Bacalar, el antiguo botín de piratas

14 mayo, 2021

Esta paradisiaca laguna en el sureste de México fue blanco de la piratería. Sobre las aguas turquesa, los filibusteros transportaron valiosas maderas y palo de tinte, utilizado por los europeos. En el lugar se instaló un fuerte, que poco pudo hacer frente a las hordas de ladrones y turistas que hoy colonizan el lugar

@ignaciodealba

Las selvas de Quintana Roo eran inexpugnables para los colonizadores. Los mayas mejor formados en las guerras fueron una forma de resistencia en aquellos territorios. Acceder a las maderas finas de la península constituía un verdadero reto, pero un accidente geográfico puso al alcance de los europeos algunas materias primas. 

Llegar por tierra a las riquezas de la selva era imposible, pero si se llegaba por barco hasta la bahía de Chactemal —mal traducida como Chetumal—, luego podía irse por río a algunas lagunas menores, que a su vez tenían conexión fluvial con Bacalar, un cuerpo de agua de azules delirantes que recorre una extensión de más de 40 kilómetros. Territorio inabarcable para la extracción de maderas. 

En aquella zona había interés, sobre todo, por el llamado palo de tinta, un árbol que los mayas utilizaban para obtener colorantes para los textiles. Los europeos se maravillaron con el extracto rojizo con el que se lograba una buena cantidad de tonos cálidos. Grandes productores de telas, como Bélgica, Francia e Inglaterra, codiciaron este tesoro de las selvas de América. 

Francisco de Montejo, el adelantado, fue quien obtuvo de Carlos V la licencia para conquistar, colonizar y gobernar Yucatán. El extremeño organizó varias batallas sangrientas contra los mayas, pero la parte más próxima a Chetumal fue tomada por uno de sus hombres más cercanos: Alonso Dávila. Aunque Chetumal no pudo permanecer bajo el poder de la corona española por mucho tiempo. El asedio de los pobladores mayas provocó la retirada de los europeos. 

En 1544, el soldado toledano Gaspar Pacheco tomó Bacalar. El conquistador fue famoso por su crueldad en las batallas, en sus campañas usó perros de presa para enfrentar poblaciones. Sus jaurías ya habían probado eficacia en las regiones mixe de Oaxaca, y en Chetumal, le ayudaron a tomar el poblado y fundar, sobre un reguero de cadáveres, la Villa de Salamanca de Bacalar. 

El comercio de maderas fue tan importante que en Bacalar se fundó uno de los asentamientos europeos más grandes de la península, pero el sitio era tan incomunicado que fue presa de los ataques piratas y corsarios, sobre todo británicos. 

Desde el siglo XVII, Bacalar fue asediado por piratas. Uno de los más famosos fue Diego el Mulato, un filibustero de origen cubano que participó en varios saqueos a la villa. Otro pirata, de nombre Abraham, también asaltó el poblado y además se robó a las mujeres. Varios de los ataques dejaron a Bacalar desierto. La hambruna y enfermedades agudizaron los problemas de los colonizadores. 

El pequeño puerto construido en Bacalar también era atacado constantemente por sus habitantes originales, mayas Itzáes, una rama de los chontales. Con la llegada de los europeos a América, la península entró en sucesivas guerras de conquista. Los mayas de Bacalar quedaron retraídos en la selva; desde donde organizaron habituales ataques. 

En 1733, el mariscal Antonio de Figueroa logró recuperar el poblado de Bacalar de los mayas y se propuso instalar un puesto militar, que además combatiera a los piratas británicos dedicados al contrabando. Desde entonces empezó la construcción del Fuerte de San Felipe. 

El fuerte de San Felipe es una pequeña construcción en forma de estrella sobre una colina, el sitio aún tiene en ristre los inútiles 24 cañones. En esa época se construyeron fortificaciones en Campeche, en la Laguna de Términos y la villa de Bacalar.

El comercio de la corona española fracasó por la inestabilidad política en la región. La defensa de lugar fue agotadora para los colonizadores. España hizo un esfuerzo, poco efectivo, de asegurar sus territorios con fuertes. Aún después de la Independencia Bacalar fue recuperado por los mayas durante la Guerra de Castas, que sumergió a la Península en otro largo conflicto social. 

Bacalar se ha convertido en los últimos años en el destino de miles de turistas que vistan Quintana Roo. Una generación new age que busca alejarse de los complejos turísticos de Cancún y Tulum. El turismo sometió estas tierras de mayas aguerridos y filibusteros.  El Fuerte de San Felipe es remanso sitio para las iguanas, el INAH resguarda el lugar como museo. 

La belleza de la laguna y los cenotes que la circundan le roban atención al Fuerte y nada queda de los conflictivos años de guerra. Hoy todo es exceso. La urbanización del lugar alcanza cada día nuevos límites. La laguna empieza a apagar sus colores, por el paso de tantas embarcaciones de motor. Ahora nada detiene la colonización de la industria turística en este lugar. 

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).