Se dice que la Marcha LGBTTTIQ+ es una de las más festivas, algunas voces la han tildado de frívola. ¿Es la felicidad y el gozo del cuerpo un acto frívolo o se trata de una reivindicación política desde un lugar intenso. Desplegar diversas corporalidades en un mundo donde solo vale ser hetero, y cumplir funciones estrictamente reproductivas ha sido, y es, un acto de libertad
Twitter: @tuyteresa
Una de las consignas más irreverentes, divertidas y cuestionadoras: ¡banquetera, únete! y deja de fingir que eres cis-género, o que te sientes cómoda/o con el guioncito que escribieron para ti desde que te pusieron la primera chambrita rosa o azul. Ser banquetera de la vida, de la sexualidad, del amor y el erotismo… ver el agua correr sin mojarse.
Han pasado 43 años desde que una veintena de jóvenes tomara las calles de la Ciudad de México reivindicando su derecho a ser, amar y transitar libremente por el espacio público, tomar las calles. Corrían los duros tiempos post-68 encabezados por diversas luchas de izquierda entre ellas, las del Movimiento de Liberación Homosexual, pionero en las luchas de la comunidad LGBT en México.
Por aquel entonces el régimen priista emprendía una estrategia de represión a un sinnúmero de movimientos sociales, incluído el LGBT. A pesar de todos los obstáculos y de ser tan solo un puñado de jóvenes, este movimiento creció hasta convertirse en una de las manifestaciones más numerosas. Tomar las calles, un símbolo de libertad.
Se dice que la Marcha LGBTTTIQ+ es una de las más festivas, algunas voces la han tildado de frívola. ¿Es la felicidad y el gozo del cuerpo un acto frívolo o se trata de una reivindicación política desde un lugar intenso, provocador por aquel entonces?
Ser feliz en un mundo violento es una forma de resistencia. Desplegar diversas corporalidades en un mundo donde solo vale ser hetero, y cumplir funciones estrictamente reproductivas ha sido, y es, un acto de libertad.
Nadie puede negar que este movimiento global también ha pasado por momentos difíciles y complejos.
Desde los emblemáticos disturbios del bar Stonewall, hasta las duras restricciones de algunas naciones homófobas como Dakar, Senegal, donde la homosexualidad sigue siendo ilegal y qué decir de los crímenes de odio en México:
La Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA) publicó el décimo tercer Informe titulado: Homofobia de Estado. Este reporte documenta el estatus actual de las violaciones a los derechos de la comunidad en el mundo. Hoy día en 70 países se sigue criminalizando cualquier orientación sexual distinta a la heterosexual.
Esta organización es reconocida por la publicación de un mapa acerca de las leyes referentes a la orientación sexual en el mundo. En la presentación de este mapa, ILGA señala: “Actualmente hay 6 Estados miembros de la ONU que imponen la pena de muerte a los actos sexuales consentidos entre personas del mismo sexo, y otros 5 Estados en los que tal castigo es técnicamente posible. En otros 26 países la pena máxima puede variar entre 10 años y cadena perpetua”.
(https://ilga.org/es/ilga-lanza-informe-homofobia-estado-2019)
Las luchas del movimiento han transitado por varios caminos: en los años 60 el movimiento reivindicaba la visibilidad, hacia los años 80 la agenda se centró en la lucha contra el VIH, pero sobre todo, contra el estigma y la discriminación hacia las personas que viven con VIH o Sida.
Las décadas posteriores abrieron paso a una mayor participación de las mujeres en espacios de decisión pública, a la par del movimiento gay, se gestaron diversos grupos feministas que comenzaron a trabajar por los derechos sexuales y reproductivos.
Hacia finales de siglo veinte, la agenda se centró en la reivindicación de derechos civiles como el matrimonio, la posibilidad de formar familias homoparentales y el reconocimiento de una ciudadanía plena.
Sin embargo, algo que ha marcado este movimiento -al igual que a los feminismos- es el muro de los conservadurismos de izquierda y derecha, la exclusión y negación de derechos.
Es en este contexto que las feministas hemos tenido puntos de encuentro con el movimiento LGBTTTIQ+. Es claro que en los primeros años del siglo veintiuno, la agenda se ha centrado en los derechos de las infancias trans y la lucha contra los trans odios.
Tanto el movimiento LGBTTIQ+ como el feminismo nos han dado la posiblidad de situarnos desde otro lugar, no solo desde las ideas, también desde la experiencia corporal, sexual, erótica, amorosa. Temas de política pública y también de alcoba. Dejar de pensar la heterosexualidad como el centro del universo sexual.
Como cada año, este 26 de junio habrá marcha virtual en la Ciudad de México, muches anhelamos el momento de volver a tomar las calles el 8 de marzo y por supuesto el último sábado de junio al grito de libertad.
Nuevamente comparto algunos de los aportes más relevantes de este movimiento diverso, intenso, profundamente político y por supuesto: festivo.
A propósito de esta retrospectiva histórica algunas recomendaciones imperdibles:
Que se abra la puerta, crónicas y ensayos sobre diversidad sexual, del gran cronista Carlos Monsiváis: https://www.fondodeculturaeconomica.com/Ficha/9786071668790/F Un texto que documenta el emblemático caso del baile de los 41, hasta crónicas de los primeros años del siglo veintiuno.
Los 41 tropiezos de la heteronorma, Roberto Fiesco, TV UNAM: https://www.youtube.com/watch?v=ic4qQOHNDl4
Nancy Cárdenas: http://www.elem.mx/autor/datos/2174
Uno de los grandes desafíos en los años venideros será la reflexión de todas las etiquetas que hemos puesto a la sexualidad humana. Viene con mucha fuerza la agenda trans, queer y por supuesto la reflexión sobre el tema decolonial y las sexualidades diversas.
Mientras tanto, la respuesta más clara es la que pone en el centro de las acciones la ética, el consentimiento sexual y la equidad. Lo demás es susceptible de transformarse. Dejar de poner etiquetas que limitan la posibilidad de ser, gozar y amar.
Una más para el festejo:
Mónica Naranjo, Pantera en libertad:
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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