Iztapalapa no deja de ser Iztapalapa cuando se convierte en Jerusalén. La representación de la Pasión de Cristo es una de las más grandes del mundo y también una de las más formidables. Dos millones de personas asisten; lloran y ríen en la vigilia. Como festividad prehispánica, el Cerro de la Estrella es el centro catártico donde Dios muere y todos renacen
Texto: José Ignacio de Alba
Fotografías: María Fernanda Ruiz
IZTAPALAPA, CIUDAD DE MÉXICO.- En plena representación un vagabundo irrumpe y se pone delante de Jesús para caminar haciéndose el chistoso, los harapos le cuelgan y apenas le cubren las nalgas. Los espectadores se enojan y otros se doblan de la risa, le preguntan: “¿y tú de qué te disfrazaste?”, el hombre muy seguro de su chistosada responde: “¡yo soy la cabeza de todo esto!”, la gente lo tira de a loco. El Nazareno, muy estoico, sigue su caminata por los ocho barrios de Iztapalapa. Para la tarde, el hombre será crucificado y todos asistiremos a verlo.
Desde temprano miles de personas se echaron al hombro cruces de hasta 90 kilos y hacen el “Recorrido de los Nazarenos” descalzos para cumplir su manda. Fernando Guzmán, de 76 años, se ve agotado, pero no para de arrastrar su pesadísima cruz aunque se detenga cada dos pasos. Guzmán platica que hace unos días los doctores lo sacaron del hospital, le dijeron que sus riñones y su corazón no tenían remedio, que lo mejor sería que fuera a su casa, a estar tranquilo y que se preparara para morir. Pero al par de días el hombre se puso su túnica morada y cargó su cruz. “Ésta es mi manda” me explica, “para dar gracias a Dios”.
Dilan Juárez tiene 3 años y lleva una pequeña cruz arrastrando. El niño parece que apenas y aprendió a caminar y su mamá lo lleva para hacer su manda, le pregunto a su madre por qué le enseña eso a su hijo: “por el papá del niño que le dan ataques y se convulsiona”.
-¿Por qué no lo hace usted?
-Porque eso le toca a los hombres, es la tradición.
-¿Dónde está el papá?
-Allá adelante, también lleva su cruz.
La gente desafía la salud de todas las formas posibles. La Cruz Roja atiende a los desvanecidos, a los cojos y a los angustiados. Los pies de los penitentes terminan quemados y sangrados por caminar varios kilómetros. El último punto del recorrido de estos devotos es el Cerro de la Estrella, hoy convertido en El calvario, donde presenciarán la crucifixión. Según la Secretaría de Seguridad Pública capitalina se realizaron 15 mil 951 atenciones médicas durante todo el evento.
Esta Jerusalén huele a epazote, a pedo, a algodón de azúcar, a tamales fritos, a guanábana, a sudor, a chile del que pica, a bosta de los caballos, a tierra mojada, a orines, a flores, a perro, a mole, a alcohol, a sangre, a mango, a solvente, a tepache, a a elotes tiernos, a hot cake, etcétera.
Iztapalapa es el municipio más poblado del país con casi dos millones de habitantes, pero el lugar es un pueblote que conserva tradiciones como la del Señor de la Cuevita (una aparición divina) o la de Semana Santa y su famoso Cristo de Iztapalapa. Aquí habita la fuerza de trabajo de Ciudad de México, pero en los hechos el lugar vive con índices de pobreza muy altos.
Iztapalapa es la alcaldía con mayor número de delitos de alto impacto (homicidios, secuestros) en la ciudad. Es también líder en robos a negocios con violencia, que arreció a partir de 2017, con el asesinato de El Maloy, un tipo que controlaba la venta de droga, y al que balearon afuera de unos caldos de gallina.
Generalmente la capital mexicana da la idea de ser una ciudad que crece engullendo a los pueblos que la rodean, pero aquí en Iztapalapa queda la percepción de que el pueblo devora a la ciudad. “Iztapalacra”, como lo llegan a llamar sus habitantes, recibe a visitantes de todos lados en estas fechas. Unas monjas coreanas que no hablan español ven la representación del viacrucis con espanto y asombro.
