20 septiembre, 2021
Luego de la caída del precio de la amapola, que cayó 23 por ciento según la ONU, campesinos de Guerrero comenzaron a sembrar otros productos, destaca el aguacate: sólo en El Pinito, un pueblo de la región, se cosecharán 10 toneladas a inicios de octubre. Pero no hay caminos para sacarlo
Texto y fotografía: Marlén Castro / Amapola Periodismo
ZARAGOZA, TECPAN DE GALEANA, GUERRERO.- En lo alto de la sierra de Guerrero, Francisco Ramírez Santana, de unos 50 años, dice sin problema que era amapolero y quienes lo rodean, varios hombres que no traen sombreros, cinturones piteados o botas picudas (el estereotipo creado por los medios de comunicación) se asumen de la misma forma.
Los hombres del ejido Cordón Grande, en la cima de la Cordillera Costera del Sur, al norte de Acapulco, traen gorras deportivas y botas de trabajo saturadas de lodo. Acabó el segundo de tres días de fajina para limpiar y aprovechar 200 hectáreas de su bosque de pinos y encinos. La fajina es el trabajo obligatorio en los ejidos y comunidades, los dos tipos de propiedad comunal en México.
En Guerrero, la entidad con fama nacional de ser el primer productor de amapola del país, la palabra amapolero no se verbalizaba. Era como invocar al diablo.
Durante varias décadas, en la cima de los delitos y de lo ilegal estuvieron los productores de la flor que prospera sólo en las partes altas y frías, como estos ejidos en las cúspides del Filo Mayor, las partes altas de cinco municipios conocidos como la sierra.
Cuando los consumidores de drogas voltearon los ojos al fentanilo, un químico potente y barato traído de China, los productores de amapola comenzaron a hacerse visibles. Fue raro reportear el tema de forma abierta en los medios, lo que en Guerrero comenzó a ocurrir a partir del 2015.
Francisco Ramírez fue productor de amapola durante 28 años. Comenzó desde la adolescencia, cuando tenía unos 16, a la mitad de la década de los ochentas. Eran los tiempos de narcotraficantes como Rafael Caro Quintero y Miguel Ángel Gallardo, los grandes productores de marihuana en el occidente de México.
Además de la amapola, Francisco sembraba maíz, fríjol, jitomates y chiles. “Uno siembra de todo para sobrevivir, porque hay años que uno no sacaba nada de la amapola, porque el gobierno llega y te mocha todo. Te deja sin nada”.
En 2016, Francisco sembró por última vez la flor, porque el precio de la goma cayó hasta cinco mil pesos el kilo, 250 dólares en promedio. “Ese año no saqué ni para pagarle a los peones”, resume Francisco.
En algún momento de sus 28 años en que sembró amapola, la goma costó hasta 30 mil pesos el kilo. Recuerda que extraía de su producción “de 20 a 30 kilos por temporada”, es decir, en algún momento llegó a obtener entre 600 y 900 mil pesos, alrededor de 30 mil y 45 mil dólares.
“Parece mucho dinero, pero había años que uno no sacaba nada, sólo perdidas. El gobierno te tiraba todo”, insiste.
En 2016 que el kilo cayó hasta los cinco mil pesos, Francisco sólo percibió 150 mil pesos, unos 7,500 dólares.
Entonces Francisco y la mayoría de los hombres del ejido Cordón Grande y casi todos los demás del Filo Mayor dejaron de sembrar la adormidera y cambiaron a cultivos que creían más rentables, como los aguacates, principalmente, también duraznos, manzanas y tecojotes.
El cambio de patrón de cultivo lo captó de inmediato la Oficina de las Naciones Unidas contra la Drogas y el Delito (UNODC), la que publicó en su reciente informe, en junio del 2021, que en México disminuyó un 23 por ciento la superficie sembrada con amapola: de 28 mil a 21 mil hectáreas. Los datos corresponden al periodo entre julio de 2018 y junio de 2019, respecto al año anterior.
