“Hay gente que cuando subo un vídeo sí empiezan a criticar, dicen ¿y si te muerde la mano? lo que no saben es que yo ya fui atacado por un cocodrilo…”
Texto y fotos: Marcos Vizcarra/Revista Espejo
SAUCITO, SINALOA.-Todo es como hace 30 años, cuando Beto pescaba en la Laguna de Chiricahueto, al sur de Culiacán, y llegaba la noche oscura, donde lo único que brillaba eran las estrellas y los ojos de los cocodrilos que embelesan e hipnotizan desde las aguas.
“Hay gente que cuando subo un vídeo sí empiezan a criticar, dicen ¿y si te muerde la mano? lo que no saben es que yo ya fui atacado por un cocodrilo, me causó tres heridas que fueron algo mortales y lo sigo haciendo porque hay algo que me une a ellos, que me atrae… es la fuerza que emanan”, dice.
Vive en El Saucito Nuevo, un pueblo hacia Eldorado, donde cría a más de 200 cocodrilos cada año sin nombrarlos; porque su misión no es otra más que la de conservarlos con vida en este estado, donde hay personas que trafican con esos animales.
Los cocodrilos de río son bestias fuertes, pueden llegar a medir entre los 3 y 4 metros de largo, aunque se han encontrado especímenes de 7 metros. Su peso ronda entre los 150 y 500 kilos y puede poner más de 30 huevos en un solo nido cada año.
En México hay tres tipos de cocodrilos, los caimanes, los cocodrilos de pantano y los de río. Estos últimos habitan en Chiapas, Colima, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Quintana Roo, Nayarit, Yucatán y Sinaloa, aunque no todos esos estados tienen criaderos para la conservación. Al contrario, casi todos cuentan con granjas para reproducirlos, matarlos y aprovechar la carne y pieles que en el mercado aún se usan para prendas de vestir.
En Sinaloa sucedió así con una empresa llamada Cocomex, así se alimentó a ese mercado exótico, hambriento de bolsos, botas, cinturones, carteras y demás artículos que se venden a un precio alto.
Pero la empresa se vino abajo, comenzaron a tener errores y con ello multas por la Procuraduría Federal del Medio Ambiente (Profepa).
Para Beto, eso tiene una explicación mística.
“La gente de donde yo vivía antes, en el Saucito Viejo, ahí la gente los mataba, se los comía y las pieles las vendían… a veces la carne la tiraban, pero luego llegó la veda, una veda permanente porque estuvieron en peligro de extinción. Pensé: cuando yo tenga tiempo me traeré un nido y sí, me traje uno y al siguiente dos y ya este año me traje seis, que son 200 cocodrilos”.
—¿Cómo le haces para eso si los cocodrilos siempre están arriba de sus huevos?
—Los cocodrilos siempre están ahí, pero cuando vas los cocodrilos se quitan, dejan humedecido y el agua revuelta, te hacen descubrir los nidos falsos hasta llegar al final. Hacen varios nidos, hacen cuatro, cinco, los que sea para desorientar al depredador y preparan lentamente el nido donde van a ovopositar.
—¿Y nada más te los traes o cómo los crías?
—Yo llego y miro el embrión para ver qué tan desarrollado está, a ver si tiene un mes o una semana y anoto en una libreta, así calculo qué día van a nacer.
—¿Cómo lo aprendiste a calcular?
—Cuando yo pescaba en la laguna, los veía nacer, los miraba y empezaba a contar el tiempo. Una vez yo empecé a cuidar cuatro huevos y a los 30 días abrí un huevo a ver cómo estaba el embrión y se murió, a los dos meses otro y dañé nada más dos, porque el tercero ya no lo alcancé a abrir porque en la noche nacieron, así me di cuenta que tardaban 90 días en nacer.
—¿Y qué haces con los huevos?
—Ya te das cuenta, me los traigo aquí, a una incubadora donde la temperatura es de 32 grados que tiene humedad y se siente una temperatura más alta. Aquí yo los tengo tres meses en incubación y cuatro meses más alimentándolos, son siete meses, desde que están en embrión hasta que son liberados. Hay gente que a veces me apoya, que me regala carteritas de hígados o se cooperan con 200 o 300 pesos y voy y lo compro, tengo que elegirlo en buen estado y ya más adelante les doy animalitos, insectos, para que mientras crezcan no pierdan su instinto”.
—¿Qué ganas con hacer esto?
–—Por el momento no gano nada, yo lo que hago es ir a las escuelas a concientizar… mira, es como si tú hubieras nacido en un cuadro y te diga el destino que tú vas a hacer esto, algo así pasa conmigo… Yo a los 21 años fui jefe de seguridad de una empresa y ganaba bien, pero dejé ese trabajo para venirme a hacer esto, y conseguí otro trabajo donde ganaba más o menos bien y no, si está llegando un día que los cocodrilos van a nacer me largo”.
“Hay un magnetismo tan fuerte, algo que me atrae, es algo que no me explico, porque he estado a punto de renunciar, porque claro que necesito dinero, porque es un esfuerzo muy grande, a punto de desmayarte, pero pasa que cuando llegas al nido sale una energía, algo que te chupa toda la sangre”.
—¿Es un tema espiritual?
–—Es algo parecido… pudiéramos decir que es un misticismo. En la antigüedad la gente los ha dejado como con poderes de hacer el bien y hacer el mal, hay partes donde los consideran sagrados, de hecho en Egipto hay evidencias que ellos tenían cocodrilos, que tenían criaderos y los embalsamaban con ellos, y yo me pregunto por qué a mí, eso es lo que no encuentro.
—¿Es una búsqueda?
–—Eso es lo místico, es lo que ando buscando y no sé qué es.
—¿Y cómo le haces en tu búsqueda si no ganas dinero y con un montón de cocodrilos?
—Vamos a seguir con el misticismo. ¿Has escuchado hablar de la Ley de la Atracción?, dice que existe por encima de cualquier cosa, creas en ella o no y que la Ley de la atracción te va a mover y es eso, es lo que a mí me ha movido hasta ahorita. La gente llega como de milagro y sé que no es milagro, es esa Ley que está ejerciendo en mí y en los demás”
—Debe haber también personas que te piden comprarte cocodrilos…
—Hay mucha gente que me dice que quiere que le venda pero no, no se los puedo vender porque mi proyecto es de conservación y si yo vendo un cocodrilo en qué papel voy a quedar… si yo estoy luchando por conservar especies, de qué estamos hablando. Sería como lo que le pasó a Cocomex.
—¿Qué les pasó?
—Ellos tenían… como dueños de una empresa que se dedica a la explotación de animales exóticos, ellos tienen que entregar el 10 por ciento de la producción que tengan, solo el 10 por ciento en efectivo o en especie y lo que ellos hacían era ir a los nidos, hacían monitoreo y con eso liberaban cocodrilos y cumplían con lo que dice la ley, pero finalmente no cumplieron y se vino todo eso abajo… ese es el misterio que encierran.
—¿Qué misterio?
—El misterio que ellos encierran… tienes que trabajar bien derechito con ellos y si tú dices que son para conservación, deben ser para conservación, si tú dices que vas a entregar el 10 por ciento de la población, el 10 por ciento tienes que entregar, porque si no… Tienen una energía muy fuerte que te la transmiten.
—Ahora yo haré esa pregunta, ¿y si algún día se lo come un cocodrilo?
—Para mí va a ser un honor.
Este trabajo se publicó originalmente en REVISTA ESPEJO, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la versión original.
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