15 octubre, 2021
La cuarta y última entrega de la serie Buscar a un desaparecido narra cómo Nallely se vio obligada a recuperarse del engaño de la fiscal Fabiola Melo, quien le pidió sobornos por al menos 29 mil pesos, a cambio de entregar una carpeta de investigación prácticamente vacía.
Texto: Fernanda Malpica y Miguel León
Fotos: E Consulta
XALAPA, VER. –¿Dónde están los videos? ¿Dónde están las entrevistas? ¿Dónde están Sergio y Liliana? ¿Dónde están las instituciones? Se pregunta a diario Nallely Guarneros a dos años y tres meses de la desaparición de sus familiares, después de haber sido extorsionada por la fiscal que prometió encontrarlos.
Al día de hoy, ninguna autoridad da razón del video donde aparece Sergio Rueda Daniel por última vez, el 16 de julio de 2019, ni de las entrevistas realizadas a implicados en la desaparición de él y de su hermana, Liliana Rueda Daniel. Deudas, traslados, extorsiones, desvelos, presionar a diario a autoridades y sacrificar su seguridad, todo el trabajo de Nallely Guarneros parece haber sido en vano.
En este cuarto capítulo de la serie “Buscar a un desaparecido a cambio de sobornos: El secreto enterrado en Veracruz” se expone mediante el caso de Nallely Guarneros, las deficiencias de instituciones encargadas de buscar a personas desaparecidas en Veracruz.
Además de la Fiscalía, la Comisión Estatal de Búsqueda (el órgano creado especialmente para esa labor), dejó a su suerte a Nallely, quien explica cómo es buscar pistas de su esposo y su cuñada, sin el respaldo del Estado. Su reclamo se une al de más víctimas que piden justicia en la entidad, una de las más vulneradas en México por el fenómeno de las desapariciones y desapariciones forzadas.
Nallely se vio obligada a recuperarse del engaño de la fiscal Fabiola Melo, quien le pidió sobornos por al menos 29 mil pesos, a cambio de solo entregar una carpeta de investigación prácticamente vacía. Nallely sacrificó la atención de sus tres hijas para realizar labores de búsqueda, a las cuales el gobierno de Veracruz destinó 21 millones de pesos en 2021.
La intuición e investigaciones por las que ha pagado o aprendido, llevaron a Nallely a poner sus manos en tareas de exhumación en las fosas clandestinas de Campo Grande, en el municipio de Ixtaczoquitlán, en la región donde Sergio y Liliana montaron la empresa de Créditos Tarjeta Blanca y desaparecieron. Allí, Guarneros junto al colectivo Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba han recuperado 43 cadáveres en un año de trabajo.
A sus hijas es difícil explicarles que su padre y su tía fueron “robados” por “personas malas”. “Voy a trabajar”, les dice a las menores de 6, 9 y 14 años de edad cuando se ausenta para ir a identificar cadáveres, acudir a oficinas o sentarse a redactar documentos. Un trabajo al que se dedica 24 horas los 7 días de la semana.
“Todo es tan absurdo y tan tardado y tan no sé… frustrante”, describe la mujer de 37 años, la aparente desidia y torpeza de instituciones.
Nallely entregó pruebas a distintas autoridades para dar con el paradero de sus familiares, indicios que, si se hubieran investigado a tiempo, tal vez le habrían permitido celebrar con su esposo Sergio el aniversario 16 de haber formado un hogar juntos, el pasado nueve de octubre. Liliana vería a su hijo estudiar la universidad en la escuela que tanto planeó.
“¿Qué más hago? ¿Qué necesita?”, era como Nallely se ponía a disposición de la fiscal Fabiola Melo, pero también de Ricardo Ramos Reséndiz, analista administrativo en la Comisión Estatal de Búsqueda de Veracruz (CEBV).
Nallely resume el trabajo de la CEBV en los últimos dos años en el caso de sus familiares: “publicaron sus fichas de búsqueda en redes sociales y pusieron dos espectaculares en paradas de autobús de Córdoba”.
El primer contacto que Guarneros tuvo con la Comisión de Búsqueda fue el 16 de septiembre de 2019, cuando Sergio y Liliana cumplían casi dos meses desaparecidos. Supo de la existencia de la dependencia gracias al consejo de una persona afiliada a un colectivo de búsqueda.
Nallely no fue tan incisiva con la Comisión al comienzo de su proceso porque la fiscal Melo, además de pedirle dinero a cambio de buscar a Sergio y Liliana, también la convencía de que la dependencia era inútil.
Fue hasta abril de 2020 cuando buscó por segunda ocasión a la CEBV, cuando Fabiola Melo ya había sido imputada ante un juez (25 de marzo de 2020) por los sobornos que le exigió a Nallely por al menos 29 mil pesos.
