Antivacunas en la tierra de Louis Pasteur

21 abril, 2021

Foto: Anne-Christine POUJOULAT / AFP)

Si en Francia nació la palabra “vacunación” y se perfeccionó gracias al trabajo de Louis Pasteur, ¿por qué ahora es el país con mayor rechazo a las vacunas en todo el mundo?

Texto: Iván Cadin

Foto: Anne-Christine POUJOULAT / AFP)

FRANCIA.- “¡Cómo no van a ser los campeones antivacunas los franceses si son regruñones, nada les parece!”, suelta un paisano mexicano cuando le comento que escribía un texto sobre el tema.

El espíritu de su frase -los franceses que refunfuñan todo el tiempo- lo retoma de la propia autorreferencia francesa, pues todo francés te acepta que son muy quejumbrosos pero que eso es parte de su idiosincrasia y personalidad. De hecho, hasta existe un término para “ser contreras” con estilo: râleurs.

¿Quejarse de las vacunas implica tener estilo? ¿Te hace ver más inteligente? ¿Es un sello solamente francés? ¿Todos francés râleur es automáticamente un francés antivacunas? ¿Dónde es queja y dónde es berrinche? Como dirían por acá: voyons voir (veamos)!

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El golpe sanitario, económico, social que significa la pandemia de la Covid no ha hecho excepción en la sociedad francesa. Ante el desgaste, la vacunación se presenta como la única salida progresiva frente a la urgencia. Las vacunas ya autorizadas libran una doble lucha: contra la epidemia, viva y en curso, y también contra cierta negativa a usarlas.

En Francia, los antivacunas tienen una relativa presencia, lo que ha convertido a esta nación en el país más antivacunas del mundo. Es paradójico si recordamos que aquí nació la palabra “vacunación” y se perfeccionó gracias al trabajo de Louis Pasteur,

Es difícil que en Francia alguien se libre de conocer un antivacunas, ya sea en su ambiente de amistades, laboral o familiar. Yo no soy la excepción. Sobre el tema platiqué con Clémence, una profesionista de 49 años, quien –bajo los cálculos del gobierno francés- le tocaría estar vacunándose contra la covid en las próximas semanas.

Con más dudas que certezas, me confía que entiende “que la gente diga ‘hurra, hay una vacuna’, pero yo no pienso vacunarme. Antes había un miedo básico pero después con todo este escándalo de las trombosis, peor”.

Le reviro que los riesgos de no vacunarse son mucho mayores que los probables efectos adversos que pudiera tener una vacuna, que ahí están los registros de los millones de muertos y hospitalizaciones en el mundo contra los contadísimos casos de trombosis. No obstante, la desconfianza se mantiene: “Me preguntaste de ir a vacunarme, no lo haría. Prefiero observar. Aunque tampoco creo en la teoría de la conspiración de ‘nos van a imponer una dictadura de pasaportes-vacuna’”.

Una estadística realizada en 2016 por la revista EBioMedicine señaló a Francia como el titular de los países más antivacuna del mundo, con 41% de rechazo.

“El antivacunismo comienza cuando se instala la falta de confianza en instancias expertas, conduciendo al rechazo o retraso de la toma de una vacuna”, comenta para Pie de Página Laurent-Henri Vignaud, historiador de la ciencia en la Universidad de Bourgogne. “Representa una ‘desviación’ de una norma biopolítica que puede ser mesurada o drástica, temporal o permanente”.

Antivacunas de derechas e izquierdas

Las narrativas antivacunas son muy variadas y de diversos grados o dureza, lo que llega a confundir cuando hay una primera aproximación para intentar ubicar el patrón ideológico que los motiva.

Vignaud dice que no se puede crear un único retrato hablado del fenómeno: “Las motivaciones son diversas: médicas, políticas, económicas, religiosas, sociales. Van del rechazo religioso de las vacunas a la impugnación de las ganancias obtenidas por el «Big Pharma» (el poder de las farmacéuticas). Los que van de la simple ‘duda de la vacuna’, que consiste en rechazar o retrasar una vacuna, hasta la teoría de la conspiración que presenta las vacunas como un medio criminal para envenenar o espiar a media humanidad.”

Para el historiador existen tres grandes grupos en lo general: uno de tipo religioso, marcado a la derecha; otro naturalista, hacia la izquierda, y otro de rechazo político ‘antisistema’.

