Con la idea de enseñar en Europa que México es mucho más que las noticias de violencia y narcotráfico, la productora musical Marcela Regalado decidió montar una tienda de artesanías mexicanas
Texto y foto: Kau Sirenio
BERLÍN, ALEMANIA.- Diez años después que llegó a Berlín, Marcela montó una tienda de artesanías mexicanas para alegrar un poco la vida de los berlineses por los días grises de invierno. Sin embargo, los colores de las prendas mexicanas no pudieron mantener la vida alegre de la promotora cultural debido a la pandemia que se le cruzó en el camino cuando apenas había abierto el pequeño negocio.
“Me avisaron el 13 de diciembre de 2020 de nuevo confinamiento por la pandemia. Era un domingo. Solo podíamos abrir lunes y martes, abrí el martes, hice un maratón de nueve de la mañana a 10 de la noche, porque era el último día”, recuerda con una sonrisa.
Como en todo el mundo, con la covid-19, los pequeños negocios en Berlín se vieron afectados y Marcela no estuvo exenta de ese desajuste de la pandemia del siglo. “Lo que vendemos apenas alcanza para sobrevivir, la ayuda es un porcentaje para la renta. En mi caso me ayudan con la renta, no tengo muchos gastos fijos, pero tampoco tengo un sueldo, es para sacar la nariz y respirar, tampoco puedes comer”.
Nacida en Monterrey, Marcela Regalado estudió artes plásticas en un centro de vocación artística del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en la ciudad natal donde se graduó en el artes plásticas, pero no ejerció su profesión en actividades culturales, profesión que no ejerció porque se inclinó por la música electrónica.
La música la llevó a Playa del Carmen, Quintana Roo, en 2004. Ahí vivió cinco años y después viajó a Berlín: “Comencé a venir a Berlín hace 11 años por la música electrónica, porque en playa del Carmen era Dj y aquí es la meca de música electrónica, mi ilusión era conocer más de la música por eso vine en el 2009”.
El primer viaje que hizo a Berlín fue en verano para aprovechar los permisos de su trabajo, así fue como empezó a combinar la música con el trabajo remoto. “En 2014 dobleteé, vine en verano y luego vine otoño, venía por 14 días y me quedé 45, así fue como conocí a mi esposo”.
Agrega: “El viaje de octubre cambió mi vida, cuando iba a regresar a México recibí una llamada telefónica para extorsionarme, ellos sabían mucho de mí, no era así al azar a ver si cae la víctima, tenían datos de mi trabajo y de mis hermanos. Eso me generó conflicto emocional, no podía estar tranquila cuando regresara a México, así que cambié el vuelo por 15 días más”.
En ese mismo viaje conoció a su esposo: “Salimos un mes, quince días después me visitó en México, esto es historia. Estuve en México para cerrar ciclos y terminar con mi trabajo. Para mí fue una corazonada, ¿Por qué no traer un poco de color Alemania?, pensé en lo hecho a mano y algo de color”.
Mientras resolvía su residencia se topó con una amiga que le ayudó a diseñar su plan para importar textiles. Decidió por el textil de Tenango, Hidalgo, porque no eran populares. En 2014, empezó a investigar sobre el trabajo artesanal otomí, gracias a un reportaje que leyó en un periódico dio con un maestro rural que le ayudó acercarse con la comunidad.
“Cuando regresé a México, visité a los artesanos, para conocer sus trabajos con el fin del trato directo con ellos. Porque el textil de Tenango de Noria se identifica por sus formas de camino, son centro de mesa”, explica.
La regiomontana aparte de descifrar los colores y bordados de los textiles que vende en Berlín, hace una pausa para hablar de México: “Conocer a los artesanos me motivó para dar a conocer lo bonito que hay en México, porque no todo es violencia. Tenemos que enseñar a los demás que México es mucho más que violencia y narcotráfico, que México es un país muy rico en muchas cosas recursos naturales, en historias, en tradiciones que muchos países quisieran contar con todo lo que nosotros tenemos”.
Agrega: “A México lo han gobernado mal, no es de ahora es de hace 80 años, no es nada nuevo, es una realidad que así ha sido, nos han saqueado, explotado de todo, México es riquísimo en muchas cosas”.
La productora de música electrónica le explica a cada consumidor sobre el origen de la mercancía, les habla de la técnica con que se elaboró una camisa, el tiempo de elaboración, para que conozcan más, por qué comprar un producto bordado.
“No se trata de comprar por comprar, de ser así puedes hacerlo en cualquier tienda, pero estos bordados son muy especiales. Todas las piezas se hacen de manera manual, tiene una historia. No son producción a granel, eso hace la diferencia”.
