25 julio, 2020
Gonzalo Guerrero hizo de su naufragio su casa, se casó con una mujer maya y tuvo a los primeros mestizos de México. Su mayanización fue tan profunda que combatió a los españoles
@ignaciodealba
Gonzalo Guerrero fue un marinero cualquiera, como los muchos que hubo en el siglo XVI. Eran décadas enteras dedicadas a expediciones y guerras de conquista. Los barcos estaban cargados de miles de hombres anónimos, muchos de ellos murieron sin que nadie se enterara, extraviados en las tormentas o huracanes, muertos en las selvas, desaparecidos para siempre.
Gonzálo Guerrero estaba destinado a algo parecido. Su vida había transcurrido casi en el anonimato. Se sabe que nació en Cádiz, y que era un hombre fogueado en las artes de la marinería y en las hechuras de buen carpintero.
Su historia cambió cuando se embarcó en un viaje al Darién con el capitán andaluz Juan de Valdivia en 1505. La idea era capturar indios y llevarlos a Cuba para utilizarlos como esclavos, pero la empresa falló y la carabela tuvo que volver a La Española –República Dominicana-.
Pero en el viaje de vuelta la tripulación conocería otros fracasos: Primero encallaron en el arrecife de los Alacranes, en el Golfo de México, a consecuencia de una de las nutridas tormentas del trópico. Veinte de los pasajeros se embarcaron en un esquife con algunas provisiones para llegar a tierra conocida pero las agitadas aguas arrastraron a la pequeña embarcación lejos de su ruta por varios días. La situación fue tan dramática que algunos de los pasajeros murieron de hambre. La sed los llevó a tomar agua de mar y enfermar.
Uno de los tripulantes, Jerónimo de Águilar, incluso intentó quitarse la vida. Las corrientes arrastraron a los sobrevivientes hasta el norte de la península de Yucatán, quizá en lo que hoy es Holbox. Apenas tocaron tierra, fueron abordados por un grupo de mayas guerreros. Parece ser que algunos de los españoles murieron en el encuentro, entre ellos el capitán Valdivia.
Los náufragos fueron detenidos. Sólo Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, lograron escapar del cautiverio. Los otros, lo más probable es que hayan muerto. Jerónimo y Gonzalo caminaron por la selva yucateca hasta que, en Xman Há (Playa del Cármen), fueron recapturados y esclavizados.
Los mayas quedaron asombrados por la manera en que Jerónimo de Aguilar defendía su castidad. Tanto, que después el cacique le encomendó que cuidara a las hijas de su familia. Jerónimo de Aguilar se había dedicado a la vida religiosa, era un clérigo cuyo único objeto que salvó del naufragio fue su libro de horas, para orar. El hombre se aferró desde el principio su fe, rehusó las costumbres mayas, se conformó con ser un esclavo.
Por su lado, Gonzalo Guerrero logró escapar de nuevo y cruzó durante 20 días la selva yucateca hasta que fue capturado en Chetumal, Quintana Roo, por otro grupo de mayas. Ahí, convertido en esclavo, fue obligado a volverse tejedor.
La destreza de Guerrero lo convirtió en un prisionero valioso; la construcción de un pequeño banco de madera llamó la atención del cacique. Pero el objeto más impresionante que elaboró fue un instrumento de cuerdas, desconocido para los mayas, elaborado con el caparazón de un armadillo y las tripas de algún felino.
Gonzalo Guerrero, el marinero rústico, se adaptó a la vida de los indígenas. Se perforó, se tatuó y se hizo un peinado de guerrero. El náufrago se convirtió en un maya. Tomó como esposa a Za’asil, la hija mayor del cacique, y con ella tuvo a su hijos: Gonzalo, Juan y Rosario.
Fuera de las aventuras de la península, el gobernador de Cuba, Diego Velasco, se enteró de la existencia de los náufragos gracias a una de las expediciones a México comandada por Francisco Hernández de Córdoba. Los europeos fueron notificados por algunos indígenas de que había españoles varados. Los nativos decían “castilan, castilan” (castilla).
Hernán Cortés se propuso rescatar a los españoles en 1519. Mandó llamar a Jerónimo de Aguilar y a Gonzalo Guerrero por medio de una carta que llevaron algunos indígenas. El primero en ser notificado fue Aguilar, quien se sintió aliviado. Luego, viajó personalmente al pueblo donde estaba Guerrero para anunciarle el rescate, pero se encontró con un hombre convertido. La respuesta –relata Bernal Díaz del Castillo- fue esta:
“Soy casado y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras; idlos con Dios, que yo tengo labrada la cara y hordadas las orejas. ¡Qué dirán de mí desde que me vean esos españoles ir de esta manera! Y ya veis estos mis hiiitos cuán bonicos son”.
Jerónimo, quien aprendió el maya chontal, se convirtió en uno de los traductores de Cortés. De Gonzalo Guerrero no se supo nada hasta que los conquistadores llegaron a las Hibueras (Honduras).
Ahí, Gonzalo Guerrero murió peleando en contra de los españoles que querían conquistar el territorio. Falleció vestido como militar maya.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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