9 mayo, 2021
Alexandra Rodríguez de Ruiz, activista transmigrante, señala que los medios de comunicación y la educación tienen una gran deuda por las imágenes hipersexualizadas con que se representa a las personas trans, “somos vistas como algo exótico, como un objeto sexual; si una persona tiene que recurrir al trabajo sexual, es para sobrevivir, por ser violentadas”
Texto: Ever Aceves
Foto: Susana Cáceres
CIUDAD DE MÉXICO.- “Antes de ser categorizados como hombre, mujer, trans, cis, heterosexual, gay o lesbiana: somos seres humanos, seres sexuales, seres vivos”, dice Alexandra Rodríguez de Ruiz. “Si nos cortamos un dedo, la sangre es roja, no por ser trans, mi sangre va a ser morada, o rosa, o azul. Aprendamos a no estar tan preocupados con las identidades y sexualidades de otros, otras y otres. Somos parte de un universo que es grandioso. Tenemos mucho que aprender de la naturaleza. La belleza está en todas partes, pero hay que saber cómo descubrirla”.
Alexandra Rodríguez de Ruiz es activista transmigrante por los derechos LGBTIQ+, enfocada en las personas translatinas en situación de precariedad en la frontera de los Estados Unidos, y acaba de publicar sus memorias: Crucé la frontera en tacones.
Actualmente se desempeña como coordinadora de Programa en La Jauría Trans, un grupo activista social y cultural, ubicado en la Ciudad de México, centrado en las necesidades legales, académicas, laborales y de salud de la población trans. El propósito de estos acompañamientos es generar herramientas para la construcción de saberes y el fortalecimiento de la comunidad trans y la generación de redes afectivas.
Su activismo se inició en Estados Unidos, un país en donde la discriminación a la población latina y discordante con la heteronorma ha imperado incluso desde el mismo gobierno.
–¿Cómo fue que te involucraste en el activismo?
– Creo que a veces estamos en el activismo sin saberlo. Yo me inicié desde mi lugar de privilegio, apoyando a personas como yo: trans, migrantes en EEUU, que estaban teniendo ciertos problemas, y yo, con mi experiencia y vivencia, empecé a apoyarlas compartiendo mis conocimientos. Eventualmente, una amiga mía que tenía desde la infancia, fue asesinada en EEUU. Por supuesto, la victimización de las personas trans no termina cuando son asesinadas o violentadas, sino que los medios también se encargan de revictimizar a las personas trans: utilizando el deadname, el género equivocado, estereotipos… Cuando asesinaron a mi amiga, no la bajaban de “drogadicta, prostituta”; y más allá de eso, ella era una persona que luchaba, estaba tratando de sobrellevar su vida y mejorar su persona: estudiando, tratando de dejar el trabajo sexual… Me llegó mucho. Y yo me siento afortunada, tengo trabajo, estoy legalmente casada, legalmente soy una mujer. Todo este cuestionamiento me hizo empezar a abogar por las personas transmigrantes.
– ¿Cómo comenzaste a apoyar a la población transmigrante de EEUU?
–El primer paso que di para salir de mi zona de confort fue dejar mi trabajo en el aeropuerto de Los Ángeles y mudarme a la ciudad de San Francisco. Mi amiga, la que fue asesinada, vivía ahí, en San Francisco; además, en esa ciudad había un gran movimiento de diversidad sexual, incluyendo a las agrupaciones de personas transmigrantes. Yo me di cuenta que no tenían las mismas oportunidades ni derechos que, por decir, una persona trans blanca o afroamericana. En ese momento yo dije “Tengo que hacer algo”, y sin tener trabajo ni vivienda, un fin de semana fuimos mi exesposo y yo a S.F., él consiguió trabajo ese mismo fin de semana, yo encontré un apartamento, al cual nos mudamos una semana después.
Encontré empleo en una asociación, sin tener experiencia en el trabajo de justicia social, de salud pública y prevención del VIH; la mujer que me contrató confió mucho en mí y me mandó a entrenamientos para sacar ese proyecto adelante. Así empecé por abogar y defender los derechos humanos de personas discriminadas y marginadas, aprendí a escuchar sus necesidades. Así nació “El/La Para Translatinas”, le di el nombre de Translatinas para ser inclusivas, porque había personas transmigrantes de México, Centroamérica y El Caribe. Estuve ahí de 2006 a 2011. Al día de hoy sigue funcionando, transformado la vida de cientos de hombres y mujeres transmigrantes.
– Los medios necesitan dejar de repetir los estereotipos de las mujeres trans y empezar a ser consideradas como personas, para lograr gozar de sus derechos humanos.
