Estas son las experiencias del director Mitl Valdez al adaptar obras literarias de Juan Rulfo para el cine. El director Mitl Valdez no se conformó con trasladar los eventos literarios al cine; sino que, en su lugar, se apoyó en ellos para desarrollar un estilo vanguardista
Texto: Gene Cruz / Lado B
Fotos: Tras el horizonte, Los Confines | YouTube
PUEBLA.- “No debí matarlos a todos; al menos, no a todos”, piensa José Alcancía mientras huye de su perseguidor, justo al soltar su machete ensangrentado en medio de un frío matorral. Con líneas como esta, el director Mitl Valdez adaptó El hombre de Juan Rulfo en la película Tras el horizonte, de 1983.
Esta película del cineasta mexicano —junto con Los confines de 1987— sobresale por haber sabido capturar la esencia de la narrativa del escritor, y no haberse conformado con transcribir fielmente sus palabras.
Tanto Tras el horizonte como Los confines, fueron recientemente restauradas y presentadas en la Cuarta Muestra Internacional de Cine Rescatado y Restaurado (Arcadia), ocurrida a inicios de este mes; en este marco también se realizó una mesa redonda donde el realizador junto al director general de Filmoteca UNAM, Hugo Villa Smythe, y Douglas Weatherford, profesor de Literatura latinoamericana en Brigham Young University, dialogaron acerca de sus producciones.
La primera de las realizaciones, Tras el horizonte, se apropia del cuento El hombre, incluido en El llano en llamas que, de acuerdo con el académico James E. Holloway, hace manifiesta la capacidad del ser humano para obrar con intenciones deleznables.
En la narración, vamos descubriendo, párrafo a párrafo, que el perseguidor busca vengar el asesinato de su familia, cometido por José Alcancía. Este la había ejecutado como represalia por el homicidio de su hermano, del cual era responsable aquel otro.
“Se estuvo estirando y aflojando su humanidad (…) Luego se enjaretó la camisa y los pantalones agujerados. Vi que no traía machete ni ningún arma. Sólo la pura funda que le colgaba de la cintura, huérfana”, dice uno de los personajes en El hombre.
Así, a través de sus relatos, Rulfo (1917-1986) abordó temas como la muerte, la pobreza y la violencia, con un lenguaje que escondía su sofisticación.
Por su parte, el mediometraje —de 45 minutos de duración— expone la expresión rulfiana de manera audiovisual no sólo mezclando recuerdos y hechos presentes sin sacrificar la coherencia de la trama, sino incluyendo los diálogos creados por Rulfo, a modo de monólogos introspectivos: oímos los pensamientos de los personajes cuando aparecen en cámara sin que se les vea hablando.
“Te esperaré aquí. Aprovecharé el tiempo para medir la puntería, para saber dónde te voy a colocar la bala”, dice el perseguidor, tanto en el cuento, como en Tras el horizonte; no sin antes haber iniciado el rastreo de su víctima.
Por otro lado, un ejemplo de las adaptaciones que puso en práctica Valdez para preservar el sentido coloquial en la producción es que, mientras en El hombre este sujeto sigue las huellas de pies planos con “un dedo de menos” en la extremidad izquierda, en la realización fílmica es más claro mencionar que dicha persona está al acecho de alguien que camina “chueco” con el pie derecho.
Igualmente, el director ocupó encuadres que cortan paisajes e individuos a la vez, dejándonos observar pedazos de ellos, los cuales son tan limitados como lo que alcanzamos a comprender de sus respectivas historias y tragedias.
En una entrevista de 1973, Rulfo dijo haber capturado en sus páginas el lenguaje que había escuchado en las palabras de sus mayores. Sin embargo, apunta el poeta Hugo Gutiérrez Vega, en el proceso de redacción llegaría mucho más lejos, puesto que condensaría “los arquetipos de la realidad jalisciense y de la realidad en nuestro país”, reconstruyendo el habla cotidiana y convirtiéndola en poesía.
Por su parte, Valdez destacó que durante la adaptación fílmica de Diles que no me maten, Talpa y un capítulo de Pedro Páramo (para la película Los confines), sintetizó los diálogos de estas obras, quedándose con lo esencial de cada momento de las mismas y dándole a cada intervención de los personajes un sentido informal, para evitar la transferencia literal de los diálogos, la cual podría haberle parecido poco natural, o incluso falsa, al público.
A razón de ello, Valdez señaló que en Los confines se preocupó por conseguir, para los papeles protagónicos, actores que tuvieran una formación académica; pues de este modo era más factible que los diálogos, ya adaptados, fueran matizados e interpretados a través de las emociones. Este detalle fue de gran interés para el director, dado que los textos de Rulfo se caracterizan, recalcó, por contener una compleja elaboración poética que pretende ser coloquial, sin llegar a serlo realmente.
