17 diciembre, 2020

Tatyi savi

La vida de na savi de la Montaña de Guerrero es de peregrinar, la pobreza extrema en que viven y la falta de oportunidades les obliga abandonar sus comunidades, para vivir discriminados en las ciudades fronterizas

Twitter: @kausirenio

Cuando platiqué con Valentín Apolinar De la Luz en Tijuana, él tenía 59 años, pero más de la mitad de su vida lo vivió entre campos agrícolas de Sinaloa, San Quintín, Baja California, y en California, Oregón y Washington del lado estadounidense.

En esa plática contó que salió de Xochapa, municipio de Alcozauca, Guerrero, cuando terminó de entregar el inventario de la comisaría. Así empezó su camino a los campos agrícolas porque tenía una deuda impagable en la Montaña.

Cuenta: “Me vi obligado salir de mi pueblo, para poder pagar la deuda que hice cuando fui comisario, así que me vine a Tijuana casi al final de 1989. Cuando llegué no conocía a nadie; sufrimos mucho con mi esposa y mis hijos; no teníamos donde vivir; nos quedamos dos días en la terminal de autobuses”.

La travesía empezó con ocho horas a pie de Xochapa a Tlapa, donde tomó un camión que lo llevó a Cuautla, Morelos, ahí abordó el tren que lo llevó a Tijuana para cruzar la frontera. El intento no se logró. El coyote, como él le dice, le robó, así que no tuvo dinero para su pasaje a Guerrero. 

En la reunión con Valentín estaba su esposa, Francisca María Sánchez Cuenca, que compartió el drama que le tocó vivir a lado de Valentín cuando trabajaron en los surcos de Sinaloa. “Tuve la magnífica idea de tener marido a mis 16 años; esto pasó en Sinaloa, donde conocí a mi esposo. Desde ese entonces probé la amargura de la vida por la discriminación en las ciudades”. 

El 5 de enero de 1993, llovió en Tijuana como nunca en la historia de Baja California. En ese entonces más de 110 personas fallecieron sepultadas por aludes de lodo de cerros cercanos, ahogadas en sus viviendas o arrastradas por las corrientes. Los más afectados fueron los migrantes que se asentaron en colonias irregulares de Lomas Taurinas.

Con la pequeña organización que Valentín venía empujando en la construcción y fábricas dónde trabajaba, lograron gestionar la reubicación de los damnificados. “Nosotros éramos los primeros, creo, que llegamos a Valle Verde. Porque se derrumbó todo donde vivíamos”. 

Los nuevos colonos son de los municipios de Cochoapa el Grande, Atlamajalcingo, Xalpatlahuac, Metlatónoc, la mayoría de la comunidad de Xochapa, municipio de Alcozauca, Guerrero.

En Tijuana hay alrededor de ocho colonias fundadas por migrantes de los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero; de todas éstas, Valle Verde cobra mayor importancia por ser la colonia donde viven los na savi  (mixtecos), como se autodefinen. Mientras que en las calles de Valle Verde los niños y adolescentes hablan su lengua materna, tu’un savi. 

La vida de Vale no empezó en la Libertad de Lomas Taurinas. Antes de llegar ahí cruzó el muro fronterizo. “Crucé al otro lado; me fui con mi señora y con mis dos hijos; allá duré dos años. En Madera, California, viví un año, luego nos fuimos a Oregón, Washington, a la pisca de cherry y fresas. Mis niños estaban chicos, de cuatro y cinco años”. 

En ese andar la familia de Vale nunca rentó departamentos, sino que cargaban con sus tiendas de campaña que armaban en cada lugar donde llegaban, así que se acomodaban debajo de los árboles; en pocas palabras, andaban de nómadas lejos de la montaña de Guerrero. 

De Washington regresaron de nuevo a Madera, a piscar uvas. Así anduvieron durante dos años hasta que regresaron a Tijuana, para hacerse de un lote para construir una vivienda rústica que de poco les sirvió cuando le cayó la tromba del 1993.

La primera vez que Valentín viajó a Tijuana fue en 1984. En esa ocasión intentó cruzar a Estados Unidos, pero no lo logró porque los que lo iban a cruzar no cumplieron con el trato. “Nos transaron los coyotes; me robaron el dinero”, recuerda. 

Así que regresó con las manos vacías a su pueblo. Un año después regresó de nuevo. En ese viaje sí tuvo éxito con el “coyote” que le cobró 350 dólares para llevarlo a Madera, California. Pero sólo estuvo ahí tres meses, porque regresó tan pronto como entró. “Íbamos por periodo corto, entrabamos; cuando terminaban las uvas nos regresábamos de nuevo”. 

Cuando volvió de nuevo a Estados Unidos en 1986, se quedó a trabajar siete meses, en la pisca de uvas y después algodón. Ese año regresó a visitar a su familia, pero su pueblo lo nombró comisario municipal para el periodo de 1987 a 1988. Terminando su compromiso viajó a la ciudad de México y de México a Tijuana. 

“Mucho antes ya había cruzado la frontera, iba a trabajar de ilegal. Pagábamos coyote, en aquel tiempo cobraban 200, 300 dólares por cruzarnos o a veces cruzábamos solos, era fácil de hacerlo, no había tanta seguridad” comparte. 

En su juventud, Valentín vivió cuatro años en la ciudad de México, ahí trabajó en la construcción, como no le gusta hacer trabajo pesado, meses después se interesó en el Ejército mexicano, así que preguntó cómo llegar al Campo Militar número uno. Ahí se enlistó en el 75 batallón de Infantería como soldado de Infantería, pero luego pasó a ser soldado de transmisiones. Antes de desertar era cabo de transmisión. 

Relata: “Fui cabo de transmisión; entré como soldado de Infantería, después me acomodaron con los tracas; ahí estuve como transmisor de radio. Aprendí muy bien el código Morse, pero ya se me olvidaron, porque son más de 30 años que estoy fuera de servicio militar”. 

La vida de na savi de la Montaña de Guerrero es de peregrinar, la pobreza extrema en que viven y la falta de oportunidades les obliga abandonar sus comunidades, para vivir discriminados en las ciudades fronterizas. El neoliberalismo empobreció más a los pueblos indígenas.

Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.