La actual crisis provocada por la covid-19 y el impacto del cambio climático nos plantea cómo debemos educar a las niñas, niños y jóvenes para enfrentar el contexto actual. La propuesta es la formación de ciudadanos globales con un enfoque de compasión y cuidado
Cecilia Espinosa Bonilla* / MUxED
La ciudadanía global se encuentra en crisis, trastocada recientemente por el virus SARS Cov2, pero afectada desde tiempo atrás por los fenómenos que ha generado el cambio climático, lo que impacta fuertemente en el orden económico, social, político, cultural, emocional y espiritual del mundo, e incluso poniendo en riesgo la supervivencia de la humanidad.
La crisis provocada por la covid-19, que ha sacudido al mundo, nos ha planteado retos en todos los ámbitos de la actividad humana, nos hace conscientes de nuestra vulnerabilidad y nos obliga a replantearnos cómo enfrentaremos el futuro. Quienes nos dedicamos a la educación nos preguntamos qué cambios debemos emprender para hacer frente al actual contexto.
No podremos seguir educando a las niñas, niños y jóvenes de la misma manera, eso es un hecho. Debemos educarlos para el mundo globalizado que están viviendo, en el que todo está interconectado y alterado, pues lo que conocían ya no opera ni operará del mismo modo.
La raza humana es responsable del mundo que tenemos; las guerras, la hambruna, la desigualdad, la pobreza, la violencia, la migración, el deterioro del planeta, el cambio climático y toda la miseria que nos desborda son resultado de acciones de personas que han actuado desde la ambición y el ejercicio egoísta del poder.
El especialista colombiano Bernardo Toro reconoce la paradoja por la que atraviesan nuestras sociedades: mientras hemos creado todas las condiciones para estar interconectados en la globalidad, también estamos en riesgo de desaparecer como especie, por lo que plantea la necesidad de un cambio de paradigma, a partir de la teoría de la ética del cuidado, y retoma como principio básico la frase del teólogo brasileño Leonardo Boff: “O aprendemos a cuidar o perecemos”.
La ética del cuidado tiene tres valores fundamentales: saber cuidar, saber hacer transacciones ganar-ganar y saber conversar.
El cuidado implica cuidar de nosotros mismos, cuidar de nuestra mente, nuestro espíritu, nuestro cuerpo; cuidar del otro, cuidar nuestros vínculos, ver al otro con compasión, entenderlo y reconocerlo como igual, respetar sus diferencias como algo que puede enriquecernos, sin que nos sintamos amenazados; cuidar nuestro entorno es convertirnos en mejores ciudadanos, mejores vecinos, mejores compañeros de trabajo y, especialmente, en mejores servidores públicos interesados en el fortalecimiento de las instituciones; cuidar nuestro planeta es actuar como consumidores responsables.
La compasión tiene un sentido profundo y es la clave para la transformación del mundo, desde una perspectiva humanitaria. La compasión, considerada como uno de los actos de amor más humanos: como la posibilidad de ponerse en la piel del otro o de los otros. Tratar de comprender lo que cada quien vive, con empatía y comunión, puede ser el motor del cambio que nuestra sociedad necesita.
A partir del entendimiento de las dolencias de nuestro entorno surge el impulso de mitigar la pena y provocar el cambio hacia un estado de mayor bienestar.
En una realidad como la que enfrentamos, el principio básico para enfrentar los retos de un mundo globalizado, en el que no es el planeta el que se encuentra en peligro de extinción, sino la raza humana, el cambio de paradigma basado en la ética del cuidado y la compasión puede ser un camino, una nueva forma de ordenar la realidad para sobrevivir, convivir y darle nuevo sentido a la vida.
Ahora, más que nunca, debemos enseñar a las niñas, niños y jóvenes la importancia del cuidado como ciudadanos globales, con base en la idea de que todos somos responsables del bien común.
Desde la educación, el cuidado puede ser un fin y puede incorporarse al aula (presencial o virtual) a través de la enseñanza del autocuidado, del cuidado de los otros, los cercanos y los extraños, y del cuidado del planeta. Hoy tenemos que enseñar a hacer transacciones ganar-ganar, para revertir las relaciones de poder y de competencia. Debemos enseñar a cuidar las cosas comunes y el principal bien común que compartimos es el planeta.
Nos enfrentamos a la necesidad de un cambio de paradigma en la educación y el sistema educativo requiere también construir consensos nuevos, así como formas innovadoras de cooperación entre los actores que intervienen en sus procesos y que pueden fortalecer y favorecer su funcionamiento —las familias, las organizaciones de la sociedad civil, las empresas, los voluntarios, la cooperación de los jóvenes, entre otros actores.
Somos parte esencial de la globalidad, en donde sí hay un efecto positivo si actuamos desde la conciencia del cuidado y la compasión. No podemos seguir mirando el mundo desde fuera, tenemos que asumir la parte que nos toca y, en un acto de amor profundo por la humanidad, transformarnos y transformar nuestro entorno desde nuestra trinchera: la educación.
*La autora es integrante de MUxED y Directora de Fundación SM México. Egresada de Estudios Latinoamericanos de la UNAM, con especialidad en Planificación y Formulación de Política Educativa, por el Instituto Internacional de Planificación Educativa de la UNESCO (IIPE- Argentina). Impulsa y dirige proyectos educativos y culturales, muchos de ellos en alianza con organismos e instituciones nacionales internacionales.
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