A principios de octubre, en sólo unas semanas, en El Pinito, el pueblo de Francisco, cosecharán alrededor de 10 toneladas de aguacate Hass, el llamado oro verde de Michoacán, en donde también por los caprichos del mercado, en la década de los noventa, unos años después de la entrada del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, los campesinos sustituyeron sus siembras de marihuana por aguacates.
Los nuevos productores de aguacates y otras frutas en la sierra del Filo Mayor de Guerrero tienen ahora un problema mayúsculo. Las brechas intrincadas y maltrechas que como productores de amapola eran sus aliadas, porque los aislaba del mundo, ahora son sus enemigas.
Para que su producción llegué bien a Tecpan, la ciudad más cercana a ellos, en el corazón de la región conocida como Costa Grande, necesitan caminos transitables, amigables con los productos que transportan.
Los productores dicen que en estas condiciones sus aguacates llegarán a la ciudad “hechos guacamole” metáfora que se usa en México para decir que algo se deshizo, además de ser el invento de la cocina mexicana que gusta tanto a los vecinos del norte.
En los meses de agosto y septiembre, la Sierra intensifica su tono verde por las lluvias. Todas las tardes, algunas veces hasta la madrugada, hay lluvias torrenciales. Los riachuelos en los que juegan niños y niñas en tiempos de secas se convierten en ríos de aguas bravas. Los caminos se vuelven intransitables.
Lo que pudo ahorrar de la venta de la goma de opio, Francisco Ramírez y la demás gente de El Pinito, uno de los poblados del ejido Cordón Grande, lo invirtieron en la compra de árboles de aguacate.
Los filos de la sierra ya no son de color rojo, rosa y violeta, las distintas tonalidades de la flor de la amapola, ahora todo es verde, de distintos toques, pero solo verde. Al tono de los pinos y los encinos se sumó el verde de los árboles de aguacate y el verde brillante de la cascara de la fruta.
Donde antes crecían las amapolas, ahora hay árboles de aguacates de un metro y hasta de dos metros y medio. Los más grandes los sembraron hace cinco años, cuando vieron que de la flor ya no sobrevivirían.
En 2016, los habitantes de El Pinito se juntaron y compraron 2,500 árboles de aguacate. La población sembró en total 7,500 árboles, de los que creen que cosecharán 10 toneladas de la fruta a partir del próximo mes de octubre.
No sólo los habitantes de El Pinito cambiaron el patrón de cultivos. En el resto del ejido de Cordón Grande también y lo mismo hicieron en otros 16 ejidos del Filo Mayor, ubicados en las partes altas de los municipios de Atoyac, Tecpan, Zihuatanejo, Coyuca de Catalán y San Miguel Totolapan (los primeros tres de la Costa Grande y el resto de Tierra Caliente) un área con unos 1,500 habitantes, de acuerdo con integrantes de la Unión de Ejidos Forestales y Agropecuarios Hermenegildo Galeana (UEFA).
Esta zona y la UEFA tienen historia de lucha. En estos poblados se movieron los guerrilleros que declararon la guerra al Estado mexicano en la década de los setentas. En medio de la represión del Ejército contra los habitantes por la presencia guerrillera, los pobladores y la UEFA se opusieron a que una empresa paraestatal, la Forestal Vicente Guerrero, siguiera apropiándose de sus recursos forestales.
Su historia y la organización en los ejidos los blindaron de los grupos criminales. Existen alrededor pero a la zona de influencia de la UEFA no entran. Tienen 30 años de vivir en paz, mientras a pocos kilómetros, en Tecpan, la violencia generada por la complicidad entre grupos económicos y políticos coludidos con el crimen organizado trajo asesinatos y desapariciones.
En estos días de agosto la Sierra intensifica su tono verde por las lluvias. Todas las tardes, algunas veces hasta la madrugada, hay lluvias torrenciales. Los riachuelos en los que juegan niños y niñas en tiempos de secas se convierten en ríos de aguas bravas. Los caminos se vuelven intransitables.