“Y nos pusimos a escarbar la sepultura desenterrando los terrones con nuestras manos —dándonos prisa para esconder pronto a Tanilo dentro del pozo y que no siguiera espantando ya a nadie con el olor de aire de muerte—” , dice un personaje en Talpa.
Valdez —ya embebido en los postulados y las producciones de la Nueva Ola Francesa— optimizó el uso de la voz en off para externar los pensamientos de los personajes rulfianos, y satisfacer así sus exigencias fílmicas, sin desvelo por el éxito comercial del largometraje, pero teniendo presente el “no (…) remedar la gran obra literaria” del encomiado autor.
En la adaptación de Talpa para Los confines, Valdez no abusa del empleo de la descripción; en cambio, ofrece tomas que visibilizan los pasajes del escritor, comprobando que, al personaje Tanilo Santos, su hermano y su pareja, lo habían matado. Además, siempre respetando el tono fúnebre y resentido del cuento, obsequia diálogos al occiso, Tanilo, mostrando su desesperación e ilusiones por recuperarse de una dolorosa enfermedad, por medio de una penosa peregrinación hacia la Virgen de Talpa, que se aprecia en recurrentes flashbacks que enseñan el trágico pasado.
En el trayecto puesto en pantalla, los roles de víctima y victimarios se intercambian, pues si los deseos de Tanilo Santos daban fastidio a su hermano y a su novia, los dos últimos las aprovecharon para torturarlo hasta la muerte. “Me acuerdo muy bien de esas noches”, acotaría el fratricida, entre suspiros y susurros de ultratumba.
De esta forma, el trabajo de Valdez conquista el ideal de una adaptación cinematográfica, planteado por Gabriela Yanes Gómez (autora del libro Juan Rulfo y el cine), al rebasar la mera ilustración de la fuente —literaria, en este caso— y crear un producto nuevo a partir de esta, en un medio diferente.
El director Mitl Valdez no se conformó con trasladar los eventos literarios al cine; sino que, en su lugar, se apoyó en ellos para desarrollar un estilo vanguardista.
Al momento de rodar Tras el horizonte, Valdez era un recién egresado del entonces Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), que se oponía a la tradición narrativa del cine nacional y acarreaba un gusto particular por la pluma de Rulfo, principalmente por la profundidad con que el escritor reflejó la condición humana (con su complejidad y contradicciones) y el medio rural mexicano de la primera mitad del siglo pasado [entre el inicio de la Revolución Mexicana (1910) y la Cristiada (1926-1929)], comentó el realizador durante la mesa redonda sostenida en Arcadia.
Ahí, Valdez también explicó que, en la década de los ochenta, la cinematografía mexicana se encontraba atascada en un anquilosamiento formal y de contenidos demasiado apegado a la espectacularidad. Por lo mismo, su propuesta rompió con los esquemas precedentes, ya que su propósito nunca fue gustarle al espectador, sino “expresar la esencia de la cosmovisión de Rulfo”, priorizando la profundidad y lo ordinario en la vida.
En opinión de Nelson Carro, crítico de cine uruguayo, hasta el estreno de Los confines, “la mayor parte de las adaptaciones [había] traiciona[do] el universo rulfiano, degradando las imágenes oníricas y las historias misteriosas al terreno del melodrama, a las situaciones exóticas y a los personajes pintorescos”.
Aunque descolla la forma en que Valdez asimiló a nivel fílmico la cosmovisión de Rulfo, su trabajo no es el único que se ha basado en la literatura del escritor de Apulco. De hecho, entre ellos, los directores Carlos Velo, José Bolaños, Alfredo B. Crevenna, Gastón T. Melo, Roberto Rochín, e inclusive, Roberto Gavaldón y Arturo Ripstein, enfrentaron en distintos momentos el reto, empleando diversas partes de su narrativa.
No obstante, resumió el profesor Weatherford, a diferencia de Valdez, un fallo usual en las propuestas de estos cineastas fue que se aproximaron a la obra de Rulfo con producciones fastuosas, en donde primaron la presentación constante de acciones y la atención literal a los diálogos, por encima de propiciar la observación, la reflexión y la emoción, a través de la recreación de paisajes y ambientes sonoros.
Sin importar lo anterior, la existencia de tantos cineastas que a lo largo de las décadas se han visto atraídos por la breve bibliografía de un solo escritor, demuestra cuán inagotable y rica es la escritura de Rulfo, pues de entre sus paisajes y murmullos emergen, sentenciaría Valdez, “[las] muchas cualidades (…) que lo inspiran a uno como realizador a recrear la obra, [y] a expresarla de manera cinematográfica”.
Este trabajo fue realizado por Lado B, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar el original.
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