Las personas antivacunas de extrema derecha, por ejemplo, afirman que la vacuna del tétanos puede causar esterilidad, o que la dosis contra la rubéola está hecha de fetos humanos. Del lado de la izquierda se observa un “ecologismo radical y adinerado que da forma a un antivacunas estilo ‘californiano’”, describió Vignaud en un texto escrito ex profeso sobre el tema. Es un sector que cree que los sueros contaminan el cuerpo.

Un emblema de esta ala izquierda en Francia es Brigitte Bardot, estrella de la Nouvelle Vague, ahora en retiro. La actriz advirtió que no piensa vacunarse pues “esto es sólo el comienzo de una carrera por el dinero hecha por los laboratorios y por el sacrificio de miles de animales.” Para ella, la covid es una especie de castigo mandado por la naturaleza “para reequilibrar la cadena ecológica”.

Otro rasgo que permite detallar mejor el perfil antivacuna lo propone Vaccine Confidence Project, una organización con sede en Londres que se nutre de la epidemiología, la psicología, la ciencia política y la matemática para contrarrestar los rumores antivacunas: “cuanto más rico es un país y cuanto más desarrollado económicamente está, menos confianza en las vacunas tiene su gente”.

Esto no deja de ser paradójico. Mientras en el primer mundo cierto sector de su gente se frustra al no poder gestionar individual y socialmente la falta de certeza absoluta hacia las vacunas, en otros países el debate está en cómo hacer llegar, de menos, un mínimo lote de esas vacunas que en otros lados son rechazadas por no ser perfectas.

“En países donde las enfermedades graves continúan prevaleciendo el uso de vacunas es menos cuestionado porque su utilidad es más obvia para la población”, dice el especialista en historia de las vacunas. “El temor a las vacunas en Occidente aumentó a medida que disminuyeron las principales epidemias.”

Individualismo y rebrotes

A lo largo de su historia las vacunas se han ido perfeccionando y diversificando, cubriendo distintas enfermedades, tanto para humanos como para animales. Las vacunas cuentan con evidencias sólidas que sostienen su teoría principal: la inmunidad adquirida. Sin embargo, aunque la vacuna es en sí misma un prodigio, administrada individualmente no sirve. La vacuna toma dimensión cuando se generaliza, cuando se convierte en vacunación.

En la actualidad, hay padres que optan por su decisión familiar de no vacunar a sus hijos por encima de la salud colectiva, resquebrajando así la esencia de la vacunación, que peligra más cuando el antivacunismo crece.

“La libertad de cada uno termina donde comienza la de otros. Si mi libertad de no vacunarme pone en riesgo que otra persona se contagie de una enfermedad, eso no es libertad sino claramente egoísmo”, dice Anna, promotora de Les Vaxxeuses (Las Vacunadoras), un colectivo que sube información verificada sobre las vacunas a Facebook y Twitter. Con miles de seguidores, saben que el discurso antivacunas radica primordialmente en redes y ahí quieren ser contraparte. 

Gracias a la colectividad de la vacunación se han salvado millones de vidas en cerca de tres siglos, y hemos estado, como humanidad, en momentos en que determinadas enfermedades dimos por casi extinguidas… O bueno, eso pensábamos.

Entrado el siglo XXI, el rebrote de diversas enfermedades que se creían erradicadas comenzó a aparecer en diversos consultorios de Europa. El Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC) alertó que el sarampión se triplicó en un año, al pasar de 3 mil 700 casos en 2016 a 11 mil en 2017. En 2008 y 2017, una epidemia de rubéola se dispersó en establecimientos religiosos de Francia. A su vez, otras afecciones ya controladas se han visto cobrar cierta movilidad como las paperas o la tos ferina.

Se prenden las alertas

Ante esta evidencia sanitaria, en el último lustro ha habido cambios, tanto en Francia como en el mundo. Diversos países, por ejemplo, ahora emiten alertas de prevención a sus viajeros nacionales, les aconsejan verificar su esquema de vacunación si piensan ir a Europa.

En 2017 el gobierno francés estableció que a partir del 1 de enero de 2018 la vacunación obligatoria ascendía de tres a once sueros: a las vacunas contra la poliomielitis, difteria y tétanos se anexaban la triple vírica (sarampión, rubéola y paperas), tos ferina, meningococo c, bacilo de Pfeiffer, hepatitis B y neumococo.