A ella le urgía que alguien recibiera toda la información que había recabado (gran parte perdida de esa información por la fiscal Melo) para que fuera investigada correctamente por profesionales. Entregó todo a la CEBV, pero solo consiguió más frustración.
A partir del ocho de abril del 2020, medio año después de la desaparición de Sergio y Liliana, Nallely mantuvo contacto constante a través de WhatsApp con Ricardo Ramos Reséndiz.
Nallely insistía diario que se investigaran indicios como las sábanas de llamadas de los teléfonos de sus familiares, y todo lo había recolectado para encontrarlos.
Al ver pocas acciones, a inicios de junio de 2020 solicitó a la encargada de la CEBV, Brenda Cerón Chagoya, información de los avances en su caso. La funcionaria la citó el nueve de junio de ese año.
En esa reunión el analista Ricardo Ramos le informó que para iniciar la búsqueda era necesario solicitar la carpeta de investigación FGE/FECCEV/1018/2019 a Claudia de Fátima Barrales, la Fiscal que sustituyó a Fabiola Melo. Pero nunca buscó a la funcionaria y solo postergó los resultados.
Anaís Palacios Pérez, acompañante de colectivos de búsqueda desde hace más de 10 años, opinó que las autoridades tienen una atribución de generar información propia para dar con el paradero de personas. Es decir, la CEABV no necesitaba esperar a que la fiscalía le entregara copias de la carpeta de investigación.
“Tienen esta atribución de generar (información) o de allegarse a través de entrevistas, diligencias, comunicaciones con otras instituciones, etc.”, dijo en entrevista.
Sin resultados, familiares de Sergio y Liliana se manifestaron el 16 de agosto de 2020 frente al Palacio de gobierno de Veracruz, en Xalapa. Marcial Rueda (hermano), Marcelo Salvador Salinas (exesposo de Liliana) y Nallely exigieron resultados al gobierno de Cuitláhuac García para encontrarlos, pero también para detener a los responsables.
La protesta tuvo efecto. Al día siguiente Nallely fue citada a una reunión con representantes de la Fiscalía Especializada en denuncias por personas desaparecidos, Comisión Estatal de Búsqueda, Comisión Estatal de Derechos Humanos y la asesoría jurídica de la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención Integral a Víctimas.
Nallely entregó análisis sobre los trabajadores presuntamente implicados en la desaparición de sus familiares. Ella misma buscó información de los trabajadores de Tarjeta Blanca cuando pidieron empleo, rastreó redes sociales y advirtió que seguían con sus vidas normales. Su esfuerzo apenas le alcanzó para que Fiscalía prometiera dar acceso a la Comisión de Búsqueda, a un año y un mes de la doble desaparición.
Para el dos de septiembre de 2020 el avance de la CEBV era un mapa con los lugares donde estuvieron activos los trabajadores con la información que Nallely aportó. Guarneros respiró profundo y pidió que ese análisis lo entregaran a Fiscalía para que, coordinados, buscaran a Serio y Liliana.
El 30 de octubre de 2020 Nallely escribió al analista Ramos.
-Buen día Lic… ¿Cómo está? Solo para preguntar de los oficios que se mandaron. Si ya tienen respuesta.
– Buen día permítame. Sí. No hubo respuesta.
Al día siguiente insistió Nallely.
– Hola Lic… Buen día… De nuevo molestando para preguntar si llegó alguna respuesta de los oficios q mandaron. ¡Gracias!!!!!!
–Lic., aún no han llegado–, devolvió el funcionario cuatro días más tarde.
La insistencia de Nallely se mantuvo. Las respuestas de la CEDBV eran cordiales, pero “vacías”, asegura. Luego, en diciembre de ese año, la informaron que la búsqueda se iba a aplazar unos meses. ¿El motivo?, el personal se iría de vacaciones.
Nallely esperó los festejos decembrinos. 2021 volvió sin respuestas. El cinco de marzo de 2021 se reunió -por segunda vez- con la encargada de despacho de la CEBV, Brenda Cerón, Fernanda Figueroa (jefa del área de búsqueda) y Ricardo Ramos. Nallely pedía lo mismo: “pidan la carpeta de investigación a fiscalía” y un análisis exhaustivo de las llamadas que ella aportó.
La Comisión se comprometió a hacerlo y hasta ofreció a una persona “talentosa” en la materia, una mujer de nombre “Vicky”. Su ayuda tampoco llegó.
En un último intento, el 25 de marzo de 2021, Nallely solicitó un plan de acción para implementar una búsqueda individualizada de sus familiares, y los avances en el trabajo de la CEBV que ya cumplía un año y un mes. Dicho oficio no fue contestado.
