Texto y fotos: Al-Dabi Olvera y Daliri Oropeza
Hace cuatro años se ordenó la construcción de la autopista Pirámides-Texcoco que tenía como objetivo conectar Hidalgo, Tlaxcala y Puebla con el nuevo aeropuerto. La obra debió terminarse hace dos años, pero una mujer se negó a abandonar su hogar y ceder el terreno para esa obra. Desde entonces, Nieves Rodríguez resiste en su casa amenazas, presiones, ruidos de maquinaria, la suya es una lucha por el derecho al territorio
SAN SALVADOR ATENCO, EDO MEX.- Nieves Rodríguez describe su modo de vida como una raíz. Su casa está rodeada de árboles frutales, hierbas medicinales y, después de la temporada de lluvia, de maíz y nopal. En medio del campo de Atenco, pueblo conocido en México por su lucha campesina, la casa de tabiques rojos de Nieves se hizo famosa por imágenes difundidas en internet en las que aparece flanqueada por dos planchas de cemento y chapopote: la autopista Ecatepec-Peñón, pensada para conectar el hoy rechazado proyecto del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM).
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En octubre del 2014 el Secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruíz Esparza, anunció el inicio de las obras de la autopista “Pirámides-Texcoco” (legalmente nombrada Ecatepec-Peñón). La obra tendría una inversión de mil 700 millones de pesos y contaría con 17.1 kilómetros de longitud, dos carriles y dos casetas de cobro. Conectaría Hidalgo, Tlaxcala y Puebla con el NAICM. La obra debió terminar en 2016; sin embargo, Esparza no contó algo: que pasaría encima de los terrenos de los campesinos de Atenco.
Cuando arrancó la obra Nieves vio cómo las constructoras empezaron a tirar cascajo en los terrenos vecinos y a colocar las primeras capas de la autopista. Nieves se negó a ceder su territorio y sufrió amenazas de muerte. En lugar de ceder a esas amenazas, la resistencia de Nieves se fortaleció: desde el 8 de noviembre el jardín de su casa se convirtió en un campamento que lucha por el derecho al territorio.
Campesinos con sombreros de paja, músicos, activistas, periodistas, se aglutinan en el terreno. Se quedan a dormir, comen, cantan, entrevistan; una especie de guardia creativa. Nieves no está quieta. Barre, trapea, se baña, maquilla; entra y sale, da cazuelas a mujeres que cocinan con leña. Responde entrevistas tanto en su sala, como en su terreno o en la cocina, asando chiles.
Nieves decidió construir aquí hace 20 años por la calma que representaba vivir en medio del ejido: “siempre quise hacer una casita en el campo”. Acá pudo hacer crecer vacas, borregos o guajolotes y logró hacer una vida hasta que comenzó la obra de la mencionada autopista.
La historia de Nieves evoca la historia de Máxima Acuña, Premio Goldman 2016, cuya pequeña casa resiste al lado de una laguna contra el proyecto minero Conga. Como Máxima, Nieves dice que no vende su tierra y no se va de su hogar, porque su hogar son sus recuerdos, “esta casa tiene la misma edad que mi hija”.
Al enterarse de la construcción de la autopista en sus tierras, los ejidatarios del pueblo texcocano Tocuila y Atenco construyeron barricadas, pero no fue suficiente. Grupos de choque los desalojaron a balazos de su campamento en marzo del 2017 y la empresa avanzó con la obra.
“Nunca me imaginé que pasaría sobre mi casa”, dice Nieves.
La mayoría de sus vecinos, de filiación priísta, vendieron sus tierras. Nieves, la única que junto con su familia vive en esa parte del campo, no lo hizo. Como reprimenda, los priístas le quitaron primero el agua, luego la electricidad. Ella misma se reconectó después al transformador.
Conforme la construcción se acercaba a su casa, el frenesí de tractores con material aumentó. Las máquinas trabajaban hasta las tres de la mañana. Del peso de los camiones, su casa se agrietó. Aun así, hacía agua de frutas a los trabajadores.
