Esta compañía circense fue una de las más famosas del mundo. Las calles de la colonia Roma llevan el nombre de las ciudades por donde pasó
Tw: @ignaciodealba
—¿Por qué no hace elecciones libres?— le preguntaron al dictador Porfirio Díaz
—Porque ganaría el payaso Bell. Dijo el presidente.
No existió en México un circo tan espectacular como el que trajeron los hermanos Orrin. La elegancia de los recintos europeos logró mezclarse con la idiosincrasia mexicana. La estrella del escenario era Richard Bell, un payaso inglés que igual hacía reír al pueblo que a la élite porfirista.
Bell fue de las pocas críticas toleradas por el porfiriato, un cómico que hasta se dejaba largos los bigotes para satirizar al dictador.
En el siglo XIX los circos se presentaban en plazas de toros, en teatros y palenques. En un primer momento, el “Circo Metropolitano” de los Orris se instaló en la Plazuela del Seminario, ubicada al poniente de la Catedral de la Ciudad de México, a un costado de Palacio Nacional.
La pequeña carpa era iluminada con botellones de petróleo. Luego, la empresa logró hacerse de suficiente dinero para mudarse, primero, a la Plaza de Santo Domingo, y en 1891 a la Plaza Villamil, justo en el sitio donde ahora se encuentra el Teatro Blanquita, sobre Eje Central.
El Circo Metropolitano de los hermanos Orrin dividió las temporadas en dos, seis meses en presentaciones itinerantes por la República y diversos países; y otros seis meses donde se presentaban los maromeros, enanos, contorsionistas, payasos, trapecistas y domadores de leones en la capital. El espectáculo era una mezcla de teatro, concierto musical y circo, que llegó a presentar hasta una veintena de elefantes en escena, además de caballos, toros, perros, monos, chivas y otros animales.
Los Orrin fueron los primeros en traer a México el acto del proyectil humano, donde una persona era introducida dentro de un cañón y disparada por los aires. También la empresa de espectáculos tenía una banda de música. Un dato curioso es que en el circo trabajó Rafael Gascón, el compositor del pasodoble “Cielo Andaluz” que aún se toca en las plazas taurinas de México.
Una de las pantomimas más célebres fue “la acuática” donde Bell y los dueños inundaron el escenario para poder llevar a acabo su presentación. En otras ocasiones se soltaron toros para burlarlos con payasadas.
La gente acudía al circo elegantísima, las clases acomodadas iban en frac y rentaban los palcos donde se codeaban con altos funcionarios y militares. Los menos privilegiados acudían con sus mejores ropas, había boletos para todas las clases y quien no tenía, ahorraba para ir a divertirse. El recinto podía albergar a más de 2 mil espectadores.
El edificio Art noveau fue obra del arquitecto francés Di Pierre. Era fuera de serie para la época: además de una enorme construcción donde se presentaba el show, tenía cantina, dulcería, pastelería, buffete, salón para fumadores y un espectacular juego de luces eléctricas —una novedad entonces—, gracias a los 12 candiles que colgaban desde el techo. El propio Porfirio Díaz ocupó las instalaciones para hacer una celebración del Día de Acción de Gracias.
El circo donaba una parte de las entrada para obras de caridad, lo que contribuyó a que su fama se acrecentara. El espectáculo de los Orrin se consideró uno de los mejores del mundo.
Uno de los fundadores, Edward Walter Orrin, compró los muladares y potreros de la Romita, además de una parte de la hacienda de la Condesa.
Walter Orrin inició la urbanización del lugar y decidió ponerle a las calles los nombres de las ciudades que visitó el circo. La idea era construir una colonia para las clases altas de la capital.
Para principios del Siglo XX, el Orrin tuvo que competir con otros circos espectaculares, algunos que incluían funciones de cine o hasta globos aerostáticos. En 1906 la empresa de los hermanos Orrin quebró y en 1910 la fastuosa construcción fue demolida.
Fue entonces cuando la estrella del circo, Richard Bell fundó su propio espectáculo, en uno de los extremos de la Alameda Central. El Gran Circo Bell, integró a toda la familia del artista, hasta que, en 1910, el movimiento popular en contra del régimen de Porfirio Díaz, provocó que la familia Bell se fuera de México. Los vagones de tren que en otrora transportaba al espectáculo por el país fueron utilizados por los revolucionarios.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona