Empezaron los preparativos para recibir a los familiares que vienen del inframundo en las comunidades indígenas de Guerrero, México, el país donde se le rinde tributo a la muerte a pesar de que se llevó a familiares amigos en esta pandemia
Twitter: @KauSirenio
En las comunidades indígenas de la Costa-Montaña de Guerrero, empezaron los preparativos para recibir a los familiares que vienen del inframundo. El sábado 16 de octubre, la población celebró la fiesta de la chicha (una bebida fermentada con base en maíz, piña y piloncillo). En esta celebración se nombran los nuevos serviciales comunitarios: Topiles civiles y religiosos. Así como lo han hecho desde hace muchos años.
Después de esta fiesta vienen los rezos en el panteón durante nueve días en la madrugada hasta llegar el 1 de noviembre que combina con el olor a copal, a flores que se mezcla en las celebraciones de los Muertos y Fieles Difuntos.
Las comunidades ñuu savi viven esta religiosidad más allá de la vida, las tradiciones se conservan a pesar del fenómeno migratorio. Los familiares colocan en el altar de muertos una jícara de chicha, aguardiente, pan de muerto, acompañados por una taza de café y un buen mole de guajolote.
El cempasúchil, la pastora y hoja de sanguino, acompañados de varas, son las imágenes que recorren en las calles o en el panteón de los pueblos ñuu savi. En cada plaza comunitaria se instala un puesto improvisado de flores, frutas y velas, para que las mujeres ofrenden a sus muertos.
Allá, donde se mezclan los ñuu savi (mixtecos) con los náhuatl y mestizos, es donde nació la Policía Comunitaria. En cada plática se habla de todo, los vecinos hablan de su ofrenda. “Para que los muertos no regresen con las manos vacías, hay que ponerles lo que hay de comida. Mi esposo irá a cazar armadillo, si le va bien vamos a ofrendar eso”, comparten las mujeres.
Las plazas comunitarias son pequeñas: a veces hay dos o tres puestos, uno de frutas, otro de flores y otro de velas y copal; apenas se puede comprar lo necesario para los altares. Eso sí, los precios de las frutas son elevados, la flor de cempasúchil quizás es más económica porque son los campesinos quienes llevan a vender.
Para alumbrar el camino de los muertos que vienen del inframundo, los ñuu savi utilizan velas, veladoras, incienso y copal. Los vecinos los utilizan para iluminar el altar, así como en las sepulturas que previamente fueron limpiadas para darle vida.
Esto es ñuu savi y su panteón, ésta es la vida del campo, del indígena, del soñador viviente que se acerca hasta lo más profundo del alma para recordar a aquellos a quienes algún día tendrán cerca.
Mientras que los niños corren con ramos de cempasúchil y una vela en las manos; hombres, a paso lento, cargan una escoba. Es la escena común en los panteones comunitarios de los ñuu savi. Este lugar, durante casi todo el año se queda en silencio, salvo en aquellas ocasiones cuando la gente viene a sepultar a un familiar o a un amigo.
“Mami, aquí está nuestra abuela”, dice una niña mientras camina y se reúne con su familia, que llegó cargada de flores y velas para pasar la tarde en el panteón, o hasta que oscurezca.
Así se mantienen vivas las tradiciones en los pueblos ñuu savi, pues las personas no olvidan a quienes las precedieron, aunque sea unas cuantas horas, tras adornar las tumbas, donde pasarán el resto de la tarde, hasta que la vela termine de consumirse.
Así es México, lleno de colores y sabores que se convierten en fiestas, único en el país dónde se le rinde tributo a la muerte a pesar de que se llevó a familiares amigos en esta pandemia. Sin embargo, hay que visitar este rincón de México desconocido para desaprender la historia.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
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