Esta casa sobrevivió a todos nosotros, pero también a todos nuestros pasados. Es más antigua que la ciudad y sigue en pie. No hubo terremoto que la echara abajo ni inundación que se la llevara. Hoy, Manzanares 25 permanece de pura suerte
@ignaciodealba
“Esta es la única casa del siglo XVI que se mantiene en pie en el Centro Histórico”. Así la anuncia un pequeño letrero sobre su fachada rosa. Sobrevivió porque nadie sabía que estaba ahí. De lo contrario, se hubiera convertido en restaurante, departamentos, hotel, tienda o en cualquier otra cosa. Pero fue durante cientos de años una casa habitada por gente humilde.
En el 2005, el gobierno de la capital expropió varias casas de propiedad dudosa del Centro Histórico con la idea de restaurarlas y comenzar proyectos inmobiliarios. Pero en el número 25 de la calle Manzanares, colonia La Merced, fue desalojada una familia, de una construcción muy peculiar.
En las fotos que existen del lugar, antes de su restauración, se aprecia la casa apenas en pie. Ruinosa y en un estado tremendo de abandono. El sitio era un basurero donde se vertían materiales de construcción y cascajos de obras vecinas. La humedad y la maleza se arraizaban en las paredes y techos. La última familia que ocupó el lugar vivía en uno de los cuartitos.
Desde el principio del desalojo los arquitectos se dieron cuenta de algunos detalles interesantes. La casa acumulaba una mezcla de estilos artísticos y épocas. Se combinaba la disposición tradicional de las casas indígenas, con cuartos alrededor de un patio, como Calpulli. Además tenía gárgolas y se utilizó cantera sobre las ventanas y las puertas, con un estilo muy europeo.
Fue el reconocido arquitecto, Juan Benito Artigas, quien descubrió la antigüedad de la casa construida de tezontle, estuco, piedra, tepetate, cantera y madera. Entonces, el Instituto Nacional de Antropología e Historia lo catalogó como una de las casas habitacionales más antiguas de la ciudad. El rescate del inmueble tardó 8 años.
Por la configuración del espacio se cree que la habitó, probablemente, una familia de comerciantes indígenas. El patriarca tuvo los suficientes recursos para hacer una casa a cada uno de sus 12 hijos.
Desde antes de la llegada de los españoles, la zona de La Merced era uno de los sitios más bulliciosos de la ciudad. Uno de los límites de la capital mexica y luego de la caída de Tenochtitlán fue el corazón de la vida indígena de la Nueva España, además de la puerta de entrada de migrantes y productos.
De hecho Manzanares 25 está en el mismo lugar donde estaban las albarradas, que contenían el agua de la laguna, para que no entrara a la ciudad. Las inundaciones de la ciudad comenzaron ahí, como la inundación de San Mateo (1625) , que mantuvo a la capital novohispana bajo el agua durante 5 años. Pero gracias a su construcción maciza, la casa logró mantenerse de pie, a pesar de las inundaciones y terremotos.
Varias familias hicieron de ese antiguo sitio su vecindad. Los portales que daban a la calle fueron ocupados por pequeños comercios y los cuartos del interior fueron rehechos como casitas.
Por la casa pasaban dos importantes acequias de la ciudad la Real y Regina, por donde transitaban comerciantes. A la calle después se le puso Manzanares, aunque no se sabe por qué lleva este nombre. Hay versiones que aseguran que en algún momento después de la conquista varias familias de españoles la habitaron. A ellos, la acequia que pasaba por aquí, les pareció como el rio Manzanares que cruza Madrid.
La Merced siempre ha sido ese sitio olvidado a pesar de estar en el centro, justo a espaldas de poder (Palacio Nacional). Entre su calles están algunas de las construcciones más antiguas de la ciudad, pero el olvido tiene una gran carga sobre sus habitantes. A unos pasos de la casa más antigua de la ciudad, las jóvenes son prostituidas ante los ojos de toda la ciudad.
Después de restaurar Manzanares 25, el gobierno de la ciudad construyó un centro cultural para niños. Los cuartos y el patio resultaron ideales para utilizarlos como salones. La construcción tiene una nueva fachada después de 400 años. Alberga también un pequeño museo con un recuento de su historia.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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