Como consecuencia del estigma y la vergüenza referentes al aborto, las fronterizas han sido traumatizadas y han pasado por sufrimientos para poder acceder a los servicios y los medicamentos que requieren. Esta historia es la segunda de una serie de tres partes que intenta explorar el intercambio de servicios de aborto entre El Paso y Ciudad Juárez.
Por Victoria Rossi / El Paso Matters y Verónica Martínez / La Verdad
Fotografías: Corrie Boudreaux / El Paso Matters
EL PASO / CIUDAD JUÁREZ.– El latido de corazón le causó pesadillas a Ana durante años. Miró fijamente al sonograma de su feto de nueve semanas mientras una mujer, empleada de la clínica Hill Top Women’s Reproductive Clinic que llevaba vestimenta de médico y no se presentó por su nombre, describió la imagen en la pantalla frente a ellas.
Momentos antes, la mujer había explicado que la ley estatal de Texas requería que hiciera esta narración. Si Ana quería el aborto, dijo la mujer, no podía quitar la vista de la pantalla.
Era el año 2015 y Ana acababa de empezar la escuela de odontología en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Con 19 años de edad, sabía que no estaba preparada para ser mamá. Sin embargo, a pesar de confiar en que la decisión tomada era la correcta, sus secuelas duraron años.
“Este es el rostro de tu bebé”, recuerda Ana que le dijo la mujer. “Este es el tamaño de tu bebé”.
De repente, sin previo aviso, la mujer subió el volumen y se oyó pulsante por la sala el latido de corazón. “Tengo que ir por algo”, dijo la mujer, y dejó a Ana sola en la oscuridad con aquel sonido.
El sonido, se imaginaba, habría convencido a algunas a continuar con su embarazo. “A mí no me convenció”, dijo. “Pero te digo que sí me afectó. Se quedó dentro de mí durante mucho tiempo”.
Lo que le ocurrió después fue una “terrible depresión”, explicó. Se quedó encerrada en casa durante dos semanas. Cuando no tenía pesadillas, tampoco dormía. “Durante mucho tiempo me sentí muy sola. Durante mucho tiempo, me sentí muy aislada. Durante mucho tiempo, sentí que había hecho algo malo”, contó.
El estado de Texas continúa limitando el acceso a servicios de aborto a través de legislación que les impone reglamentos estrictos a los establecimientos de servicios de abortos. Entre estos está la ley del 2011 que requiere que las clínicas hagan audible cualquier actividad cardíaca y que muestren imágenes del sonograma, con una descripción oral de los resultados, antes de realizar un aborto. Contrario a lo declarado por la mujer, la American Civil Liberties Union asevera que las pacientes pueden optar por no mirar las imágenes del sonograma y no escuchar el audio.
Y, a principios de este año, la legislatura de Texas promulgó una ley que prohíbe el aborto tan pronto se detecte actividad cardíaca en un embrión –lo cual puede ocurrir tan pronto como a las seis semanas de concepción–. Bajo esta nueva ley, que entra en vigencia el primero de septiembre, Ana no habría podido tener ningún aborto.
En la mayoría de los estados de México, incluyendo Chihuahua, es un delito interrumpir un embarazo, salvo bajo circunstancias extremas como casos de violencia sexual, si está en peligro la vida de la mujer, si la mujer ha sido inseminada a la fuerza, o si el aborto fue por accidente.
Un estudio del Consorcio latinoamericano contra el aborto inseguro (CLACAI) concluyó que la criminalización y la prohibición del aborto refuerza e intensifica los sentimientos de vergüenza y de culpa para las que se someten al procedimiento. La criminalización del aborto en Chihuahua, junto con las restricciones al acceso en Texas, han puesto en primera plana las discusiones sobre la trauma física y mental que pueden sufrir las mujeres después del procedimiento.
Elia Orrantia, directora de Sin Violencia, una organización en Ciudad Juárez que asiste a las que sobreviven la violencia familiar y sexual, dijo que incluso en un contexto legal, tener un aborto puede causar efectos psicológicos. Sin embargo, notó, “no es el procedimiento de por sí, sino que es el estigma social y el estrés por la criminalización de la interrupción de un embarazo”.
Eva Moya, profesora asociada del College of Health Sciences en la Universidad de Texas en El Paso, dijo que hacer cualquier investigación referente al aborto y el acceso a servicios reproductivos es un reto porque el estigma impide que las personas hablen del tema.
