El Panteón de Dolores; el más grande de México

30 octubre, 2020

Aquí pareciera estar enterrado todo el mundo. Este camposanto está construido a la imagen y semejanza de la Ciudad de México: en total desorden y unos sobre otros.

@ignaciodealba

Después de las Leyes de Reforma, en el siglo XIX, la Iglesia Católica perdió el poder de los entierros. El gobierno juarista entregó algunas concesiones para que los panteones civiles iniciaran operaciones. Uno de los primeros en abrir fue el Panteón de Dolores, ubicado en la alcaldía Miguel Hidalgo, de la Ciudad de México.

El empresario William Stephen Benfield fue quien ideó abrir el camposanto. Tenía razones de más: su esposa Mary Elizabeth se encontraba enferma. Para aliviarla, los médicos le recomendaron vivir en un sitio con temperaturas cálidas. Así que la familia se mudó a México.

Cuando la familia desembarcó en 1835, el bochornoso Puerto de Veracruz era azotado por una epidemia de cólera. Ahí la hija de los Benfield se contagió. La enfermedad, incurable en esos días, acabó con la recién llegada. William intentó que su hija fuera enterrada en uno de los panteones del lugar, pero como los recién llegados eran anglicanos y la iglesia católica –que todavía ostentaba el control- no permitió el ingreso.

Willian tuvo que enterrar a su hija en la arena, cercana a la playa. Los Benfield se dirigieron por fin a la Ciudad de México. El clima de la capital le permitió a Mary vivir hasta los 90 años, pero la pareja se propuso después de la muerte de su hija crear un panteón donde ellos pudieran ser enterrados.

A través de la Sociedad Benfield, Breker y Compañía, su hijo Juan Manuel Benfie logró adquirir el terreno y llevar a cabo la idea de la familia. El lugar elegido, conocido como “Tabla Dolores” estuvo en las inmediaciones del Rancho Coscoaco.

Fue así como el panteón tomó el nombre de Dolores, aunque existe la versión de que el nombre se debe a la suegra de Juan Manuel, también llamada Dolores. La familia de la pareja, de apellido Gayosso, inició desde entonces un emporio de servicios funerarios.

A los pocos años de inaugurado el panteón, el gobierno de la ciudad lo compró. Juan Manuel propuso a Juan Manuel Lerdo de Tejada que en una sección del panteón se abriera un lugar especial para sepultar a personas ilustres, llamado Rotonda de los Hombres Ilustres (en 2003 se le cambió el nombre a Rotonda de las Personas Ilustres). Por supuesto, uno de los primeros seleccionados para ocupar un mausoleo fue el propio Lerdo de Tejada.

El primer ilustre en ser enterrado en la Rotonda fue el coronel Pedro Letechipía, un liberal zacatecano que peleó contra los franceses y murió en la Rebelión de Tuxtepec, en 1876.

El criterio que se utilizó para entrar en la selección fue que el presidente en turno decidiera quién le parecía ilustre, así que Porfirio Díaz metió a dos docenas de personajes; Victoriano Huerta a un par.

Los expresidentes Valentín Gómez Farías, Manuel González Flores, José María Iglesias y Juan Nepomuceno Méndez, también están enterrados ahí.

Hay mausoleos que no tienen desperdicio, sobre todo el de los muralistas: David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco. En el centro de la rotonda hay un fuego perpetuo en su nombre.

En algún momento se planteó que el sitio se sembraran cedros de Líbano, además de que se construyeran ríos y cascadas para hacer del panteón un lugar apacible. Pero fuera de la Rotonda, todo es campo de improvisación.

Visitar el camposanto puede ser un día de aventuras. Es tan desastroso que no es raro ver las cajas de muerto fuera de la tierra, la basura se acumula en algunos mausoleos, mientras que otros son saqueados. Varios buscadores de fantasmas requisan por actividad paranormal. Las tumbas de algunos personajes están perdidas. De hecho, la cantidad de gente que tiene a un muerto perdido en el sitio es impresionante. Uno de los extraviados es José Guadalupe Posada, el dibujante y creador de la Catrina.

En el panteón también hay gente que se hizo de su lote y se quedó a vivir. Hay perros callejeros, hartas ratas y moscas panteoneras. Es una ciudad, donde sólo en algunos sitios se logra el orden. Es el caso de comunidad alemana, por ejemplo, los lotes italianos se hicieron mausoleos, como si estuvieran dedicados al Padrino.

Hay cerca de un millón de personas enterradas, pero lo cierto es que nadie sabe qué hay, quién está y quién falta en este sitio. Los Días de Muertos, miles de personas asisten a velar a sus seres queridos; se compran flores amarillas y rojas, arreglan las tumbas, también compran globos y les escriben cartas.

En noviembre se reparten tamales, tostadas, tacos, pan dulce y café. Hay quien aprovecha para ponerse jarras en compañía de su difunto. Los niños brincan en las tumbas vecinas y se encuentran a viejos conocidos que también visitan a su muerto.

Esta temporada el panteón permanecerá cerrado, por primera vez en su historia. Las autoridades capitalinas montarán un dispositivo especial alrededor del lugar para evitar que nadie se cuele. Por primera vez, los muertos descansarán en paz.

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).

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