Personal de la empresa Pinfra, concesionaria de la autopista, la visitó a finales del 2017. La presión pasó de intentos de negociación a amenazas de expropiación. Le dijeron que tenía que mover su casa, que se la construirían más atrás. Ella bromeó primero:
“¿Por qué no hacen un puente sobre mi casa y así pongo un restaurante?”
“No se puede hacer ni un puente ni una curva cerca de las casas”, le contestaron.
Nieves les respondió entonces: “Mi casa no está flotando en el aire”, les dijo Nieves.
Uno de sus hijos, del cual se omite el nombre por motivos de seguridad, asegura que ellos han vivido en paz en esa casa, aún con carencias, pero en paz, nadie les había molestado, hasta la construcción de esta autopista. “Yo apoyaré la decisión de mi madre, mi labor es protegerla”, asegura.
Al hablar de su decisión de quedarse en casa, Nieves expresa: “Mi vida es nuestras raíces. Por eso sigo apoyando contra el aeropuerto. Como mujer, estoy con ellos (sus vecinos) desde el 2001. Peña dio la orden contra Atenco, fue tan triste ver a mi pueblo así. Qué bueno que se les vino para abajo”.
Sin embargo, a pesar de la consulta obradorista realizada del 25 al 28 de octubre y que resultó en un 69% de participantes que optaron por cambiar la megaobra a Santa Lucía, las máquinas y los tractores que llevan piedra trabajan con más ahínco tras la advertencia de Enrique Peña Nieto de que las obras no pararían. Por la casa comenzaron a pasar de nuevo camiones. Las nopaleras de Nieves fueron quemadas como amedrentamiento cuando estaba en recuperación del accidente que tuvo, sus gallineros cayeron, tuvo que vender sus animales.
En un año de avance la han afectado emocional, psicológica y hasta físicamente. Su caso recuerda también al de los otomíes de Xochicuautla. El 11 de abril de 2016 la casa de uno de los líderes otomíes fue derribada por maquinaria para el paso de otra autopista que va del aeropuerto de Toluca a Naucalpan. En Xochicuautla, la casa pudo ser demolida porque intervinieron 600 granaderos a favor de la empresa: Grupo Higa.
Sandino Rivero, abogado que lleva los amparos del FPDT contra la autopista Ecatepec Peñón, explica para Pie de Página que solo un amparo, el del Pueblo de Tocuila (con expediente 349/2016), tiene resolución donde la jueza ordenó devolver 72 mil metros cuadrados para restituirles el derecho violado por la construcción de la autopista.
Rivero asegura que los otros dos amparos, de Acuexcomac y Atenco, deben tener la misma resolución ya que “ni si quiera hubo proceso de expropiación”, argumento que usó la jueza con el de Tocuila. Si no hay impugnación del amparo de restitución de tierras, en esta primera instancia, se debe hacer cuanto antes la restitución de tierras. Por otro lado, hay suspensiones definitivas en los amparos de Acuexcomac y Tocuila, por lo que en ambos pueblos no puede seguir la construcción hasta que se resuelvan los amparos, sin embargo, en el ejido de Atenco no hay suspensión.
El seis de noviembre, su hija le comentó un rumor: “mamá, dicen que un grupo de choque va a ir a sacarte, a desalojarte. Van a llegar a madrear”.
“No me voy a salir”, contestó.
Nieves fue a ver a Trinidad Ramírez, integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra después de hacer una entrega de pan de elote, le dijo: “me quieren desalojar”.
“¿Cómo que te van a desalojar?”.
Sus compañeros se organizaron y pararon los camiones.
Después de eso, se quedó sola. Y más tarde dos sujetos se le acercaron: tiene de plazo el jueves para salirse. Si no, va a haber muertos de un lado y del otro”.
“Si me voy a morir, va a ser luchando”.
“¿Sabe que la pista es de Carlos Salinas? Él es millonario”.
Nieves se volvió a negar. Posteriormente le llamaron a su hija: que iban a «comenzar» con sus hijos casados, luego los pequeños, y al final ella.
Pero Nieves resiste todavía.
Tras las amenazas, Nieves tiene la intención de denunciar, cuestión que resolverá “en estos días” junto con Trini.