De Tacpan a El Pinito, en donde vive Francisco, hay 67 kilómetros de terracería imposible de recorrer si no es en camioneta cuatro por cuatro o de doble rodada. Cuando la lluvia se prolonga hasta el amanecer, los arroyos se pueden cruzar hasta después de mediodía, cuando el nivel disminuyó.
Esas son las condiciones de los habitantes de El Pinito para sacar sus aguacates, su primer año como productores del oro verde.
En cuestión de semanas sabrán qué tan acertado fue cambiar aguacates por amapola.
En Michoacán la reconversión de cultivos trajo el asedio de los grupos del crimen y generó una mayor desigualdad entre la población porque la riqueza emanada del comercio de aguacate no se distribuye entre quienes forman parte de la cadena de producción, concluyó Noria Research en un artículo titulado Violencia y capitalismo aguacatero en Michoacán.
A principios de agosto, los habitantes del ejido Cordón Grande: Zaragoza, El Cordón y El Pinito, limpiaron y aprovecharon de manera forestal 200 hectáreas de su bosque, o sea, quitaron el exceso de materia orgánica y cortaron los árboles más viejos para que crezcan los jóvenes.
También se reunieron para decidir qué hacer como ejido para que el gobierno estatal les dé respuestas acerca de sus demandas de que mejore sus caminos de terracería para sacar su producción.
Estos son meses difíciles para conseguir respuestas. El gobierno actual que encabeza el priísta Héctor Astudillo Flores está por terminar, el que inicia con la morenista Evelyn Salgado Pineda arranca hasta el 15 de octubre, cuando su cosecha de aguacates ya debería estar en el mercado.
En ese momento, tenían una posible salida. A finales de agosto, la gobernadora electa llevaría a cabo en Tecpan uno de los foros regionales para escuchar propuestas de la población para armar su plan de gobierno.
Pensaban que la verían y pedirían su ayuda. Un ejidatario propuso llevar a Salgado Pineda fotos de las sábanas de la elección del 6 de junio, en la que la morenista se impuso al candidato de la alianza PRD-PRI, Mario Moreno Arcos.
«Todititos los pueblos de la sierra votaron por ella”, resumió el presidente del comisariado ejidal de Cordón Grande José Luis Cázares Leyva.
Debido al repunte de contagios de la covid en la entidad en Guerrero se pasó al semáforo rojo y con ello los foros mudaron de presenciales a virtuales. El plan de los sierreños para pedir ayuda a la gobernadora electa se vino abajo.
La faena comunitaria que los ejidatarios de Cordón Grande realizaron en agosto la llevaron a cabo en medio de una gran preocupación. ¿Cómo le van a hacer para sacar la producción de aguacates, manzanas y duraznos? Lo que sembraron para sustituir a la amapola.
Cázares Leyva, quien también realiza sus faenas comunitarias, trabajo al que están obligados a prestar todos los hombres y las mujeres del ejido, pidió al gobierno federal y la gobernadora electa voltear a ver la sierra de manera urgente.
El delegado del gobierno federal, Iván Hernández, se negó a dar una entrevista para hablar sobre el tema.
“El mercado ya hizo lo suyo, los serreños también cambiando un cultivo ilegal por uno legal, ahora le falta al gobierno hacer lo suyo: los caminos para sacar lo que vamos a cosechar”, es el planteamiento de los ex productores de amapola.
¿Quién les hará caso?
*Este trabajo fue realizado por AMAPOLA PERIODISMO, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar el original.
Es originaria del estado de Guerrero, en donde ha sido reportera durante 26 años, cubre principalmente temas de derechos humanos relacionados con los efectos sociales, ambientales y de salud en las comunidades, a causa de los proyectos extractivistas. Actualmente es coordinadora general del medio digital Amapola. Periodismo transgresor.
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