En la representación de Iztapalapa participan más de 2 mil 500 personas,175 de ellas con parlamentos; unos 200 caballos ayudan a la ambientación. Pero extraoficialmente hay algunos miles más que se visten de Cristo, de Vírgenes y de toda la planilla que no participan necesariamente en el evento pero andan con sus penitencias, tomando nieves de limón o echándose una siesta en algún parque. Las coronas de espina cuestan 50 pesos; las coronitas, a 30.
Entre tantos millares de personas sólo hay un Judas Iscariote (el oficial), en esta ocasión representado por Guillermo Domínguez. ¿Por qué quiso protagonizar a tan odiado personaje?, el hombre muy serio dice que él sólo traicionó a Jesús pero que fue Poncio Pilatos el que lo mandó matar. Domínguez dice que al pobre siempre le echan la culpa, y que a Judas “le tocó cargar con el muerto”.
Cuando Judas Iscariote camina por las calles de Iztapalapa la gente le grita “traidor”, “Jijo de tu pinche madre”, los niños también lo confrontan: “culeru”. Por fortuna la policía contiene las afrentas contra el personaje, nadie duda que en un momento de arremolinados sentimientos sea Judas el que acabe crucificado. Es difícil entender en esta representación cuándo es ficción y cuando realidad.
La representación es tan grande que es inabarcable, mientras están azotando a Jesús, las legiones romanas transitan por calles colindantes. Judas en ese momento ya es vilipendiado ocho cuadras camino al árbol donde se colgará. Mientras eso pasa la virgen ya está en el Cerro de la Estrella donde llora sin consuelo. La complejidad y grandeza de esta mega puesta en escena no pudo ser escrita por ningún dios.
La representación dura cinco días, pero el Viernes Santo es el más famoso. Los puestos de comida hacen su abasto toda la semana, se vende carne de burro enchilada, acamayas, chapulines, tripas de pollo con habanero, tepaches, tlayudas, camarones, tortas de carnitas, gorditas, habas con rabanitos, flautas, tasajo, cueritos, chicharrones, tlacoyos y un variadísimo repertorio culinario.
Los puestos ambulantes de películas piratas venden y proyectan a todo volumen la Pasión de Cristo de Mel Gibson en su versión castellanizada. Le pregunto al vendedor Miguel Calvo ¿en qué se parece el Cristo de la película con el de Iztapalapa? El señor responde, “en nada, el de Iztapalapa es más como la raza de acá, como te dijera es más real para nosotros”. Calvo se refiere a José Antonio Reyes, que este año fue elegido para hacer el papel de Jesús el Nazareno.
Pie de Página entrevistó a José Antonio Reyes –el Cristo de Iztapalapa-, el joven de 23 años dice que a él no sólo lo eligió el jurado, también lo eligió Dios. Pero relata que los organizadores tomaron en cuenta su físico, su dicción, corroboraron que efectivamente fuera de alguno de los ocho Barrios de Iztapalapa, en su caso, oriundo del barrio de San Pedro.
Hijo de mecánico y de una oficinista, Reyes estudia ingeniería geofísica en el Instituto Politécnico Nacional y trabaja en un salón de fiestas. Dentro de los requisitos que tuvo que cumplir era no tener novia, y asegura que sólo tiene amigas.
-¿Qué es lo que más te ha sorprendido?
-Se me acercaba gente que me pedía que los curara, que ya llevaban muchísimo tiempo enfermos que no se les quitaba la enfermedad. Una señora también se me acercó y también me pidió que ya me llevara a su papá porque estaba sufriendo mucho. Muchas mamás me pedían que los cargara porque ya llevaban un mes de enfermos.
-¿Qué haces en ese momento?
-Te adentras en tu papel y haces lo que te piden, les das la bendición, un beso en la cabeza. Con el mayor respeto.
Reyes explica que interpretar este papel no es sólo una actuación, asegura que tiene que “estar preparado de fe”. Asegura que es un muchacho normal, le gustan las cumbias, su comida favorita son las enchiladas verdes y viaja a su universidad en Metro.
-¿Te ha tentado el Diablo?
-Pues no, porque lo he hecho con devoción y con fe. Somos humanos, yo sé que anteriormente sí, que soy un chavo que salía fiestas. Yo tuve una novia que duramos siete años.