Antonio Lara, defensor del Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero, el cual acompaña la denuncia pública de Nieves: “Aún con la cancelación del aeropuerto, la lógica de las empresas es concluir y trabajar esas autopistas, por eso su lógica los atiene a continuar con el despojo del territorio” y reafirma, como Centro de Derechos Humanos, “estamos permanentemente en la vivienda”.
«No nos hemos movido de aquí, andan rondando los otras y nos dieron varios sustos en la semana (del 11 al 18 de noviembre). No podemos permitir que nadie se meta. Aquí todos nos unimos, yo no tengo terreno por acá pero no importa, me gusta defender la Tierra”, asegura Raymundo, quien es campesino de Atenco o que ha participado también desde 2001.
Desde la amenaza, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, defensores de Derechos Humanos y colectivos montaron este campamento que a ratos parece una gran fiesta, aunque permanecen palpitantes las tensiones.
Cuidan a Nieves las 24 horas.
Nieves era conocida en Atenco antes de la lucha contra la autopista, pues vende los productos de la siembra y los árboles de su terreno. Además, recorre las parcelas de otros campesinos, compra sus productos y los revende en el pueblo. Luego regresa con los campesinos a darles “la micha”.
Primero salía a vender en bicicleta, luego en moto. Un día, por la noche, en la época en la que todavía no se recogía la siembra, Nieves salió a vender zapatos. Las luces de un camión de la construcción la deslumbraron bajo el puente construido por la autopista. Se derrapó. Su familia fue a rescatarla. Nieves resultó con lesiones en tibia y peroné. Próximamente se cumplirá un año de que ya no sale a vender en motocicleta.
Todo lo que dice Nieves desemboca invariablemente en el alimento… ahora hace pan de elote, pero lo distribuye a través de activistas en la Ciudad de México: “no me doy a la pena”. Y en el campamento, todo puede faltar menos sus salsas. Para el pozole, para la barbacoa. Y es que cualquier conversación con ella remite al campo y a la comida: “Me encantaba ir a ayudar a mi abuela en su parcela. Tengo ocho hermanos, pero como mujer hija mayor fui la única que le gustó el campo”.
Desde los nueve años ayudaba a su abuela con la siembra y venta de frijoles, maíz, quintoniles, que llevaban al tianguis de Chiconcuac. Con una risa pícara asegura que a veces vendía más que su abuela. Se recuerda a sí misma cargando la verdura con un ayate de ixtle, y desde entonces no ha dejado de trabajar: “así saqué adelante a mi familia”.
Afuera de la casa de Nieves se escucha acordeón, un piano; luego, una voz entona canciones carrasposas. Es Rafael Catana, que ha venido a solidarizarse y dar un pequeño concierto afuera de la casa de la defensora.
Otras mujeres atenquenses ayudan a hacer tortilla la masa. Una de ellas es Alicia Galicia, figura emblemática de Atenco, dice sus motivos para acompañar a Nieves: “por la lucha tan grande que está dando, nos da la muestra de que si algo se quiere, se puede, y el campo se defiende porque nos da de comer”.
Desde su cocina, Nieves muestra el ahuahutle, comida tradicional típica de los pueblos que rodean el Lago de Texcoco. Su recetario incluye más alimentos acostumbrados por los pobladores prehispánicos de la zona: chapulines, caracoles, flor de calabaza, romeros. En la cocina de su casa tiene colgado un calendario con el dibujo de una mujer que muele en metate, al fondo del dibujo se ven los volcanes Popocatépetl e Iztlacíhuatl, justo el paisaje que se ve desde su hogar.
Afuera reclaman a Nieves. “¡Que salga la quinceañera!”.
Es una broma que le hacen campesinos que escuchan música. Nieves suspende un momento la entrevista. Debe dar un mensaje tras la tocada de Rafael Catana. Toma el micrófono y dice: “Como ustedes ven, está pasando la pista sobre mi casa. Estamos viendo aquí el monstruo. Lo que estoy viviendo es triste, pero es una emoción tenerlos aquí. Su música me hace olvidar un poco los problemas. Las puertas de mi casa están abiertas”
“Irme es una traición. Hoy lucho con más coraje y más rabia”.
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