8 noviembre, 2021
En la COP26 se dedicó un día entero a discutir cómo paliar las pérdidas y los daños ocasionadas por el cambio climático en países pobres; sin embargo, los países ricos eluden su responsabilidad histórica al respecto y ahora generan una dependencia de las naciones con menos recursos que reciben fondos para mitigar los daños ambientales
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Karwai Tang/ UK Government
GLASGOW, ESCOCIA.- El tema no es nuevo, de hecho, se ha discutido en las últimas siete COP, pero aún así, nadie parece querer responsabilizarse de cómo se puede atender frontalmente. En los últimos días países como Reino Unido, Estados Unidos, Dinamarca e incluso Escocia prometieron destinar más recursos a los fondos de adaptación, pérdidas y daños, sin embargo, la forma en cómo los países pobres pueden tener acceso a estos fondos aún no termina de definirse y depende de las alianzas y negociaciones que puedan entablar con otros países.
En la 19 Conferencia de las Partes de Varsovia, en 2013, se acordó que para 2020 debía existir un fondo de financiamiento al que los países más desarrollados debían destinar 100 mil millones de dólares anuales para que los países menos desarrollados pudieran lograr tres objetivos: mitigar sus emisiones de gases de efecto invernadero asegurando su desarrollo, adaptarse a los efectos que el cambio climático pudiera tener en sus comunidades (como inundaciones y desastres causados por eventos climáticos cada vez más catastróficos) y pagar por los daños que éstos pudieran ocasionar (como la pérdida de biodiversidad o el desplazamiento forzado. Esta meta se trasladó al 2025.
Durante la COP 26 de Glasgow no solo se esperaba poder cumplir las expectativas de financiación acordadas en 2013, mismas que aún no llegan a la meta deseada. También se esperaba que en la agenda se discutieran los mecanismos bajo los que deben funcionar, pues hasta el momento no existe ninguno.
A pesar de que estos fondos ya operan, el dinero se destina principalmente a medidas de mitigación, que ayudan a los países a emitir menos gases de efecto invernadero. Aunque es bueno ayudar a que los países menos desarrollados corten sus gases contaminantes, estos son los que tienen las menores tasas de emisión, que se concentran en los países más desarrollados. Por el contrario, son los que más afectados son por sus efectos. Por eso mismo se necesitaría aumentar los fondos para adaptación, pérdidas y daños, a los que menos se destina dinero. Actualmente la mitigación concentra dos terceras partes del dinero del fondo.
De alguna manera, que los países de mayores ingresos se comprometan a pagar por las pérdidas y daños los obligaría a aceptar indirectamente sus responsabilidades históricas en el daño climático; un tema que se evade a toda costa.
Hasta antes de la cumbre de Glasgow la meta de los 100 mil millones de dólares anuales no había llegado ni a la tercera parte de lo comprometido. Al inicio de la conferencia Reino Unido prometió aumentar su financiamiento a este fondo en 390 millones de dólares; también Estados Unidos y Canadá anunciaron un incremento en sus aportaciones. Noruega prometió triplicar estos fondos, mientras que Japón y Australia se comprometieron a duplicar sus aportaciones.
Más allá de lograr la meta de los 100 mil millones, aún falta dotar de un mecanismo de precios para destinar estos fondos, pues aún no son parte de ningún tipo de monitoreo, explicó en entrevista Adrián Martínez de la organización costarricense La Ruta del Clima, quien ha seguido estas negociaciones desde que iniciaron.
“Para seguir el rastro de las pérdidas y los daños se necesita cuantificar cómo se hicieron las afectaciones en dichos países, establecer formas de reparación y mandatar una serie de responsabilidades para establecer una ruta de financiamiento. No hay forma de hacer esos vínculos y esto es una forma de que los países desarrollados evadan sus responsabilidades al respecto”, aseguró Martínez.
Por si fuera poco, este financiamiento se podría traducir en una forma de colonialismo ambiental, pues los países que lo reciben generan una dependencia de los países poderosos, quienes definen las reglas de cómo se debe usar ese financiamiento, explica Martínez.
Para ilustrarlo, pone el ejemplo de Costa Rica, en donde todos estos fondos se enfocan a los temas de mitigación, a pesar de que es un país que tiene una emisión mínima de gases de efecto invernadero y que necesita más dinero para la adaptación y los daños.
“Esto obliga a las comunidades que reciben este dinero a tomar inversiones que nunca les preguntaron si necesitaban para temas como reforestación o sustitución de cultivos. Sí, eso se transforma en un tipo de colonialismo”.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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