Nadie sabemos cuánto durará esta pandemia y los efectos más amplios están en prácticamente todos nosotros, y nos acompañarán por largo tiempo. Este proyecto apoya iniciativas comunitarias de salud mental en contextos de bajos recursos
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En muchas sociedades, la pandemia de covid-19 desnudó las carencias y limitaciones en los sistemas de salud pública incluyendo aquellas relacionadas con la salud mental, de por sí comúnmente relegada como si no formara parte integral de nuestro bienestar.
Todos hemos sido tocados por la pandemia, ya sea por la pérdida de familiares o seres queridos, la misma enfermedad, la disminución de ingresos o una mayor precarización laboral o el simple hecho del retiro social y la súbita pérdida de espacios de interacción, convivencia, acompañamiento e intercambio de afectos. De pronto se asentó la incertidumbre en todos los ámbitos de nuestras vidas. ¿Me contagiaré? ¿Mantendré mi trabajo? ¿Volveré a ver a seres queridos? Todo ello nos produce enorme estrés y, de acuerdo con especialistas, ni tenemos como individuos la capacidad adaptativa ni nuestras sociedades están organizadas para enfrentar tan altos niveles de riesgo e incertidumbre. Las ansiedades asociadas a la pandemia por supuesto que se suman a las que ya tenían quienes sufren condiciones difíciles como la pobreza o la exclusión o padecen violencias, así como a preocupaciones sobre el futuro frente a un colapso ecológico de escala planetaria, que afectan principalmente a los más jóvenes.
Sin embargo, pese a que con la pandemia pareciera existir una mayor conciencia sobre la salud mental, en la mayoría de los casos ésta no ha sido acompañada por mayor atención y recursos. Así, las nuevas necesidades de atención y cuidado se suman a los déficits pre-existentes. En el caso de México hay cada vez más profesionales en salud mental, pero siguen siendo insuficientes para enfrentar el crecimiento demográfico y de los problemas que conducen a enfermedades mentales. Para el Dr. José Juan Sánchez Báez del Instituto Mexicano de Medicina Psicosomática, no se trata únicamente de carencias en cantidad de profesionales o infraestructura, sino que por lo general persiste una separación los servicios de salud y la salud mental. “Tenemos que replantearnos no solo la universidad de los servicios de salud mental, sino la incorporación verdadera de servicios psicosociales”, comenta. Esto, por supuesto, además de trabajar más en la prevención de enfermedades. “Pero es sumamente difícil”, añade. “Tenemos un mar inmenso de necesidades y falta un concepto comunitario donde las comunidades mismas participen”. Sobre esto aclara que, si bien existen centros comunitarios de salud mental (usualmente saturados) en muchas localidades, no significa por ello que existan estrategias comunitarias para el cuidado de la salud mental de sus integrantes.
Esta entrega de Lo Posible viene al caso por la segunda convocatoria de Ember Mental Health, proyecto de The SHM Foundation que apoya iniciativas comunitarias de salud mental en contextos de bajos recursos. La primera convocatoria tuvo lugar en agosto de 2019 y desde entonces el equipo de Ember acompaña a doce iniciativas que fueron seleccionadas (de un total de ciento sesenta), ayudándoles a crecer y a prosperar, o en algunos casos a sobrevivir la pandemia, adaptándose a las nuevas circunstancias y posibilidades. Las iniciativas apoyadas se encuentran en países como Vietnam, Sri Lanka, India, Nepal, Afganistán, Botsuana, Kenia, Zimbabue y Etiopía. Algunas más están en nuestra región. Tal es el caso de Huertomanías (en Quito, Ecuador), un colectivo de personas que viven con condiciones severas como la esquizofrenia, cuya misión es lograr autonomía social y financiera a través de proyectos de sustento como la horticultura, y de Punto de Encuentro CESC (en Rosario, Argentina), que busca fortalecer la autonomía psicológica, económica y social de mujeres y jóvenes afectadas por violencia de género.
Estas iniciativas comunitarias suelen trabajar con recursos muy escasos y tener poco reconocimiento, de ahí la importancia de la sociedad que establecen con Ember, quienes financian y proveen tutoría por un período que va de doce a veinticuatro meses, con el objetivo de ayudarles a construir capacidades y sostenibilidad, vencer desafíos y realizar su potencial. Otra característica de este tipo de iniciativas es que no siempre son dirigidas por profesionales, sino que cuenta mucho la experiencia vivida por sus fundadores y por quienes forman parte. Para Anna Kydd, directora de The SHM Foundation, esta fue una barrera importante por superar en Ember y lo es en todos estos contextos, puesto que no solo las necesidades rebasan la disponibilidad de profesionales, sino que es mucho lo que se puede hacer a partir de la propia experiencia y la adquisición y desarrollo de técnicas y terapias.