Reyes lleva varios meses preparándose para su papel, hacía “labor de cruz”, corría, iba al gimnasio. Además se aprendió 50 hojas de parlamento para llevar a cabo su papel durante los cinco días que dura la representación. Ddice que es la segunda persona de su familia en ser Cristo de Iztapalapa, el primero fue su bisabuelo Florencio Cano, en 1930.
La familia Reyes Reyes ha gastado unos 40 mil pesos en vestuarios, corona de espinas y diferentes accesorios, además rentaron un burro para que José Reyes haga el Domingo de Ramos como debe ser.
-¿Y dónde está el burro ahorita?
-Allá en la casa, mi papá le construyó un corralito.
La representación del Cristo de Iztapalapa se hace desde 1847, inició como una forma de agradecimiento a Dios por poner fin a la epidemia de cólera que acabó con la vida de la mitad de la población del lugar. Desde entonces los feligreses se reúnen cada año para hacer la Pasión de Cristo, incluso durante la Revolución Mexicana.
Hoy el evento es tan concurrido que las calles se vuelven intransitables incluso para la propia representación. Uno puede estar negociando el cambio de un refresco en la calle cuando Barrabás te dice que si le das chance de pasar. Hay tantos asistentes en las banquetas que los caballos apenas y pasan con todo y carruajes. Los animales medio ansiosos por la concurrencia no patean a nadie, pese a que todos gustan de acariciarlos.
Iztapalapa se convierte en Jerusalén, pero las parejitas aprovechan los callejones para acorralarse y echarse un faje. Las señoras de los puestos de comidas son unas juiciosas y regañan a los iztapalapenses que la hacen de romanos pretorianos, pero que escaparon de la representación para echarse un taco. Incluso, les niegan la comida. “Es vigilia”, dicen a regañadientes.
Caminar por las calles de Iztapalapa durante la representación es toda una hazaña, hay carteristas, y comerciantes que suben el precio de los productos que ya que comiste. La gente es variopinta. No importa la gravedad de una escena bíblica, si alguien se cae de una forma chistosa en frente de todos, la gente ríe y le dicen: “esa fue la primera caída”. Jesús, muy metido en su papel, callado y severo. Su papel lo hace inflexible a todo lo que pasa en las calles, que son remolinos de gente.
Según la policía capitalina, 9 mil 642 personas fueron “remitidas” por infringir la Ley de Cultura Cívica de la Ciudad de México, al consumir bebidas alcohólicas, orinar en la vía pública y disturbios.
Un luchador enmascarado tiene más atención que el propio Cristo ensangrentado. La gente le pide fotografías y El hijo de Fantasma es aclamado por la multitud que se pasea por las calles de Iztapalapa.
En la calle un soldado romano puede hacer un anuncio importante como que van a matar a Cristo, y el vendedor de nieves aprovecha el suspenso del aire para gritar “¡Lleve la nieve, lleve la nieve, la rica nieve!” y la gente ríe o compra o empieza a llorar, porque así es la vida.
Desde las azoteas de las casas y los balcones la gente no pierde de vista lo que pasa en su pedacito de calle. Hay quien sube a los postes o a las ramas de los árboles para tener su lugar asegurado, la gente se conforma con ver una escena de la Pasión. Cuando se acerca la hora de la verdad las señoras berrean por Jesús que viene ensangrentado. Los niños tienen cara de angustia y de no entender si es en serio. Los hombres descargan su ira con Judas Iscariote que pasa más o menos rápido entre las vallas de la policía.
La representación de la crucifixión se hace en El Cerro de la Estrella, una montaña que fue, también, un centro ceremonial para los mexicas. Los habitantes de Tenochtitlán celebraban cada 52 años un nuevo ciclo que debía de renovarse en este sitio. Aquí con el sacrificio de personas y fuego alimentaron al sol para que no muriera. Hoy en este lugar Jesús el Cristo también será sacrificado.
La crucifixión se hace sin retrasos, la gente por primera vez tiene un ánimo compartido y todos parecen poner atención a la misma cosa. El micrófono lo tiene la Virgen María que no para de llorar desde hace una hora. El “buen ladrón” sufrió un desmayo en su cruz y se lo llevó la Cruz Roja. Cristo se mantuvo estoico hasta la muerte.
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