El principal problema de los océanos en América Latina es la sobrepesca, asegura el fotógrafo mexicana Anuar Patjane. En entrevista, habla de las posibilidades que da la imagen el cuidado del planeta. “Una historia bien contada referente al mar puede hacer una gran diferencia”
Texto: Michele Carrere / Mongabay latam
Fotos: Anuar Patjaner
CIUDAD DE MÉXICO.- En 2012, Anuar Patjane Floriuk se apuntó a última hora a una expedición a las islas Galápagos. Compró una carcasa sumergible para su cámara de fotos Lumix compacta y se lanzó por primera vez a hacer fotos bajo el mar. “Quedé enganchado con las posibilidades creativas que ofrecía la foto submarina”, cuenta en esta entrevista.
Tres años después, hizo una foto de ballenas nadando junto a la costa de las islas Revillagigedo, en México, y con ella consiguió el primer puesto en el concurso fotográfico de National Geographic. Al año siguiente, esa misma imagen lo hizo ganador del segundo lugar en la categoría naturaleza del World Press Photo, el concurso de fotografía más importante del mundo.
Patjane fotografía el mar en blanco y negro porque “el color en muchos de los casos es un distractor y no un elemento que fortalece la composición”. Con sus imágenes, asegura, intenta dirigir la atención hacia la belleza de los océanos y hacia la forma en la que consumimos los recursos que ofrece el mar. “Vemos y nos preocupamos cuando un bosque desaparece porque es visible para todos, pero no vemos cuando destruimos la vida bajo el agua. No vemos cómo las redes del atún, la industria camaronera y los barcos balleneros causan daños y muerte. No estamos familiarizados con este entorno porque no vemos lo que destruimos y esto debe cambiar muy rápido para que podamos revertir este curso”, señala.
En esta entrevista con Mongabay Latam, Patjane comparte algunas de sus fotografías más preciadas, ahonda en la belleza y en la destrucción que ha podido observar en el mar y en sus motivos para fotografiar el océano.
—¿Cuál ha sido la experiencia que más le ha marcado haciendo fotografía submarina?
— Ha habido varias. Una muy especial ocurrió en Roca Partida, Revillagigedo, en un buceo en el que nos topamos con una madre ballena con su ballenato. Durante un buen rato un grupo de delfines se acercó a ellos y estuvieron interactuando con el ballenato de un modo muy curioso. Cuando la cría salía a la superficie a tomar aire, los delfines seguían sus movimientos de cerca, imitándolo y la madre tranquilamente permitía este juego, observando. Presenciar este espectáculo y fotografiarlo es de los mejores regalos que me ha dado el mar.
—¿Cómo fue fotografiar ballenas en Revillagigedo?
— Convivir con ballenas jorobadas durante tantas horas bajo el agua es sin duda un privilegio extremadamente atípico. Rara vez las yubartas buscan acercarse al humano, pero durante esa expedición a Revillagigedo tuvimos la suerte de encontrarnos bajo el agua a una madre con su cría y continuamente buscaban acercarse a nosotros, probablemente porque esto hacía sentir a la madre más segura frente a un posible ataque de orcas o algún otro depredador.
—¿Con cuál de sus fotografías se ha sentido más satisfecho?
— Hay dos o tres que por su fuerza y estética me gusta mirarlas una y otra vez. Cyber Monsoon es una foto de hace unos 10 años que me encanta. Es una toma simple de una calle en Nepal con una lluvia intensa de monzón que añadió un dramatismo muy interesante a la escena. Otra que me gusta ver frecuentemente es la de Whale whisperers (ballenas susurrantes). Es muy cierta esa idea que asumo ya como parte de la naturaleza del fotógrafo: uno siempre está en busca de la siguiente mejor foto y no se atreve a decir que ya la tiene.
—¿Le ha permitido la fotografía ver los impactos que las actividades humanas tienen en el océano?
— Es muy visible el impacto de la actividad humana. En algunos lugares más que en otros. Recuerdo alguna vez haber escuchado una explosión bajo el agua, muy fuerte y luego un desplazamiento de agua brutal. Parecía un terremoto o tsunami, no sabía qué estaba pasando. Cuando salimos del agua nos dimos cuenta de que una embarcación a lo lejos estaba pescando con explosivos, una práctica de pesca brutal que lleva años prohibida en todo el mundo, pero al parecer en ese lado del mar de Banda, al norte de Indonesia, aún la utilizan en mar abierto.
Ha sido en Asia en donde me he topado con los contextos más sucios. En Latinoamérica el plástico aunque es un gran problema, no se compara con lo que ocurre en Asia. Me parece que el principal problema en Latinoamérica es la sobrepesca y el modo que tienen los gobiernos para lidiar con este problema: o deciden ignorar el tema por completo o hasta lo acrecientan con subsidios, como ocurre en México con la pesca comercial de atún.
