11 agosto, 2020
Pan y Circo, un programa donde los comensales comparten alimentos mientras conversan sobre algunas de las principales problemáticas de México, busca conseguir el diálogo entre quienes no se han escuchado, explica el actor y director Diego Luna
Texto: Daniela Rea
Foto: Amazon Studios
Alrededor de una mesa, personalidades de distintos orígenes conversan mientras comen. Conversan sobre el aborto, la violencia de género, el cambio climático, la despenalización de las drogas, la migración y el racismo.
La serie Pan y Circo, dirigida por Diego Luna y producida por Amazon Prime, convoca a personas como Yásnaya Aguilar, lingüista mixe, y la soprano mixe María Reyna a conversar con Rogelio Jiménez Pons, director de Fonatur y promotor del Tren Maya, sobre racismo y el derecho de los pueblos a elegir sobre su territorio; Ana de la Reguera, Olga Sánchez Cordero y el religioso dominico Julián Cruzalta conversar alrededor del derecho al aborto.
O a las ambientalistas Julia Carabias y Odilia Romero, y desde Perú a Ruth Buendía, dirigente asháninka, junto con la empresaria Ninfa Salinas discutir sobre el cambio climático. A Juan Manuel Santos, ex presidente de Colombia, o Miguel Ángel Osorio Chong, priista mexicano, hablar de la despenalización de las drogas. En las mesas hay también un astronauta y varios artistas.
La serie Pan y Circo, cuyas mesas sirven famosos chefs, se estrena en este contexto: en el que la pandemia nos recuerda a golpe de 50 mil muertes la desigualdad social y la falta de acceso a alimentos saludables para todas y todos los mexicanos.
–¿Por qué una mesa dispone una conversación, qué lo posibilita?, ¿qué posibilita un diálogo en un país tan polarizado, tan lastimado como el nuestro?
–El gran valor es el formato que propone porque la comida es un momento que nos recuerda de lo que somos capaces, desde alimentarnos, hasta la metáfora que eso significa, simboliza, la oportunidad de darnos un tiempo que involucra nuestros sentidos.
Requiere nuestra atención y tiene un proceso interno de asimilación llamada la digestión. Y si usas esos términos para hablar de la discusión del debate le van muy bien. Un debate robusto es donde te das tiempo de escuchar, y donde hace falta un proceso de digestión para asimilar las cosas, para terminar de entender. No podemos tener un debate que vive de la inmediatez, hay que fijarnos en los matices, esas pequeñas señales que si las juntamos, de pronto, podemos terminar de entender el mensaje de mejor forma y entendernos en relación al otro.
La mesa y la comida se da un tiempo que en la vida ya no nos damos: sentarnos con tiempo, sin prisa, con espacio entre un tiempo y otro, para entender qué nos acaba de pasar; intercambiar y compartir una experiencia y partir de que podemos compartir aunque no pensemos igual, aunque no nos guste lo mismo, aunque tengamos contextos distintos, realidades opuestas, sí podemos compartir el pan, sentarnos, compartir una sopa y vivir una experiencia que nos conecte.
Hoy cuando hablas de esta sociedad fragmentada, polarizada, que nos recuerda que perdemos el poder porque vivimos una desarticulación que nos vuelve híper vulnerables como sociedad, necesita de estos espacios donde nos recordemos de qué sí somos capaces juntas y juntos. Y para mí la mesa simboliza eso.
–Te escucho y viendo los capítulos y viendo a los chefs que invitas y escuchando la reivindicación a la comida, la mesa, pensaba ¿a quién está dirigida la serie?, porque sentarnos a comer en los términos que se plantea en un país como México ya es un privilegio. Tú mismo comentas en la serie que te gustaría seguir cocinando y teniendo tiempo comer en tu casa y tú mismo dices que eso es un privilegio… Entonces, sentarnos a comer como lo planteas no es para todos…
–Partiendo de la base de que para ver este programa se necesita internet ya estamos sectorizando esto. A mí lo que me interesa es contagiar otras mesas y en términos del programa, el viaje por México y las historias que queremos que cuenten los y las chef con la comida, no estamos proponiendo que el debate se quede ahí, sino al revés, que ese debate se pueda contagiar y te lleves estos temas y contagies otras mesas y entonces ya no vivamos en una plataforma, en un sector.
Para mí era interesante que la diversidad estuviera en las mesas (…) El programa no puede presumir de imparcialidad.
Y la responsabilidad de terminar el rodaje antes de editar, de haber sentido cómo nos transformó al equipo de Pan y Circo, cómo nos transformaron las cenas y comidas que tuvimos, fue una sensación de uff. Si logramos generar esto en alguien allá afuera, habremos cumplido.
––¿Qué tanto cambiaron de opinión los invitados o no se trata de eso?
––No todas las mesas fueron iguales ni en todas se podía hacer lo mismo. Queríamos puntos de vista contrastantes, pero no íbamos a generar polémica sólo por hacerla. Si vas a hablar de cambio climático es muy fácil sentar a alguien negacionista y un científico enfrente, pero ¿quién quiere amplificar una voz tóxica, violenta o ignorante?
Sin embargo, sí hay distintos puntos de vista entre quienes creen que hacen algo, hay una empresaria que cree que desde ahí esta haciendo algo. Una artista, una científica… si partimos de ahí si hay distintos puntos de vista.
No era importante que cambiaras de opinión, sino que entenderías la opinión del otro. Y tratar de que alguien que no había escuchado, escuche. Como en la mesa de migración: estaba una vecina de Mexicali que representa a una comunidad que teme a la llegada de los migrantes. Ese miedo sí me parece que es un miedo con el que podemos dialogar, que esa persona se siente frente a Carlos (Carlos Martínez de El Faro), que le puede contar quiénes son los migrantes para combatir ese miedo e ignorancia. Eso sí queríamos provocar, no el escándalo ni la confrontación.
Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.
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