intención de generar una responsabilidad y una conciencia por el planeta. “Tenemos que transmitir la obligación y la necesidad de cuidar las especies con las que cohabitamos”.
Para que la gente tenga conciencia hace falta conocimiento, dice Ana. No se refiere a un conocimiento científico, sino al que se hereda de padres a hijos. ¿Cómo se ama algo que no se conoce? Se cuestiona. Actualmente, añade, niños y niñas crecen entre cuatro paredes pegados a los dispositivos móviles, eso no les permite salir, correr, abrazar a los árboles, ya no aprecian la naturaleza y por ende no le dan un valor.
“El sistema ha deshecho el tejido social, estamos muy desconectados unos de otros, si bien influye el tema educativo y el socioeconómico, la desconexión que sentimos del prójimo, nos impide retomar lo que ya funcionaba”, dice Ericka, otra de las bordadoras, cuyos familiares, al verlas tan activas, también comenzaron a interesarse.
“El interés debería ser generalizado porque todos sabemos que estamos en crisis”, recalca Ericka, “si bien es cierto que las grandes empresas contribuyen sobradamente a la contaminación mundial, en nosotros está la tarea de reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo”.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona