En 2019 la alcaldía de Xochimilco desalojó a la familia Rosas y demolió su casa en cuatro horas, pese a que los habitantes acreditaron la posesión del inmueble. Hoy el espacio queda como una avenida abierta
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
CIUDAD DE MÉXICO.- Felipe Rosas está sentado al borde de un camellón, sobre el tronco de un ciruelo cortado que solía estar afuera de su casa. Enfrente de él no hay nada más que asfalto. Hasta hace dos años había dos predios con familias viviendo en ellas. Todo cambió la mañana del 20 de junio de 2019, una legión de policías, un tropel de cargadores y sendas máquinas de construcción desaparecieron todo en menos de cuatro horas.
“El operativo comenzó a las nueve y media. A la una de la tarde ya no existía mi casa”, cuenta Felipe, quien todavía no logra entender la necesidad de abrir una calle ahí, en donde estaba su casa, en el corazón de la colonia, lejos de grandes avenidas. Lo único que le quedan son unos sentimientos bien oscuros, como él llama al coraje y a la rabia. Del gobierno, nada. Ni hablar de una indemnización, menos de una disculpa.
“Lo que buscamos es la reinstalación de nuestra casa, porque yo entiendo que se recuperen predios, pero con un juicio previo. Nosotros no tuvimos esa oportunidad. Nos notificaron y ya tenían el operativo listo”, dice desde el lugar donde solía estar no solo su casa, sino también el negocio que le daba sustento a su familia: Carnitas Goyo.
Después de 45 años de vivir ahí, y de servir tacos para toda la colonia, los vecinos que pasan por la calle lo saludan con afecto. “¿Cómo van las cosas?”, “¿cómo está tu mamá?”, “qué les han dicho del predio?”, se escucha mientras sus vecinos caminan sobre lo que pudo haber sido la sala o el cuarto de lavado. La carga es terrible, confiesa después Felipe, que habla con voz pausada y tranquila. Muy abajo de cada aliento se siente un coraje pesado y profundo que a veces le quiebra las palabras.
“El 18 de junio de 2019 llega el personal de la alcaldía”, cuenta. “Con engaños le dan a mi madre un acta administrativa en la cual requerían comprobar la propiedad privada, es un predio de 375 metros el cual estaba dividido en dos lotes, uno nos pertenecía a mí y a mi familia y el otro a un hermano de mi papá”.
Estos predios habían sido ellos desde hace más de 45 años, cuando las colonias San Marcos y ampliación San Marcos eran aún campos de cultivo. Según Felipe, su papá y su abuela compraron los terrenos, mismos que fueron reconocidos en 1982 por un juez local, que emitió una prescripción positiva sobre su posesión.
“Mi hermana es abogada, nos dice que no hay problema, que ella tiene todo en regla. Mi mamá firmó el documento sin saber lo que firmaba, a ella le dijeron que aprobaban mejoras para la colonia, que para eso era el documento. Firmó pensando que era un bien para la comunidad”.
La mañana del 19 de junio su hermana se presentó en las oficinas de la alcaldía Xochimilco para comprobar la propiedad del predio, pero la respuesta de Francisco Pastrana Basurto, director de jurídico y gobierno de Xochimilco, fue absoluta.
“Desechó los papeles y dijo que eran falsos, que no sirven, que hagamos lo que hagamos van a proceder a recuperar este predio”. cuenta Felipe.
Ese día, por conocidos que tenía su familia en la estructura de empleados de la alcaldía, se enteraron de que el operativo contra su casa ya estaba decidido. Con esa información, Felipe se apuró a la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México para pedir que se implementaran medidas precautorias o cautelares. Lo único que logró fue levantar una queja que después fue desechada, pues la Comisión declaró que la alcaldía no había incurrido en ninguna violación de derechos humanos.
Después de un rato la voz de Felipe se escucha más cortada, como si perdiera la calma. Sus frases son breves y contundentes. Su mirada se queda fija en la memoria.