Moya dijo que la estigmatización con frecuencia lleva a la discriminación contra las que buscan abortos, en particular entre las personas marginales. Esto se vincula con los obstáculos que impiden el acceso a servicios reproductivos seguros, incluyendo los anticonceptivos, información precisa referente a la educación sexual y medicamentos.
“El estigma siempre impedirá o supondrá un obstáculo para el acceso”, dijo. “Pondrá en tela de juicio las formas en que podemos educar a otras personas referente a temas de salud”.
Sophie estaba convencida que haría cualquier cosa por prevenir que sus padres se enteraran que estaba embarazada. Sabía del misoprostol, un medicamento para úlceras que también se usa para interrumpir medicamente un embarazo. Pero en el 2013, cuando quedó embarazada, dijo que la información sobre cómo tomar el medicamento era escasa.
Leyó en línea que el té de orégano era un remedio casero, pero aprendió más tarde que los tés herbales podrían causar daños a los riñones y al hígado al ingerirse en dosis altas. Quería un aborto, pero no quería morir en el proceso.
Decidió contárselo a su mamá, quien le preguntó qué quería hacer: ¿tener el bebé? ¿Darlo en adopción? ¿Tener un aborto? “Yo no sé”, respondió Sophie, entonces de 17 años. “Pero no quiero ser mamá”.
Esa misma semana, la juarense cruzó la frontera a El Paso para tener el aborto, sobre el cual conocían solo ella y sus padres.
Para pagar el procedimiento en la clínica Hill Top Women’s Reproductive Clinic, la familia recurrió al fondo de ahorro destinado a sus estudios universitarios. Unos meses antes, Sophie había recibido la noticia por email que le había aceptado una universidad en Houston con una beca parcial.
El procedimiento costó 400 dólares (unos 8 mil pesos), más de la mitad de lo que la familia había comenzado a ahorrar para darle a Sophie para ir a la universidad. Sophie terminó su embarazo para seguir sus sueños, pero aun después del aborto no asistió a su universidad predilecta.
“Ni siquiera era tanto por el dinero”, contó Sophie. “Era por todo lo que ocurrió alrededor de la situación. Me afectó mucho la manera en que fueron ocurriendo las cosas. Todo se me vino abajo”.
Nadia Meza, una de las fundadoras de Juárez Feminista, un grupo activista en Ciudad Juárez que aboga contra la penalización del aborto, dijo que se necesita mostrar que el aborto no es una ocurrencia rara, y que limitar el acceso a la información perjudica la salud de las mujeres.
“Algo que nos enseñan desde chiquitas es que es pecado tener un aborto”, dijo Meza. “Es el mayor estigma que hay que hace que las mujeres sientan miedo de buscar la información que necesitan”.
Para Sophie, el mayor obstáculo contra su recuperación fue mantener su aborto en secreto.
“Me parece que, si hubiera podido hacerlo abiertamente y sin secretos, habría sido muy diferente”, opina.
Más que nada, se sintió avergonzada. Cuando les dijo a sus amigas que estaba embarazada, le aconsejaron no tener un aborto porque esa decisión “haría que terminara en el infierno”.
“Decidí mejor no decir nada”, dijo Sophie. “¿Por qué no cerraste las piernas? ¿Por qué no usaste condón? De pendeja no me iban a bajar.”
Para evitar que la juzgaran, Sophie les dijo a las amigas que había perdido el bebé. Le tomó más de dos años poder hablar de su aborto.
A Sophie le ha tomado más de seis años terminar la universidad, pero también tuvo muchas oportunidades, como por ejemplo estudiar en el extranjero, hacer nuevos amigos y ha entablado relaciones más sanas y alegres.
El aborto ha sido legal en la Ciudad de México desde 2007, y desde entonces se ha legalizado en tres estados más: Oaxaca, el segundo estado en despenalizar el aborto en el 2019, seguido de Hidalgo y Veracruz en el 2021.
Sophie, ahora de 25 años, opina que México ha recorrido un largo camino desde el 2013. Piensa en las mujeres de hoy que tienen espacios para abortar de manera segura. Cuando lee sobre las manifestaciones por el derecho al aborto en la Ciudad de México –ahora también en Ciudad Juárez– se le llenan de lágrimas los ojos.
