A la edad de 26 años murió uno de los trovadores más entrañables del pueblo de México. Hoy se cumplen 115 años de su nacimiento y aquí presentamos un recuento de los lugares donde cantó y las teorías sobre su horrible muerte
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La noticia cayó como un rayo en la capital del país: el compositor yucateco Augusto Alejandro Cárdenas Pinelo, conocido entre el público como Guty Cárdenas, murió asesinado la noche del 5 de abril de 1932, en el Salón Bach, en la calle Madero #32 del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Algunos periodistas lograron entrar a la escena del crimen, en los periódicos la fotografía de El Guty en el piso, con cuatro balazos, estuvo en la portada. El trovador murió vestido con un elegante traje, zapatos lustrosos, peinado impecable y una bigote de nubecilla. Los ojos abiertos, a pesar de la violencia con que murió se le ve tranquilo.
El cuerpo del ruiseñor mexicano fue velado en la casa familiar, ubicada en el #186 de la calle Monterrey, esquina con Nayarit, en la colonia Roma Sur. Aquella casa que compró Guty para su familia aún existe, sólo que se le han hecho tantas remodelaciones que quedó arruinada.
Los inicios de Guty Cárdenas se remontan a la ciudad de Mérida, Yucatán, donde nació el 12 de diciembre de 1905, en la casa #535 de la calle 61, un espacio de privilegio dentro de la ciudad. Hijo de una familia acomodada del lugar, El Guty asistió a la Escuela Modelo, ubicada en el opulento Paseo Montejo.
El padre de la familia Cárdenas Pinelo quería que el mayor de sus cinco hijos se dedicara a los negocios, como él. Así que mandó al Guty a la Ciudad de México para que estudiara en el Colegio Williams, ubicado en Mixcoac. Pero más que los despachos relacionados con el comercio, el joven trovador se la pasaba en recitales y amores embriagantes. En pocos años, el chico se hizo conocido por su facilidad para la música.
De de los recitales escolares pasó a recitales musicales serios, incluso el compositor Ignacio Fernández Esperón, conocido como Tata Nacho, se convirtió en un promotor del joven talento.
Canción de Nunca lo volvió famoso. Viajó a Cuba y Estados Unidos para cantar, primero como solista, y luego en dueto con su paisano Chalín Cámara. Fue uno de los primeros artistas mexicanos en ser grabados para gramófono. Gracias a él, hubo canciones que se hicieron famosas, como Caminante del Mayab, todo un himno para algunos peninsulares. Entre sus composiciones están: Flor, Un Rayito de Luz, Ojos Tristes, Golondrina Viajera y Peregrino de Amor.
Pero cuando Guty a penas tenía 26 años fue asesinado en la cantina Salón Bach de la capital del país. La primera versión sobre la muerte es que El Guty y Ángel Peláez Villa estaban jugando vencidas, pero la competencia acabó en golpes, hasta que Peláez sacó una pistola y disparó al cantante.
Otra de las versiones es que el pleito entre el tal Peláez y El Guty comenzó por una mujer, pero nunca se ha sabido el nombre de la querida. De hecho, en la declaración que hizo Peláez ante la policía de la ciudad no se menciona a ninguna mujer.
La versión que dio el victimario a las autoridades fue que El Guty le dio un botellazo en la cabeza al hermano de Peláez, razón por la que este sacó la pistola y le dio cinco balazos en dorso.
Una cuarta teoría es que El Guty cantó en el Salón Bach una canción de su autoría llamada La República Española, lo que provocó que Pelaez, originario de España e identificado con las falanges de Franco, se encendiera y asesinara al artista. Un elemento que refuerza esa teoría es que, después de pasar un par de años en la cárcel, Peláez se unió a un grupo fascista y peleó contra los republicanos en la Guerra Civil.
El Guty fue enterrado en el Panteón Español, pero la sociedad mexicana estaba conmovida. Tanto, que a su funeral asistió una multitud de músicos y poetas para despedirse. Ahí estuvieron Ricardo Palmerín, Ricardo López Méndez, Pedro Vargas, Nestor Mesta Chayres y “Juanito” Arvizu.
A pesar de morir joven, El Guty fue uno de los precursores del bolero en México. La cantina donde fue asesinado es ahora una libaría y una óptica.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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