Junto con esta ley, Francia eliminó de su Código Penal el castigo de 2 años de cárcel y multa de hasta 30 mil euros para los padres que no vacunaran a sus hijos, sólo manteniéndolo en dos escenarios: si el hijo, al alcanzar la mayoría de edad (18 años), decide denunciarlos, o si una tercera persona enferma a causa de la no vacunación del hijo. Si un galeno se niega a vacunar sin haber justificado alguna contraindicación médica, puede enfrentar cargos de hasta 5 años de prisión y una multa de 75 mil euros. Presentar una cartilla falsa de vacunación implica tres años de prisión y una multa de 45 mil euros.

“El hecho de que el Estado obligue a vacunar a sus hijos libera a los padres de la carga de responsabilidad. Por otro lado, esta obligación, que es una privación de la libertad individual del paciente o del padre de elegir su tratamiento, es lo que explotan los antivacunas más radicales”, comparte Vignaud.

Y en efecto, los antivacuna reaccionaron.

Tras el anuncio, diversos sondeos indicaron que uno de cada dos franceses se oponían a la medida. La cara visible de ese rechazo se agrupó en la asociación Autismo Vacunación (Autisme vaccinations), grupo que reivindicó una bandera antivacunas surgida a fines de la década de los noventa del siglo pasado, ya desmentida por múltiples instancias autorizadas pero que aún estos grupos sostienen: que la vacuna triple viral provoca autismo en los niños.

Hasta el momento, esta falacia está considerada como uno de los más grandes embates antivacuna, pues tras ese rumor los porcentajes de vacunación en todo el mundo se redujeron, a la par que fue punto de partida del rebrote del sarampión.

Los antivacuna son tan viejos como la misma vacuna

Tanto el médico inglés Edward Jenner en el siglo XVIII como el químico francés Louis Pasteur en el XIX (referentes por excelencia de las vacunas), recibieron fuertes ataques de sus colegas tras la evidencia de la inmunidad adquirida (uno contra la viruela, otro contra la rabia): sus sueros no sirven, estafadores, herejes que experimentan con animales y humanos, o, en el caso de Jenner, ironizar con que las dosis convertirían a la gente en vacas o extensiones de ellas.

Para el siglo XX, la lucha antivacunas francesa se articulará en la Liga Nacional por la Libertad de las Vacunas, fundada en 1954 con la intención de desenmascarar “los dogmas de Pasteur” y “la gran comedia de las vacunas”. Esta liga sigue en pie en la actualidad.

Y así hasta nuestros días. Ahora, por ejemplo, el ruido generado por los casos contados de trombosis como probable y esporádico efecto adverso tras la vacunación con AstraZeneca o Janssen sirve de munición en las redes y foros para envalentonar el discurso antivacunas. Hasta el pasado 4 de abril, a partir de datos ofrecidos por la Agencia Médica del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés), se habían registrado en Europa 222 casos de trombosis (con 18 muertes) dentro de un universo de 34 millones de vacunados con la AstraZeneca.

A pesar de la evidente relación costo/beneficio de la vacuna, el daño estaba hecho: citas previstas para la inoculación de AstraZeneca fueron anuladas. 56% de los franceses, tras este affaire, según Backbone Consulting, no quiere recibir esta vacuna.

“(Los antivacunas) se activan para denunciar la toxicidad o la inutilidad de las vacunas y tratan de convencer al mayor número de personas para que las rechacen”, observa Laurent-Henri Vignaud, quien conoce perfecto el actuar histórico de los antivacunas, conocimiento que plasmó en su más reciente libro, “Antivax. Historia de la resistencia a las vacunas del siglo XVIII hasta nuestros días”, escrito en coautoría con Françoise Salvadori.

Desconfianza

Gracias a la lectura de este libro observamos que la narrativa antivacunas no se basa únicamente en supuestos peligros concentrados en la fórmula química de los sueros. No. También retoma el debate actual social, económico o/y político pero desde ópticas de escándalo y de una marcada trivialización del hecho, al ver toda dinámica social como un pasaje de novela cyberpunk.

Según la firma Gallup, en los últimos años ha subido la desconfianza del ciudadano francés hacia su gobierno. Y a decir del Barómetro Kantar que mide año a año y desde 1987 la relación de los franceses con sus medios, la credibilidad mediática también ha bajado. Con este contexto de desconfianza en ciencia, vacunas, medios, políticos, empresas: a río revuelto, ganancia de antivacunas. 