Ember ha logrado apreciar y dar a conocer la maravillosa pasión y creatividad con que muchas personas alrededor del mundo trabajan para brindar salud mental, combatir el estigma y crear espacios de ayuda en sus comunidades. Quienes lideran estos esfuerzos enfrentan enormes desafíos, pero hay un común denominador: su deseo de hacer una diferencia. ¿Qué les hizo encender esa chispa para trabajar por la salud mental? ¿Qué les mantiene motivados para ayudar a otros, aún en los tiempos más difíciles? Las historias de estas personas se pueden conocer en Sparks of Care, pódcast (en inglés) del proyecto Ember.
En el episodio CAFS Talks podrán conocer a la organización CAFS de Sri Lanka, que de manera muy particular provee servicios a niños y adolescentes, así como a sus familias. En ese país, como en muchos otros, la atención psicológica se brinda en espacios clínico-hospitalarios, generalmente fríos y en el peor de los casos hostiles o violentos. Ellas apostaron por crear un espacio más acogedor donde se pudiera establecer una relación con los niños y adolescentes, así como entre ellos. De esa forma, quienes acuden lo hacen como cuando visitan otro hogar. El espacio les invita a ser quienes son, con todo y sus problemas. Quienes están ya familiarizados no necesitan algo como una cita, sino que pueden entrar a leer un libro o acercarse a conversar con miembros del equipo. En sus talleres, CAFS involucra la actividad física y el juego, para luego adentrarse a terapia creativa: los niños dibujan sueños y deseos para el futuro, lo que detona conversaciones importantes para sus procesos personales. También han realizado campañas en torno al autismo y para la prevención del suicidio, un drama que seguro va en aumento en todo el mundo. Los miembros de CAFS también practican el autocuidado, algo en lo que Ember insiste mucho y en lo que también apoya a las organizaciones socias.
En el episodio In conversation with Iregi conocerán a la organización PDO Kenya y a su fundador, el activista Iregi Mwenja, cuya historia conmueve a la vez que refleja una realidad seguramente muy común. Siendo joven padeció un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (ADHD por sus siglas en inglés) y por largo tiempo sufrió de estigma y tratos inadecuados, en algunos casos hasta abuso psicológico en instituciones. Esto hasta que logró tener acceso a un terapeuta y entendió finalmente lo que le sucedía, lo cual fue un parteaguas en su tratamiento, y en su vida. En dicho episodio, Iregi comenta que efectivamente con la pandemia hay más conciencia en población y gobierno (de Kenia) y un mayor compromiso hacia la salud mental, pero que el estigma, la discriminación y las injusticias hacia personas que padecen condiciones de salud, persisten. En PDO Kenya practican terapia expresiva, usando música y danza para aliviar la angustia psicológica. Ellos se dieron cuenta que necesitaban intervenciones para grupos enteros, y que fueran populares entre su pueblo, como lo es bailar. Tienen la bondad de tener cerca un parque nacional y desarrollaron un programa de dos días en la naturaleza orientado a restaurar el bienestar psicológico, apartándose los participantes un poco de los factores de estrés cotidianos, de trabajo, así como de familia.
Además de trabajar de la mano de cada una de las organizaciones que acompañan, Ember busca generar una red entre las mismas, de manera que puedan compartirse experiencias y aprendizajes. Por otro lado, buscan lograr que más fundaciones brinden apoyo en el área de salud mental, puesto que, nuevamente, pese a una mayor conciencia de su importancia no ha habido un aumento en la inversión. Para Anna Kydd, esto se debe en parte a que es difícil lograr en el corto plazo un impacto medible, pero también a que muchos temen participar por no considerarse especialistas en el tema. Sin embargo, como la diversidad de iniciativas que Ember apoya lo demuestra, es mucho lo que se puede lograr con la energía de personas y colectivos comprometidos con la salud mental, que a su paso encuentran e integran apoyo profesional. La pandemia nos ha mostrado lo importante que es tener fácil acceso a los cuidados y el apoyo adecuados, y las necesidades son más grandes que nunca.
La segunda convocatoria de Ember vence el martes 24 de agosto. Si formas parte o conoces alguna iniciativa comunitaria de salud mental y quieren considerar postular, la solicitud es muy sencilla y encuentran las instrucciones y el formulario en español aquí. Son tiempos de cuidarnos y de cuidar a otros, pero no solo de los contagios y sus consecuencias físicas. Nadie sabe cuánto durará esta pandemia y los efectos más amplios están en prácticamente todos nosotros, y nos acompañarán por largo tiempo. Por el bien de quienes padecen algún problema de salud mental, así sea incipiente, y de las organizaciones y colectivos que les brindan apoyo, mucho agradeceré circules la convocatoria.
Nota: escribo esta pieza no como especialista, sino como alguien con experiencia vivida en cuanto a mi salud mental y maravillado por la labor que en este campo hacen personas y organizaciones de lo más diversas en distintas partes del mundo. Agradezco a Anna Kydd, directora de The SHM Foundation, y al Dr. José Juan Sánchez Báez, por lo compartido en nuestras conversaciones. Como siempre, cualquier error de interpretación o imprecisión es mío.
Profesor de ecología política en University College London. Estudia la producción de la (in)justicia ambiental en América Latina. Cofundador y director de Albora: Geografía de la Esperanza en México.
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