— ¿Cuál es el aporte que puede hacer la fotografía a la conservación de los mares?
— Me parece que la fotografía puede ayudar a crear empatía hacia el mar en personas que han vivido alejadas de él. No es fácil que a uno le importe lo que no conoce, así que la fotografía, el video y una historia bien contada referente al mar pueden hacer una gran diferencia. Habrá quienes tengan el don para transmitir emociones con imágenes y otros que tengan la habilidad de documentar la realidad del mar. Ambas aportan, una crea la empatía y la otra la evidencia que se puede convertir en acción.
— ¿Sus fotografías se han utilizado en proyectos de conservación?
— Cuando se estuvo promoviendo a Revillagigedo para nombrarlo patrimonio de la humanidad por parte de la UNESCO, se utilizó frecuentemente la fotografía de Whale Whisperers en diversos medios. Asociaciones civiles de diversas partes del mundo me piden en ocasiones imágenes para sus campañas. Parley for the Oceans es de mis favoritas y han usado mis fotografías para sus campañas que promueven la disminución de uso de plásticos desechables. Actualmente estoy comenzando un proyecto con Seven Clean Seas para interceptar el plástico antes de que llegue al mar.
— ¿Influye su formación como antropólogo en las fotografías que hace?
— Definitivamente pienso que influye, especialmente en la óptica con la cual percibo el problema de sobrepesca y contaminación marina. La antropología aporta al bagaje ideológico que le da el peso y la estructura al discurso detrás de la imagen.
— ¿Cuál es esa óptica?
— Lo veo como un problema de ecología política, en donde las circunstancias socioeconómicas juegan un papel preponderante en las decisiones que toma la industria pesquera y los pescadores artesanales. Para el caso de la sobrepesca artesanal, y más concretamente para el caso de México, considero que no se pueden crear tajantemente zonas de completa exclusión de pesca sin ofrecer alternativas económicas a los pescadores.
Un caso exitoso y que considero debe ser copiado es el de Cabo Pulmo (México). Allí, la población ha logrado mantener durante 25 años una zona de completa exclusión de pesca, pero a las afueras del parque protegido siempre se permitió la pesca artesanal, la cual ha mejorado poco a poco gracias a la biomasa que genera el área protegida. Lo interesante de Cabo Pulmo es que se logró construir una economía híbrida dependiente ya no solo de la pesca sino también del ecoturismo, la cual ofreció una estabilidad económica local y fortalecimiento del tejido social.
La pesca industrial es la más preocupante, especialmente la que se da en altamar y aguas internacionales que no es vigilada y que incluso invade áreas protegidas que carecen de la vigilancia apropiada por falta de recursos e interés de los gobiernos. Como ejemplo tenemos a Revillagigedo, donde hace unos años se logró crear un parque marino sumamente extenso y sin precedente en México, pero donde preocupa la poca vigilancia que hay y lo fácil que es para la industria pesquera evadir las normas y salir impune.
Es muy importante la labor que está realizando Oceana con la plataforma de monitoreo de embarcaciones pesqueras llamada Global Fishing Watch. Ahora, por lo menos, podemos saber en dónde andan parte de estas embarcaciones. Lo que ahora hace falta es aplicar la ley y que a los gobiernos en verdad les importe tomar acciones y sancionar. Es muy costosa la vigilancia en altamar, pero es más costoso no hacerlo.
—¿Cuál ha sido su expedición más extrema?
— Posiblemente Clipperton, Antártica y Malpelo han sido de las más complejas logísticamente. Malpelo y Borneo sin duda han sido las de mayor riesgo debido a las corrientes tan fuertes y cambiantes y lo remoto de estos lugares, lo que dificulta un rescate. Una mala decisión y esas corrientes pueden alejarte, rápidamente, varios kilómetros de la lancha que te va cuidando.
Es importante recordar que los animales marinos no representan un peligro inminente para el humano. La mayoría de las personas con las que platico sobre estos temas siempre mencionan a los tiburones, calamares u orcas como una posible amenaza para buzos o nadadores. Esto es sumamente incorrecto. No estamos en el menú de ningún animal marino y a mi parecer no hay lugar más seguro que estar bajo el agua.
Debemos quitarnos de la cabeza ese miedo irracional al mar para poder tratarlo mejor y de paso desechar esa idea de los abuelos que percibían al mar como una fuente ilimitada de alimento. Posiblemente lo fue cuando las técnicas de pesca eran más artesanales, pero la pesca comercial actual es devastadora en muchas partes y debe controlarse mejor.
Este trabajo fue publicado originalmente por Mongabay latam. Lo reproducimos como parte de un acuerdo de colaboración con la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puede consultar la publicación original
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