“En Francia hay mucha gente que tiene desconfianza de todo lo que sea oficial.” Clase empresarial, política, farmacéuticas “inmiscuidas en mentiras y escándalos, con baja credibilidad”, me comenta la voz de Anna del otro lado de la pantalla durante la entrevista vía Discord que realizamos, sin mostrar nuestros rostros pues así lo dispone, como todo el resto del equipo que mantiene Les Vaxxeuses, ya que desde la creación de la página han experimentado olas de presión, de comentarios negativos e incluso de abiertas amenazas a su integridad. “Ya verán, en cuanto tengan una (pistola calibre) 22 en la sien, le bajarán a sus payasadas”.

Una industria pequeña, pero ruidosa

El discurso antivacunas y negacionista tiene plataforma en Francia: páginas, youtubers, libros, opinantes… En la red abundan sitios, gráficos, videos, gifs, memes que “traen toda la verdad que los medios jamás te dirán”. Igualmente, su narrativa pulula por los chats de amigos o familiares en Whatsapp o Telegram. De este mundo, sobresale uno de sus rostros más famosos: Thierry Casasnovas.

Con una cuenta en Youtube llamada Régénère (Regenera), Thierry Casasnovas, sin ninguna carrera médica o similar, promociona una vida basada en ayunos y en la alimentación a partir de jugos y verduras crudas. Su postura está en contra de los medicamentos pues no son más que “basura que destruye organismos”. Obviamente, vacunas incluidas.

En su canal, Casasnovas usualmente sale con Christian Tal Schaller, un “médico-chamán” suizo que cree en la relación de las vacunas con la tecnología 5G, los satélites y el control de la humanidad. Fue en su canal donde Casasnovas subió un video (que después fue borrado) donde señaló que si él hubiese sido ministro de salud en Francia, habría recomendado, para resolver rápidamente la epidemia de covid-19, “ayuno, baño frío y jugo de zanahoria”.

Tanto el canal como Casasnovas fueron denunciados masivamente a raíz de ese y otros videos. En verano del año pasado, la instancia oficial del gobierno francés que da seguimiento a las sectas que se mueven en Europa le abrió una investigación por “poner en peligro la vida de otros”. Ante este acto, Casasnovas reviró, detallando en su sitio de Youtube que «el consejo que ofrece no reemplaza de ninguna manera una consulta médica. Las recomendaciones dietéticas sugeridas son sólo como una cura de revitalización puntual y sólo deben iniciarse si se ha solicitado una opinión médica antes».

El canal cuenta con más de medio millón de suscriptores, 676 videos y cerca de 80 millones de visualizaciones.

Más reflexión, menos cólera

En noviembre pasado, otra producción conspiracionista francesa vio la luz en las redes: “Hold-Up: Retour sur un chaos” (Asalto: vuelta al caos), un film que si bien no está dedicado a las vacunas en lo particular sí hace en ciertos momentos aseveraciones falsas sobre ellas (una vacuna contra la polio dejó paralíticos a cerca de 400 mil niños en la India, por ejemplo). Una obra que navega por más de dos horas y media bajo una editorialización tremendista que promueve la idea de que la covid-19 es parte de una conspiración mundial que busca eliminar a media humanidad.

Apenas salió al público, sin embargo, el documental suscitó un punto de inflexión que muestra las formas en que estos grupos negacionistas utilizan hechos verídicos y críticas legítimas para intentar darle cierto cuerpo y credibilidad a su forma de ver las cosas.

En el citado docu apareció Monique Pinçon-Charlot, una pensadora muy reconocida en Francia, exdirectora del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, la entidad pública de investigación más importante del país. Socióloga de profesión, es una abierta militante de izquierdas, con líneas de pensamiento que se nutren de Foucault, Bourdieu, Marx.

Tras ver el documental se desmarcó de él, detallando los motivos en su cuenta de Twitter: explicó que aceptó la entrevista para tratar la epidemia desde sus líneas de estudio, pero que de una hora de entrevista sólo tomaron escasos dos minutos. “¡Me asombra la instrumentalización de mis breves palabras en beneficio no de una reflexión sino de un montaje al servicio de la emoción y la cólera!” El docu “adopta la estrategia de la emoción y la conspiración, reforzadas por una edición alarmista y veloz sin lugar para la reflexión.”

