528 años se dice fácil para los que no han vivido en la miseria y el desprecio de una sociedad racista y clasista hacia los indígenas, pero vivir en ella es resistencia continua. Muchos colectivos plantean en sus discursos beligerantes: “Ni perdón ni olvido”, pero es necesario perdonar, aunque esto no es un cheque en blanco
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La historia oficial nos habla de un supuesto encuentro de dos mundos, sin embargo, los nietos de los sobrevivientes de México dicen que no fue así, sino que fue trágico; saqueo, violaciones tumultuarias en contra de las mujeres indígenas y una imposición de la religión católica. El oprobio es inmenso, pero no bastó con eso, a los 62 pueblos indígenas se les condenó a vivir más de cinco siglos en la ignominia y sin derecho a una identidad cultural.
Durante siglos a los indígenas se les negó ser parte en la Constitución Política, con lo cual se les desconoció su forma de organización comunitaria, su forma de interpretar al mundo y su lengua materna. Si los intelectuales indígenas se pusieran a revisar la historia encontrarían un rosario de oprobio cometido en contra de los pueblos indígenas desde aquel 12 de octubre de 1492.
El desastre que dejaron los barbados españoles en la gran Tenochtitlán no fue suficiente. Después vino el dominio de la corona española que duró 289 años que se acabó con el inicio de la Independencia.
Al consumarse la Independencia de México vino la primera Constitución Política, pero, los pueblos indígenas no figuraron en la Carta Magna. Un siglo después de la Independencia los pueblos indígenas lucharon con lo que pudieron para defender la soberanía, pero de nueva cuenta, no fueron incluidos en la Constitución mexicana de 1917.
De ese escombro surgieron las voces de los pueblos indígenas en 1992 en el marco del quinto centenario del inicio de la barbarie. En ese contexto los pueblos indígenas dijeron que no estaban muertos, así como lo pretendió hacer la historia nacional.
De ese resurgimiento, se evidenciaron muchos pueblos con identidad cultural distintos. Un país heterogéneo y multicultural, por lo que era común hablar de naciones como la Tlaxcalteca, la nación Maya, la nación Tarasca, la nación Ñuu Savi, Nación Me’phaa. Los más de 62 pueblos indígenas, todos ellos con identidad colectiva definida mediante sus formas propias de organización, sus instituciones, formas de vida y normas de convivencia propia, situación que determina entonces su compleja y muy particular característica como comunidades. Lo retomaron para construir su espacio.
Esta situación desde luego que no fue obra de buena voluntad del Estado mexicano, más bien es resultado de innumerables luchas que los pueblos indígenas encabezaron durante años para conseguir el respeto a su dignidad.
Fue como estrategia de lucha y resistencia ante el proyecto económico neoliberal que en los años ochenta proponía Miguel de la Madrid, entonces presidente de México (1983-1988), cuyo proyecto fue retomado posteriormente por Carlos Salinas, y es precisamente en la fecha en que se firmaría el Tratado de Libre Comercio con América del Note (TLCAN), el primero de enero del año 1994.
Cuando el país se proponía entrar a la modernidad, hizo su aparición el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, quien enarboló las demandas de los pueblos y comunidades indígenas, en las que se exigía el reconocimiento y respeto a su derecho a la autonomía y libre determinación, así como el cumplimiento eficaz de sus derechos humanos, tales como derecho a la tierra, techo, alimentación, salud, educación, autonomía, libertad, democracia, justicia y paz; proponiendo una nueva reforma a la Constitución.
Esta situación logró estructurar en torno suyo a una gran cantidad de organizaciones indígenas y no indígenas, y a postular una verdadera reforma que pusiera fin al sistema de partido de Estado, así como a demandar el ejercicio de la democracia participativa, la adopción de una nueva política económica redistributiva y el reconocimiento de los derechos políticos de los pueblos indígenas entre otras exigencias.
Posteriormente y tras fuertes debates y discusiones sobre la propuesta del EZLN, en 2001 se reconoce la existencia de los pueblos y comunidades indígenas y sus derechos, económicos, sociales, culturales y ambientales, pero no se les respetan sus instituciones, ni sus organizaciones, como sucede con la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias y Policía Comunitaria.
La Policía Comunitaria en estos días celebra el XXV aniversario del nacimiento de su institución como pueblos indígenas. Aquí hay que conocer a los pueblos y comunidades indígenas organizados en distintas lenguas y culturas.
Todo lo anterior es con el fin de mostrar la construcción de la autonomía, como es el caso del territorio comunitario, donde nacen las instituciones, como sistema alternativo de salud, radiodifusora, seguridad y administración de justicia, que son producto de lucha de los pueblos y comunidades indígenas construyen, pero acosados por los distintos gobernadores de Guerrero, lo mismo pasa en los estados de la República donde hay indicio de resistencia indígena.
528 años se dice fácil para los que no han vivido en la miseria, el desprecio de una sociedad racista y clasista, pero vivir en ella es resistencia continua. Muchos colectivos plantean en sus discursos beligerantes: “Ni perdón ni olvido”, pero es necesario perdonar, aunque no sabemos a quién otorgar el perdón, hay que hacerlo, sin embargo, esto no es un cheque en blanco. Hay que perdonar, pero no olvidar jamás.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
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