Desde la calle la tienda de Marcela se parece a un museo oaxaqueño por las artesanías que se ven a simple vista, a veces los clientes confunden la artesanía mexicana con la peruana. “Creen que es de otro país, pero cuando les explico como se hacen ellos solitos se corrigen, para ellos es una oportunidad y privilegio de conocer a México de cerca”.
En la mesa se ven los coloridos huipiles y camisas de mantas, además de cubrebocas con bordados de calaveras y colibrí. Mientras que en la pared de la tienda cuelgan los alebrijes y atrapasueños elaborados por los indígenas del norte de México. Justo aquí la artista mexicana lanza su crítica hacia la relación social que existe en México.
“Lo que no les cuento a mis clientes es la vergonzosa relación social que hay en México. Una división entre el norte y el sur del país, me da pena reconocerlo, pero yo crecí con la mirada hacia al norte, todo lo que viene de Estados Unidos es lo máximo. Cuando ni siquiera está hecho en Estados Unidos, sino que son chinos”, cuestiona.
De ahí se lanza contra el tratado de libre comercio. “Comer un chocolate Snickers era la moda porque en México no había, pero en Oaxaca tienes al chocolate el mayordomo, tienes otras marcas o más bien no marcas, tienes productores independientes, cuando crecí en los 80 no había información y veíamos y admirábamos todo lo que venía de Estados Unidos hecho en china. En la escuela no nos inculcaron a mirar hacia el sur para valorar lo que se produce en México”
Marcela traía el gusto por el comerció desde Monterrey: “En mi ciudad natal monté un pequeño negocio. Era una tienda de regalos, no vendía nada hecho en México, todo era importado, portarretratos, globos y regalos. Después dejé mi tienda, para ir a la aventura en Playa del Carmen, esto fue cuando Playa del Carmen era muy chiquito en el 2004. Ahí trabajé en la música como coordinadora musical de DJ”.
Después de hablar de artesanía, Marcela contesta pasado sobre migración de mexicanos a Europa: “No puedo comparar las culturas de consumo porque desde hace años el sueño gringo poco a poco dejó de ser un sueño para convertirse en pesadilla. La migración existe regular o irregular y en cantidades enormes, por la cercanía con los Estados Unidos. Hay migrantes que hicieron su vida allá pero no pueden regresar a México porque ya son varias generaciones”.
Agrega: “No todas las personas que migraron aquí lo hicieron por amor, otros se vinieron a estudiar, universitarios que vienen aquí a terminar sus maestrías, profesionistas consiguieron un trabajo. La migración en Berlín es distinta a la de Estados Unidos. Aquí es difícil porque no puedes trabajar como migrante irregular, los empleadores no pueden contratar una persona indocumentada, no es como Estados Unidos, allá contratan a migrantes irregulares para pagar el mínimo”.
Dice que en los dos continentes existen desventaja:
“Siempre tienen que estar a la sombra, conozco casos muy cercanos de migrantes en Estados Unidos, trabajaban con otro nombre, el seguro social pertenecía a otra persona, eso no es vida, sacrificas mucho porque vives a la sombra, acá he conocido muy pocos casos. Las personas viven angustiadas, tanto aquí como allá cuando te descubren te sacan del país, pierdes lo poco que lograste”.
Con la primera oleada de la pandemia Marcela recibió cinco mil euros como apoyo a pequeños comerciantes independientes. Pero después se recortaron esa ayuda porque los beneficiarios no hicieron su declaración de impuestos. “A raíz de que la gente cometió fraude con las primeras ayudas de abril de 2020, el gobierno de la ciudad puso candados y redujeron la ayuda, castigaron a todos”.
Con la reapertura de comercio, solo permitían que los negocios recibieran clientes con cita: “Había una cita al día. A la semana quitaron eso y pidieron test negativo para entrar a las tiendas, mientras que los restaurantes seguían cerrados por la restricción. Quien quiere ir a picarse la nariz para ir a comprar cosas que no necesitas, era muy lógico, porque abrían una tienda pequeña como esta donde máximo puede haber dos personas, además tengan que traer un test negativo, cuando en los supermercados entran 50, 70 y hasta 100 personas y no le pedían”.
En junio, los restaurantes abrieron sus puertas y con esto se levantó la economía, la gente salió a las calles: “Todos estábamos ansiosos por salir a tomar algo, a comer y convivir un poco. Ahí sí, valía la pena la prueba, porque se aprovechaban las 24 horas que duraba el tes covid-19. Después quitaron la restricción de la prueba y poco a poquito volvió a la normalidad, la única normalidad que conozco porque me tocaron tres semanas sin poder abrir la tienda”.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
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