–Los medios deben dejar de estigmatizar y revictimizar a las personas trans. Vivimos en una sociedad cisheteropatriarcal, en donde las personas trans somos vistas como desechables, nos deshumanizan. Los medios tienen una gran responsabilidad al publicar notas sobre “nosotrans”, es importante que se olviden de los estereotipos, que respeten nuestras identidades, que se reconozca que estos crímenes ocurren por la ignorancia, por la falta de educación, que da como resultado una constante revictimización.
–Tan importante es que se visibilice en los medios de comunicación como en la educación, ¿no crees?
–Claro, aún hay mucho por hacer, espero que el sistema educativo y el gobierno trabajen en esto. Creo que la educación es la llave para erradicar el bullying, la discriminación, la exclusión de todas las personas que somos diferentes, incluyendo personas con discapacidades, personas indígenas, afromexicanas o afrolatines, que son vistos como algo raro. Las personas trans somos hipersexualizadas, somos vistas como algo exótico, como un objeto sexual y, en realidad, somos seres humanos, con necesidades, talentos, conocimientos, inteligencia. Si una persona tiene que recurrir al trabajo sexual, es para sobrevivir, no es por su gusto, es por la falta de oportunidades, por ser violentadas. Muchas de estas personas no cuentan con el apoyo de su familia, no tienen la oportunidad de acudir a un aula para educarse. Cuando no tienes los medios para sobrevivir, haces lo que puedes. No es que sea lo único que queramos hacer, ese es un estereotipo, al igual que la drogadicción; muchas personas tenemos problemas con adicciones por la misma violencia, rechazo, aislamiento social al que somos expuestas, por cómo somos vistas de diferente manera, como subcultura o como subhumanas.
– La educación es la clave para el respeto de las minorías. Los estereotipos son producto de la misma violencia sistemática en la que estamos envueltas, ¿qué crees que haga falta en México para mejorar esta situación y cuál es el panorama actual para las mujeres trans en particular?
– Creo que la pandemia ha dado visibilidad al lugar que las personas trans tenemos en esta sociedad, hemos sido vulneradas, expuestas a la precariedad. En México no hay suficientes recursos, lugares de asistencia. Nuestro país es limitado en cuanto a asistencia social. ¿Cuántos lugares hay para la asistencia de una mujer trans de la tercera edad, o que tiene problemas de adicción, o que no tiene dónde vivir, o que vive con VIH?
– Durante la pandemia, la población trans es mucho más vulnerable, en comparación con las personas heterosexuales cisgénero.
–Por supuesto, cuando dio inicio esta pandemia, las mujeres trans fueron las primeras en ser vulneradas: cerraron los hoteles donde ellas vivían y trabajaban. A ellas las echaron a la calle como si fueran nada. ¡Me llegó mucho ver las imágenes de estas mujeres en la lluvia, en la calle, y el gobierno sin hacer nada! Esta violencia sistémica y sistemática vulnerando a estas mujeres al inicio de la pandemia.
– Pensemos en las infancias y juventudes trans que viven con su familia y se enfrentan a la violencia sistémica [de su familia].
– Se le han negado sus derechos a las infancias y juventudes trans. No se toma en cuenta la gran diferencia que hace el poder expresar tu género y el tener derecho a una identificación que refleje la identidad de género que has escogido. Hay padres de familia que no saben cómo tratar a sus hijxs trans o no binaries. Muchas veces ejercen violencia y, tal vez, no lo hacen intencionalmente. Necesitan informarse.
–Estás a punto de publicar tus memorias: Crucé la frontera en tacones.
– Sí, regresé a la Ciudad de México para escribir mis memorias, me enamoré de nuevo de ésta, mi ciudad natal, después de muchos años de haberme ido en mi adolescencia, a consecuencia de la violencia que sufríamos en ese entonces (los 70) las personas como yo. Ahorita estamos en trabajo de edición, espero que éste sea el año definitivo para su publicación. Sentí esa necesidad de contar mis experiencias, narrar un poco historias de personas trans que me han acompañado a lo largo de mi vida. Teniendo la experiencia de haber tenido que exiliarme, emigrar a otro país a los 16 años, dejar a mi familia, mi escuela, mis amistades, llegar a otro país, no conocer la cultura, no hablar bien el idioma, descubrir que en cuanto cruzas la frontera te encuentras con otras interseccionalidades de las cuales no sabías que eras parte. Poder escribir sobre esta experiencia no ha sido nada fácil, me ha llevado a muchos lugares oscuros, que yo ya había tratado de olvidar y dejar en el pasado. El volver a ponerme en ese lugar de vulnerabilidad no ha sido nada fácil. Ha sido grandioso tener apoyo de personas muy queridas y allegadas; de mi familia. Poder narrar estas historias con la honestidad y candidez que requiere escribir un buen libro de memorias es importante porque no existen muchas memorias sobre estas experiencias. Va a ser un libro en el que mucha gente va a poder entender la experiencia trans y transmigrante, va a poder entender la lucha del movimiento trans.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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