“El día 20 a las 9 de la mañana llegaron los vecinos, convocados por nosotros mismos. Pedimos su apoyo porque, pues, tenemos 45 años viviendo aquí y la mayor parte de la gente nos conoce. Llegan familiares, amigos, aproximadamente somos unas 100 personas. Dentro de la casa permanecen mi madre y todos los niños chicos, hijos de mis hermanos, sobrinos. Y todos nosotros, afuera”.
“Aproximadamente a las nueve y veinte o nueve y cuarto comienzan a llegar. Primero entró protección civil, posteriormente llegan policías. Cercan toda la colonia, cercan la entrada de Tabachines, la entrada de Ahuejotes, la entrada de Alcanfores y la entrada de Lateral de Ahuejotes. Son cuatro entradas que tiene el barrio, las cuatro cerradas totalmente por policías de la secretaría de seguridad ciudadana y personal de protección civil. Después llegan y nos encapsulan ¡En uno, en dos, en tres, en cuatro frentes! Nos empiezan a cerrar. Calculamos que aproximadamente eran entre 500 u 800 policías de diferentes corporaciones”.
En ese momento, alguien dio la orden de que empezaran a demoler la casa, Felipe no supo quién. Los niños seguían adentro y había personas que se empezaban a meter, a violar candados, rejas, y a demoler todo”.
“Además de la policía que traían, venía gente administrativa de la alcaldía, traían personal de base porque traían uniforme de la Alcaldía y también traían grupos civiles, grupos de choque, golpeadores. Traían maquinaria, una excavadora de 18 toneladas, dos retroexcavadoras de 8 toneladas, cargadores frontales, camiones, camiones de volteo, de redilas. Era un grotesco aparato de gobierno para despojar de la propiedad a mi madre y dos de mis hermanas”.
“Cuando vemos que empiezan a demoler la casa, ya no era salvar la casa, era salvar la vida de los niños y de mi madre. Empiezan a forcejear, a mi hermana la golpean, a mi hermano también lo arrastraron por la calle de atrás y lo golpearon en el callejón. En algún momento alguien detuvo todo: ¡Detenganlo, que salgan los niños! dijo”.
Después de eso, en cuestión de minutos, la casa desapareció.
A poco más de dos años, Felipe aún no encuentra explicación de por qué la Alcaldía desapareció su casa para poner un pedazo de calle, pero después de años de encontrarse con otros vecinos, cree que la respuesta pueda venir de “eso que llaman desarrollo”, como dice él.
“La idea es que era para abrir la calle, creo yo que hay planeados proyectos de vialidad muy grande aquí en Xochimilco, vienen con toda la idea de inmobiliarias y puentes, lo que está sucediendo es la gentrificación. Son rumores, pero dicen que tienen planeada una vialidad que va a separar Xochimilco en dos. Creemos que por aquí puede pasar ese proyecto”.
Entonces, Felipe recuerda que cuando su hermana acudió a la alcaldía a presentar los documentos de propiedad Francisco Pastrana le advirtió que planeaban recuperar otros predios en las colonias de El Ranchito y Amalacachico, que están al norte de San Marcos.
“Extraoficialmente creo que el operativo tan grotesco era una manera de intimidar a la colonia, de que probablemente después vienen otros desalojos”, asegura.
Cuando el papá y la abuela de Felipe obtuvieron los predios, cuenta que en este pedazo de ciudad todavía no llegaban las calles.
“Solo estaban los predios. Se trazaron las calles y nosotros quedamos a media calle, como una manzana muy chiquita. En aquel entonces eran terrenos de siembra, pero con el tiempo la delegación le fue comiendo al dueño, y le fueron haciendo calle y calle, hasta que llegaron a nuestra casa”. Las colonias de alrededor crecieron en un desorden parecido. Muchas, como las colonias vecinas, en terrenos ejidales o de conservación.
Aunque en el Sistema de Información Geográfica de la Ciudad de México, una herramienta digital que permite ver las disposiciones de ordenamiento urbano de la ciudad, se ve el predio de las casas que solían pertenecer a la familia Rosas, la información sobre su uso de suelo, o número de niveles de construcción permitidos no está definido, tampoco otros permisos, a diferencia de los predios colindantes.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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