“La crítica a la industria farmacéutica es legítima, y más con casos recientes reales”, dice Anna, coincidiendo con Vignaud, quien retoma para este punto una frase de Paracelso, uno de los pioneros de la medicina moderna: “nada es veneno, todo es veneno, en la dosis está la diferencia”.

“No es ilegítimo, en un marco democrático, hacer preguntas sobre una sustancia, sobre su peligrosidad, su efectividad, su costo, etcétera. Todo depende de lo que se haga con las respuestas que se proporcionan.”

“Si alguien  quiere creer que una vacuna es el peligro, por más que le demuestres que no se va a quedar en su idea y en lugar de reconocer que se equivocó nos va a acusar de estar vendidos con la industria farmacéutica, de haber cobrado dinero para contar lo que estamos diciendo, etcétera”, señala Anna.

Para Vignaud no sólo es falta de información sino formas de pensamiento adquirido, una forma preasumida de ver el mundo: “una gran cantidad de factores perturban la apreciación (de la información), como la desconfianza en las autoridades, el temor al riesgo, la relación con la muerte o el dolor, creencias…”.

Macron: Francia vacunada para verano

Al corte del texto, Francia, con una población de 67 millones, ha superado los 5 millones de contagios por covid y contabiliza más de 100 mil muertos, tras experimentar desde marzo pasado un fuerte ascenso en la curva de contagios y hospitalizaciones, que mantiene al país en una suerte de confinamiento ligero.

El presidente Emmanuel Macron se propuso un reto: iniciar verano con una reapertura cautelosa de actividades para terminar en agosto con una mayoría de franceses vacunados.

Están ya habilitados, entre otros sitios, siete hospitales militares y 40 vacunódromos, entre ellos estadios de futbol como el de Lyon, Marsella o el de Seine-Saint-Denis, a las afueras de París, local donde Francia se coronó campeona del mundo en 1998 y ahora quiere repetir otro triunfo ahí dentro: inocular 10 mil dosis por semana.

Pfizer-BioNTech, Moderna, AstraZeneca (ahora Vaxzevria) y Johnson & Johnson (Janssen) son las 4 vacunas autorizadas en Europa. Por el momento, la vacuna rusa Sputnik V no juega en esta zona aunque más por razones de tipo geopolítico.

Oficialmente Francia arrancó campaña de vacunación el 27 de diciembre de 2020 pero por regulaciones locales, europeas, abastecimiento de dosis por debajo de la compra, realmente la jornada intensa comenzó hace apenas pocas semanas. Hasta el cierre de edición, el ministerio de Salud francés contabilizaba 12.5 millones de personas con al menos una primera dosis, lo que representa 18.6% de su población. De ese universo, 4.5 millones ya cuentan con la segunda dosis.

“Yo me vacuné con AstraZeneca”, confía Anna. “Tuve síntomas de gripe durante 24 horas pero no me creció un tercer brazo ni me salieron antenas y no recibo por mi cuerpo 5G, sigo utilizando mi módem”, ironiza.

Una gran dificultad para los antivacunas en estos momentos, observa Vignaud, es que “una gran parte de la población quiere volver a una vida normal. La demanda social de vacunación es muy fuerte y la voz antivax está un poco ahogada. Ellos prefieren situaciones sin epidemia porque les sirve para insistir en los pequeños riesgos de las vacunas.”

Un sondeo de la firma Backbone Consulting realizado en diciembre pasado indicaba que sólo 42% de los franceses pensaban vacunarse contra la covid. En febrero la intención subió a 61%. Cifra aún baja, comparándola con la media mundial (87%). Pero subió. Y en Francia eso es ganancia.

Una fuente del Palacio del Elíseo, la sede de la presidencia francesa, en palabras al semanario L’Obs, sintetizó en una frase la proyección a futuro, entre aritmética y dimensión social del problema: “Si restamos a los menores de 18 años y a los antivacunas, llegaremos a un rango de entre 28 y 35 millones de personas vacunadas. Salvo una catástrofe logística o industrial, es posible.”

Entonces, ¿casi todo Francia estará vacunado para cuando termine el verano?, le pregunto a Vignaud. “Ninguna idea. Francia tiene los medios para vacunar en masa, ¡pero el problema son las dosis! La vacunación se ve lenta por la dificultad para encontrar dosis y por los problemas provocados por la vacilante comercialización de AstraZeneca en Europa. Estos eventos son mucho más efectivos para generar desconfianza frente a las vacunas que todos los grupos antivacunas de las redes sociales juntos.”

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