“Qué chingón habría sido haber tenido esas porras en el momento”, dijo Sophie. “O poder ir con una colectiva y decirles por lo que pasé y que me dijeran: “hermana, estamos aquí contigo”.
Ana sigue sin entender por qué tuvo que oír el latido de corazón antes de tener el aborto. “No es un proceso médico. No sirve para nada a las mujeres”, dijo. “Muchas veces siento que tuve cierto estrés postraumático a pesar de que todo fuera completamente controlado, en una clínica con profesionales”.
Dos eventos ayudaron a Ana a sanear de la experiencia. El nacimiento de su primer hijo. Tampoco había planificado ese embarazo, pero para el 2019, vivía con su pareja en El Paso y tenía mayor estabilidad económica. Esta vez, apenas sintió que estaba embarazada, pensó para sí “Allí está mi bebé”.
El segundo evento comenzó con su segundo aborto. Con su hijo de apenas un año, ella estaba agotada. Daba de lactar las 24 horas del día, y ahora estaba con náusea matutina.
“Ya estaba extremadamente ocupada como mamá del bebé en brazos”, dijo. “Él me necesitaba mucho. Me preocupaba muchísimo tener que cambiarle la vida a él o tener que quitarle mi atención”.
El primer parto de Ana fue difícil, y le preocupaba que otro podría dejarle en el hospital durante semanas, sin poder atender a su hijo, o peor. “Fue una decisión difícil, pero lo hice por amor”, dijo. “Por el amor a mi familia, por el amor a mi hijo, más que todo”.
Le pidió ayuda a una amiga proelección quien le indicó una página por Facebook, “Tú decides, nosotras te acompañamos”.
Allí, encontró enlaces a otros recursos en línea, incluyendo grupos por todo México que ofrecían apoyo médico y emocional a cualquiera que buscara un aborto. Si en persona o remotamente, les servirían de acompañantes a otras durante el largo proceso por interrumpir sus embarazos.
Las acompañantes han surgido en respuesta al estigma que rodea al aborto y su criminalización en México. Como están prohibidos los abortos en la mayoría de los entornos clínicos, las acompañantes se esmeran por asegurar que sean seguros los abortos realizados por cuenta propia.
Si bien no siempre son profesionales de la salud, ofrecen instrucciones para la dosificación de los medicamentos y ayudan a monitorear los síntomas. Quizá lo más importante es que ofrecen apoyo emocional durante una experiencia dolorosa y, a veces, difícil.
Ana envió mensajes a cuantos grupos de acompañantes pudo; el primero en responderle fue una organización en Mérida, Yucatán. Se comunicó con ellos a través de su aplicación de Facebook en su teléfono y envió un texto con la foto de su sonograma para que un doctor determinara la etapa de su embarazo y le evaluara para las condiciones que pudieran hacer más peligroso el aborto con el uso medicamentos.
El grupo le envió un mensaje: su etapa era suficientemente temprana como para tomar misoprostol. Recomendaron que esperara una semana más, contó Ana. “No les hice caso, claro, porque yo estaba extremadamente estresada”. Les respondió, diciendo que no podía esperar.
Mediante discusiones por grupos de Facebook se enteró de cómo comprar misoprostol en una farmacia mexicana sin que el farmaceuta tuviera sospechas. A través de comentarios le aconsejaron ir de noche, que pidiera medicamentos de marca, como Cyrux, y no con el nombre genérico de misoprostol, y que enviara a un hombre a pedirlo.
Con su pareja manejaron de El Paso a una farmacia en Ciudad Juárez en altas horas de la noche. Ella esperó en el auto mientras él entró a la farmacia a comprar el medicamento.
Las acompañantes de Ana por Facebook le chequeaban durante el aborto. “Tuvieron toda la razón”, dijo. Se había tomado las píldoras demasiado pronto. “No funcionó. Me dio una diarrea terrible y tuve que volver a hacerlo todo. Es muy importante que lo hagas correctamente”.
Ana intentó de nuevo y de nuevo las acompañantes le chequearon por Facebook. Al final, funcionó.