Nallely tuvo un recuerdo déjà vu. “La Comisión me estaba haciendo lo mismo que la Fiscalía. Sentí que me estaban tomando el pelo”, cuenta.
Decepcionada, el dos de julio de 2021 promovió el juicio de amparo 558/2021, contra los actos de Brenda Cerón Chagoya; actos que más bien -expuso a la autoridad federal- son omisiones como la negativa a implementar un plan de búsqueda individualizado por Sergio y Liliana y negar los informes que la CEBV ha hecho en su caso.
El amparo también es contra la titular de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, Karla Quintana Osuna, por la omisión “en sus funciones de coordinación, propuesta, realización y seguimiento a las acciones de búsqueda que deben instrumentar las comisiones locales de búsqueda en favor de las víctimas”.
El 4 de octubre de 2021, en una reunión de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas con la Comisión de Derechos Humanos del Senado de la República, Karla Quintana dijo que existe una resistencia a colaborar por parte de la Fiscalía General de la República (FGR) y de las fiscalías estatales, con relación al Protocolo Homologado de Búsqueda. “Solo se echan la bolita”, resume Nallely decepcionada.
El dos de febrero del 2021 las hijas de Sergio y Nallely no cantaron las mañanitas a su padre, ni ella cocinó el adobo que siempre guisaba a en el cumpleaños de su esposo. Las cuatro lo recordaron con unos osos cosidos por ellas mismas de una camisa suya floreada y pijama favorita.
“Oseznas”, era como les decía de cariño Sergio a las menores, a las que les inculcó una educación de compartir y no dar importancia a lo material. Lo recuerdan como el padre que compró un pastel en el supermercado para los indigentes que se encontraban afuera pidiendo dinero, o el que regalaba a otros niños los dulces de la piñata en las fiestas infantiles.
Lo piensan como el hombre que se quitó su costosa chamarra “de marca” para dársela, sin titubear, a una persona en situación de calle, a quien gustaba que jugaran con barbies y pedía verlas peinadas con trenzas; el que las cuidaba y llegaba a casa con detalles.
Para ellas a su papá “se lo robaron los malos” y su mamá trabaja, haciendo lo posible para encontrarlo.
Nallely a la par de enfrentar la ausencia de su esposo, intenta explicarles a sus hijas su desaparición y darles la estabilidad y cariño como él lo hacía.
“Sergio era muy alegre y a lo mejor, dicen ¿por qué hablas en pasado?, a veces hablo en futuro, en pasado, no sé”, dice aun conflictuada al nombrar a Sergio”. ¿Es?, ¿era? ¿cómo se nombra a un desaparecido? Nallely, Marcelo, Marcial, las hijas de Sergio y el hijo de Liliana se encuentran en ese limbo, sin la certeza de saber dónde están ni qué pasó.
Para Nallely, las autoridades tienen todas las herramientas para investigar el paradero de desaparecidos, pero una falta de compromiso y empatía agrava su desesperación.
Falta de voluntad, es como Anaís Palacios resume el trabajo de búsqueda de autoridades veracruzanas. “Si no es la familia la que investiga, si no es la familia la que entrega la información, pues menos hay un avance, ni en las carpetas ni en investigación, ni en judicialización, ni en búsqueda ni en nada. Aquí es que la familia tenga (dinero) y pueda; se involucre y si no, no avanza.
Anaís Palacios opina que existe una disparidad de ayuda institucional, al comparar la atención de las autoridades con los colectivos y aquellos que, como Nallely, buscó por su cuenta al inicio de su proceso. Para la experta, su caso fue menospreciado por autoridades y se limitó el acceso a recursos humanos y materiales.
Ese menosprecio llevó a Nallely a acercarse y acuerparse en el Colectivo de Familiares de Desaparecidos Orizaba-Córdoba, con quienes desde abril del 2021 ha buscado pistas de sus familiares en fosas clandestinas.
Desde hace medio año Nallely aprende de sus compañeros en el colectivo. Cuando hay extracciones de cuerpos ella observa “de lejitos”.
En las búsquedas ha aprendido que en los hundimientos o montículos del terreno se entierra una varilla y si sale con olor putrefacto, es un punto positivo. Un punto que da la esperanza de que tal vez sea Sergio o Liliana.
“Mi trabajo es ir a aprender, con los ojos muy abiertos”, dice, para que cuando acuda personal de la Comisión de Búsqueda con tecnología más avanzada, pueda verificar que se haga correctamente.
Tarjeta Blanca no era solo un negocio, era el sustento de Los Rueda, que comenzó en 2001, y se consolidó como la fuente de ingresos de 26 familias. Un proyecto emprendido desde la precariedad.
