Cuacolandia alberga 90 caballos rescatados de casos de maltrato y explotación, algunos llegan después de ser utilizados para el turismo, otros para la carga o arrastrar carretas de basura. Con actividades dentro y fuera del santuario se pretende promover el cuidado de los equinos y sensibilizar a la sociedad respecto al bienestar animal
Texto: Gustavo Escalante
Fotos: Facebook Cuacolandia
PUEBLA.- En un espacio campestre de 50 hectáreas retozan libremente casi un centenar de caballos que han sido maltratados o explotados. Algunos trotan en manada, otros se zambullen en un pequeño estanque, y otros más se reponen de las heridas causadas por el exceso de trabajo.
Se trata de Cuacolandia, un santuario para caballos ubicado en la zona de Quintas Ecuestres en Haras Ciudad Ecológica, Puebla. Es un espacio que ofrece una vida diferente a caballos que han sufrido explotación y maltrato.
Actualmente, 90 ejemplares equinos viven en este refugio. El personal se dedica a su cuidado y a ser un vínculo con la sociedad para la creación de conciencia, sensibilización y educación en temas de bienestar animal.
Elena Larrea, activista por los derechos de los animales y fundadora de Cuacolandia, siempre ha sentido fascinación por los caballos y siempre estuvo interesada en saber a dónde iban aquellos que necesitaban un refugio.
Así que unos tres años atrás, comenzó a colaborar con Tony Camil, del Santuario El Camino, en el desarrollo de este proyecto. Pero fue hasta el año pasado cuando el refugio comenzó a recibir animales.
Cuacolandia trabaja en conjunto con la Procuraduría de Protección al Ambiente del Estado de México (Propaem) en la atención a caballos rescatados de maltrato en municipios, como La Paz, Ecatepec, Coacalco, entre otros. Los animales rescatados por la Propaem son canalizados a Cuacolandia.
Pero también han colaborado con autoridades de otros estados, tal es el caso de Guerrero, que en marzo de este año accedió a trasladar al refugio 42 caballos decomisados de Las Calandrias de Acapulco, luego de que la ciudad prohibiera la utilización de animales en espectáculos turísticos. A partir de entonces, comenta Elena, han ido recibiendo más y más caballos.
De acuerdo con Larrea los equinos que llegan al refugio cuentan con todo tipo de heridas, aunque la mayoría de ellas son mataduras (lesiones por el mal uso de arneses y monturas). Y en su mayoría están bajos de peso.
Un equipo conformado por nutriólogos, veterinarios, herreros y hasta odontólogos, trabajan en la rehabilitación y cuidado de cada uno, dependiendo de las necesidades que presenta cada caballo.
La recuperación se hace en las caballerizas y, normalmente, dura de seis meses a un año –dependiendo del estado de salud del animal–. Tras este tiempo se reinsertan a un hábitat diseñado para ser lo más cercano posible al que tendrían en su vida salvaje, en donde pueden correr libremente en manada y se ven absueltos de todo tipo de trabajo por el resto de su vida.
Pues, en palabras Larrea, Cuacolandia existe con el propósito de ser un lugar donde los caballos pueden llegar para estar «tranquilos, lejos de la crueldad humana», donde se jubilan de la vida de maltrato y explotación a la que han sido obligados.
El santuario, además, ofrece programas de voluntariado, talleres y visitas al público; estas actividades tienen como propósito difundir información relacionada con los equinos y ayudar a su manutención.
El proyecto más reciente, dirigido a la población general, es una serie de talleres acerca de temas como vinculación básica con caballos; reconocimiento de lenguaje corporal de los equinos; historia sobre la evolución de los caballos; diferenciación y necesidades de los caballos.
En este sentido, para la activista, la educación sobre los animales, su cuidado y su bienestar, es fundamental para modificar la percepción que tenemos de los animales, pues expresa que «no están aquí [en el mundo] para nosotros, sino que están aquí con nosotros».
Los visitantes tienen la posibilidad de hacer picnics en el área del santuario, conocer a los caballos, así como la historia de cada uno de ellos, e incluso darles de comer zanahorias; también pueden observar a las manadas retozar libremente. Pero por ningún motivo pueden montarlos, pues la idea es que estos anden libres y se conviva con ellos, no que sean utilizados en ningún tipo de trabajo.
Ahora ya existen leyes y reglamentos para la protección y el bienestar de los animales. Puebla, por ejemplo, cuenta con la Ley de Bienestar Animal, y el Estado de México con el Código para la Biodiversidad del Estado de México, documentos que exponen pautas para el cuidado de los animales, tanto silvestres, domésticos, como los que son dedicados al trabajo.
Sin embargo, a decir de Larrea, las personas que utilizan a estos animales para trabajar no toman en cuenta las normas de cuidado y bienestar a causa de la falta de información.
Los caballos utilizados para jalar carretones de basura son algunos de los más afectados. Los dos últimos ejemplares que ha recibido el santuario fueron dos yeguas que arrastraban carretas de basura en la localidad Los Reyes, del municipio de La Paz en Estado de México. Llegaron con heridas abiertas en las rodillas, luego de haberse desplomado sobre el asfalto.
Y aunque estas yeguas ya se encuentran en rehabilitación, Larrea comenta que es común ver este tipo de situaciones en los caballos empleados por carretas para la basura.
De acuerdo con la experiencia de la activista, estos caballos poseen una alimentación inadecuada, pues es común que coman lo que encuentran en basureros: comida mezclada con plástico, metales y demás desechos, lo cual resulta peligroso porque les provoca lesiones internas.
El equipo de Cuacolandia enfrenta este problema incluso en municipios donde todavía no está prohibida esta práctica, como en San Martín Texmelucan. Un equipo de veterinarios, talabarteros, nutriólogos y herreros trabajan en conjunto con las personas que usan caballos de arrastre en carretas de basura, para garantizar el bienestar de los cuadrúpedos y propiciar condiciones óptimas de trabajo (con un equipo adecuado para los caballos y dándoles la formación necesaria a quienes los emplean).
A pesar de que existen municipios como Coacalco, Estado de México, en donde ya se ha prohibido el uso de caballos para este tipo de trabajo, la práctica todavía es muy común. Para Larrea, es importante que estas prohibiciones trasciendan a más municipios, a más estados, e incluso a nivel nacional, para que de esta manera se evite la crueldad.
Este trabajo fue publicado originalmente en LADO B que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original
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