Meses después, una amiga cercana se encontró en la misma situación que Ana. Ella tenía un bebé de 4 meses y quería interrumpir un nuevo embarazo. No lo podía hacer en casa –su novio era abusivo–, dijo Ana, y él no quería que ella tuviera un aborto. Aunque vivía en El Paso, Ana tenía un pequeño departamento en Juárez e invitó a su amiga a quedarse allí el fin de semana.
La amiga tomó la primera ronda de medicamento a las 9 de la noche. Ana no pudo dormir. Se mantuvo al lado de su amiga, dándole agua de coco y reafirmándole su apoyo: “Vas a estar muy adolorida. Vas a estar cansada, extenuada. Vas a pensar que tomaste una decisión equivocada porque no es lo que quiere tu novio, no es lo que quiere tu madre. Pero es lo que quieres tú”.
Revisó los síntomas de su amiga y su temperatura durante la noche entera, reportando los resultados al ginecólogo en Mérida por Facebook. Se mantuvo alerta a la hora para administrar una segunda ronda del medicamento, después una tercera ronda.
Después no se han mantenido en contacto. “Se sentía muy avergonzada”, explicó Ana.
Ana entendía su sentimiento, y ha mantenido una distancia respetuosa. También había pasado por lo mismo con su primer aborto. “Nos crían a las mujeres para hacernos sentir culpables”, dijo. “Es parte de nuestras personalidades, la culpabilidad. Así nos controlan”.
En Estados Unidos, grupos nacionales como Shout Your Abortion junto con organizaciones de Texas, como West Fund, que tiene su base en El Paso, han empezado a presionar en contra del estigma y el silencio que rodea a los abortos realizados tanto en clínicas como los autoinducidos.
“Para mí, la opción del aborto autoinducido partió desde la conveniencia”, dijo Nancy Cárdenas Peña, miembro del comité de Frontera Fund, una organización en Texas que ofrece asistencia financiera para abortos. “Yo tuve acceso a la información, yo tuve acceso a los recursos… honestamente, eso fue lo más complicado que se llegó a poner”.
En We Testify, un sitio web en donde las personas comparten sus experiencias de aborto en línea y con medios, Cárdenas Peña describió al aborto como “un procedimiento médico y normal que salva vidas”. Cerca de 54 mil personas de Texas recibieron abortos en el 2020, según el Departamento de Salud y Servicios Sociales del estado. El departamento registró más de 660 abortos en el condado de El Paso en el 2019.
“Yo considero que mi aborto fue un milagro y estoy agradecida por haber podido tomar esa decisión”, escribió Cárdenas Peña.
Y para Ana, esa noche con su amiga fue transformadora. Es como si hubiera pasado la noche cuidándose a sí misma. “Es la ayuda que ojalá hubiera tenido yo”, dijo. “Quisiera haber tenido una amiga conmigo, para decirme que yo estaba bien, que no era una mala persona…que la decisión que había tomado partía del amor y se inspiraba en el amor”.
Desde que ayudó a su amiga en el 2019, Ana misma se ha vuelto acompañante. Ha acompañado a seis mujeres más, tanto en Juárez como en El Paso. Va a sus casas o las invita a la suya, o sencillamente se comunica con ellas por Facebook. Tan pronto como entran en contacto ellas –por los grupos de Facebook o por referencia personal– las considera amigas.
La red de acompañantes de Ciudad Juárez es extensa, dijo Ana, aunque no conocería a muchas personas por sus rostros ni por sus nombres, siquiera. “Somos completamente anónimas. Pero somos muchas, por todas partes”.
Para Ana, esto es lo que marca la diferencia. “Cuando tienes allí a una mujer que te apoya, o a un grupo de personas que se aseguran que nadie te juzgue ni que piense que lo que estás haciendo te convierte en una mala persona, cambia la experiencia por completo”, explicó Ana. “Más que nada, cambia cómo vives después”.
Una marcha en el centro de Juárez para conmemorar el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo incluyó a mujeres que llevaban pañuelos y pulseras verdes para simbolizar el apoyo a la legalización del aborto en Chihuahua.
La primera vez que Samantha ayudó a una amiga con un aborto por cuenta propia, se guió solo con información que pudo encontrar en línea. Después de casi tres años de experiencia, piensa que esto fue irresponsable, pero dijo que en aquel entonces no había una red de apoyo de la cual apoyarse.