A los 11 años de edad, Sergio comenzó a trabajar en San Matías Cocoyotla (perteneciente a Cholula, Puebla) cuando falleció su padre. A los 16 ya era cobrador para una empresa de préstamos en Cholula y así apoyaba a su familia con los gastos diarios. Solamente estudió la secundaria.
Liliana terminó dos carreras en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Una por pasión, y otra para “no morirse de hambre”, como decía su madre: teatro y derecho. En el 2000 también viajó por Sudamérica, no con lujos y comodidades, sino por méritos escolares. En Chile se casó con Marcelo Salvador Salinas, entonces conductor en una radiodifusora.
En 2005 Sergio conoció a Nallely, una estudiante de Ingeniería Agrónoma, de quien se enamoró en una fiesta de su prima, en San Matías Cocoyotla. Ese mismo año comenzaron a vivir juntos. “A mi mamá al principio no le caía bien Sergio”, recuerda entre risas.
Sergio formó una familia amorosa con Nallely. Mientras trabajaba como cobrador, mantenía un proyecto personal y disidente en el que invertía su tiempo y dinero: el activismo zapatista.
Su activismo con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) lo llevó a gestionar la visita del subcomandante Marcos a su natal San Matías Cocoyotla, en 2006.
Creó un colectivo llamado Colectivo San Matías Cocoyotla Cholollan, el cual hacía activismo en Facebook difundiendo mensajes críticos contra el gobierno mexicano, además de transmitir en vivo un programa de radio para la comunidad.
En 2007 Sergio abrió una escuela en la misma comunidad e impulsó el “rincón zapatista”; allí contrató a una maestra de piano, a un arqueólogo, un maestro de náhuatl y una maestra de teatro para que niños y niñas accedieran a la educación. “Sergio siempre pensaba ‘todo para todos’”, recuerda Nallely.
En 2009, tras la muerte de su madre, Sergio le contó a Nallely su sueño: crear Tarjeta Blanca, una financiera de préstamos, con una primera inversión que fue suficiente para arrancar la ruta en Apizaco, Puebla. A los tres años, en 2012, el éxito de Tarjeta Blanca ya permitía expandir su territorio.
Nallely describe a Sergio y Liliana como personas perseverantes, entusiastas y trabajadoras. Ese emprendimiento y la motivación por darles a sus hijas e hijo, respectivamente, mejores condiciones de vida que las que ellos tuvieron en su infancia los llevó a abrir nueva ruta en Tehuacán que entraba a municipios de Las Altas Montañas, en Veracruz.
Para 2019 todo parecía marchar bien. Tarjeta Blanca prosperaba y ya contaba con 21 cobradores con rutas específicas y cinco secretarias que administraban. Sergio era “un padre muy amoroso y protector” describe Nallely, y a pesar del trabajo pasaba tiempo en casa con sus tres hijas. Liliana trabajaba duro para enviar a una escuela particular a su hijo de 17 años.
Sergio y Liliana solían organizar fiestas para todo el personal de Tarjeta Blanca. En navidades convivían en posadas. A esos eventos asistieron Guillermo “N”; J. Juan “N”, L. Alberto “N”, Domingo “N”, Julio “N”; el primero hoy está detenido y acusado de haber fingido un secuestro, que en realidad fue una trampa para sus jefes, Sergio y Liliana quienes desaparecieron el 16 de julio de 2019 cuando acudieron a Córdoba a pagar el rescate por ellos.
Los otros cuatro trabajadores son prófugos de la justicia por el mismo hecho. En total, la Fiscalía General del Estado (FGE), giró nueve órdenes de aprehensión, pero solo pudo capturar a cuatro presuntos responsables.
Sergio y Liliana estaban decididos a pagar el falso rescate, así lo prometieron en mensajes de WhatsApp a familiares de los trabajadores que les pedían se compadecieran de ellos.
Tras la desaparición esos mismos familiares dejaron de insistir por teléfono, en tanto, los empleados continuaron cobrando las rutas. Domingo N (prófugo) cobró un total de 75 mil pesos sin reportar a Tarjeta Blanca y Erick N (detenido) de 78 mil, según confirmaron propios clientes y secretarias.
El dinero requerido ya iba a ser entregado, entonces “¿cuál era la saña de desaparecerlos?”, se cuestiona a menudo Nallely.
Para Nallely el dinero no fue lo único que movió a que Sergio y Liliana fueran desaparecidos, pues nunca le pidieron un rescate por ellos desde un inicio.
Sin dar detalles, temerosa de su seguridad, Nallely no agradece a autoridades de Veracruz por las personas que hoy están detenidas. “Debería recibir un sueldo yo por haber hecho tanto trabajo”, concluye la mujer que reparte una ayuda social de 5 mil pesos para costear los gastos de sus tres hijas y hacer su trabajo: buscar a Sergio y Liliana.
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Periodista en Veracruz
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