Libreras, escritoras, lectoras y activistas crearon el Festival Agua Viva, una forma autogestiva de compartir conocimientos. Como parte de ese encuentro se desarrolló el taller Periodismo desde el Cuerpo, del que resultó este texto. Aquí Mariana Roca, editora, comparte lo que su cuerpo le dice y la forma en que ella le escucha
Texto: Mariana Roca
El cuerpo me habla todo el tiempo. Habla mi intestino que parece de una mujer de 70 años, adolorido, aterrado, cree que podría explotar en cualquier momento y ser el responsable de la orfandad de mi hijo.
Habla mi vulva, en nombre de tantas otras, ansiosa y descontenta. Me habla aterrada. Furiosa con quienes han malentendido, que creen que pueden apropiarse de ella cuando la única dueña soy yo.
Habla mi pulso, cuando siento ese miedo de niña que no quiere caminar en la oscuridad, cuando la adrenalina me hace sentir ganas de desaparecer, de ser invisible, de hacerme tan chiquita que quepa en el bolsillo de mi madre.
Hablan mis rodillas raspadas, hablan mis ojeras que me dan esta falsa apariencia de enfermedad. Qué exitosa habría sido en el romanticismo inglés, con mi complexión y mis sombras.
Habla mi cuerpo. Habla mi periné que no volvió y quizá no vuelva a ser el mismo después de rasgarse y ser suturado con buena técnica, pero sin milagros.
Mi cuerpo reconoce lo que han vivido otras mujeres, sus riesgos, sus miedos, sus enojos. Mi cuerpo reconoce cuerpos mirados con lascivia, como alguna vez me miraron. Mi cuerpo reconoce madres con fístulas infectadas que dejan a sus niños huérfanos. Mi cuerpo reconoce a mujeres tocadas sin quererlo, golpeadas, humilladas. Mi cuerpo sabe que no es perfecto a los ojos de otros, pero al fin ha logrado ser perfecto para mí.
Necesitaba ser madre, tener más de 40 años y estar encerrada ocho meses para comprender que mi cuerpo es perfecto, con sus estrías y sus pellejos, con la grasa mal distribuida, con los pelos y las arrugas.
Tuve neumonía. No puedo decir si fue covid pero nada ha sido igual después: recaigo por la vejiga e intestino. Tomo remedios cada 12 y 24 horas. Los frascos sobre mi mesita de noche me recuerdan que todavía no estoy bien. Sin embargo, hablan mis pulmones agradecidos de volver a llenarse de aire, aunque sea aire sucio. Capaces de inflar globos y de pegar un grito, capaces de vaciarse y volverse a llenar, de dejarme leer cuentos infantiles en voz alta y de cantar fuera de tono.
Donde no tenía fuerzas ni para servir un vaso de leche, he vuelto a bailar, he vuelto a andar en bicicleta. He vuelto a tomar como normales cosas que por los casi 30 días de enfermedad me resultaron tan complicadas.
Habla mi cuerpo que siempre tiene frío, que trabaja entumecido, que tiembla y se contrae hasta que llega a la cama donde siente que pertenece. Debajo de las cobijas consigue silenciarse un poco, hablar sólo con susurros agradecidos de sentir las sábanas amorosas en los pies sin calcetines.
*Mariana Roca C. se ha desarrollado como editora y traductora durante casi veinte años. Es narradora y coeditora de la antología 16 historias (in)trascendentes (Lugar Común Editorial, 2019). Trabaja en una organización feminista de derechos reproductivos y es miembro del grupo de escritoras “Las escobas”, fundado en 2020.
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