Para Samantha, el aborto era un tema que ningún grupo de feministas, o colectiva, quería tocar. La gente lo conversaba sólo en voz baja, pero el tema seguía invisible y sin abordar, dijo.
“Siento que ocupamos mucho espacio con el tema de los feminicidios”, dijo Samantha, referente a los grupos de feministas en Ciudad Juárez. Reconoce que la ciudad durante años se ha visto marcada por la violencia contra la mujer. “Pero eso ha dejado de lado el tema de los derechos de autonomía (corporal) de la mujer”, comentó.
En la medida que se involucró más con el movimiento pro aborto, Samantha encontró organizaciones como Marea Verde, que con frecuencia ofrece talleres dirigidos por profesionales médicos para capacitar a las acompañantes. A través de estos talleres, ella aprendió de las secuelas comunes del misoprostol, cómo realizar un aborto por cuenta propia con el medicamento, la dosificación correcta y las técnicas para ser un apoyo emocional para las mujeres que pasaban por el procedimiento.
Samantha explicó que un aborto por cuenta propia es un proceso que puede tomar unas 12 horas. Prefiere acompañar a las personas durante el día, para que puedan lograr una noche entera de sueño y así descansar.
El medicamento causa contracciones en el útero, con las cuales se desprende y se expulsa el producto de la concepción. El dolor puede variar de persona a persona, entonces para las que no están acostumbradas a cólicos menstruales fuertes, Samantha les advierte que es probable que su experiencia sea más dolorosa.
Los síntomas normales son la diarrea, el vómito y la fiebre, según la Organización Mundial de la Salud.
Ella normalmente está presente durante todo el proceso para atender a las mujeres que buscan su ayuda y para asegurar que la fiebre no dure más de siete horas, el punto en el que habrían desarrollado una infección.
Samantha no siempre está sola. En algunas de sus más de 15 experiencias como acompañante, ha sido testigo de una gran hermandad entre amigas, primas y hermanas. A veces la pareja está presente, pero a quienes menos ve Samantha son a las madres de las mujeres.
Como acompañante, Samantha ha ayudado a mujeres de tan solo 15 años, pero también recuerda a una muchacha que se contactó con ella para ayudar a una amiga de 14 años. La acompañante siente pena por algunas de estas mujeres y por las situaciones por las que tienen que pasar.
“No puedo asumir el papel de juez”, dijo. “No me parece que deberían estar pasando por este proceso, pero la educación sexual es muy limitada”.
También está la experiencia de acompañar a las mujeres que no tienen a nadie. Cuando Samantha está trabajando, sabe que su rol es asegurar que la mujer no se sienta vulnerable. Las ve como amigas que necesitan que alguien les tenga de la mano.
Pero en algunas ocasiones, Samantha se ha negado a ser acompañante porque sabe que no tiene la mentalidad correcta para servirle a otra mujer.
“No se trata de estar allí sólo por estar allí”, explicó, añadiendo que con frecuencia hace un referido de estos casos a otras mujeres que forman parte de la red de acompañantes.
También existe la posibilidad de una emergencia médica, en la que puede que le pidan que lleve a la mujer a un hospital, donde ambas se ven enfrentadas con la posibilidad de ser capturadas y acusadas de un delito.
La decisión de estar dispuestas a llevar a otra mujer a urgencias bajo estas circunstancias es una decisión que cada acompañante tiene que tomar, dijo Samantha. Pero ella ya ha decidido que, si alguna vez se encuentra en esa situación, se quedará con ella. No dejará sola a la mujer que acompaña.
“Lo hago para ayudar a otras mujeres que sienten que su mundo se les viene abajo”, dijo Samantha. “Yo sé que antes no siempre había alguien que estuviera (dispuesto a estar) allí, pero por lo menos ahora, en este momento, yo sí puedo ayudar”.
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*Algunas de las fuentes que aceptaron ser entrevistadas por La Verdad y El Paso Matters no han conversado abiertamente de sus abortos ni con sus familias ni con sus amigos; por esta razón, algunos de los nombres han sido cambiados y los apellidos de las acompañantes sido omitidos para poder proteger sus identidades y prevenir cualquier acción legal en su contra.
**Este contenido fue producida como parte de Puente News Collaborative, una asociación binacional de organizaciones de noticias en Ciudad Juárez y El Paso, de la que forma parte La Verdad.
Primera entrega: Dos caras de una moneda
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