En este periodo de contingencia, la lectura puede ayudar a mitigar los efectos negativos de la covid-19 sobre el aprendizaje, así como contribuir al desarrollo de otras habilidades y al bienestar emocional de los niños. Las familias pueden jugar un rol crucial para fomentar la lectura desde casa
Por María Elena Ortega* / @muxed_mx
Si estás leyendo esto es porque en algún momento de tu vida –probablemente en la primaria– aprendiste a leer. Exacto, en una escuela como las que llevan varios meses cerradas por la emergencia sanitaria y las vacaciones. Durante este largo periodo de cierre de los planteles educativos, la práctica de la lectura se vuelve una pieza clave para el aprendizaje (curricular y no curricular), el desarrollo de otras habilidades y la contención emocional de los niños.
Leer es una habilidad básica para la comunicación que no sólo permite ver palabras en una hoja, pronunciarlas y comprenderlas, sino que también genera inclusión, empoderamiento e influye en las oportunidades educativas, laborales y sociales de las personas. Piensa en todo lo que te estarías perdiendo si no pudieras leer.
La contingencia por la covid-19 ha cambiado las dinámicas escolares y ha llevado cuestionar qué deben hacer maestros y familias para acompañar el aprendizaje de la lectura en este contexto. Aprender a leer no es fácil, enseñar a leer tampoco lo es. La mayoría de los adultos hemos olvidado lo que implica poder leer; lo hacemos de manera más natural y constantemente estamos leyendo: periódicos, libros, letreros, anuncios, subtítulos de películas, etcétera. Nosotros ya no vemos palabras como una secuencia de sonidos s-e-p-a-r-a-d-o-s porque nuestro cerebro los une automáticamente a menos de que sea una palabra ukjent (“desconocida” en noruego).
Para ser empático con lo que experimenta un niño cuando empieza a leer, basta con tratar de leer: Nepaprasta skaitymo galia. Las letras te serán familiares, pero quizás no estés seguro de cómo pronunciar las palabras ni de qué significan. Esto probablemente te genere algo de frustración y de intriga. De forma similar, los niños pequeños tienen una gran curiosidad por empezar a leer los símbolos que ven, pero se frustran fácilmente. Antes de aprender a leer necesitan desarrollar ciertas habilidades fundacionales (como, por ejemplo, memoria auditiva, conciencia fonológica, atención, entre otras).
A través de la instrucción y la práctica, los niños logran descifrar lo que dicen y significan ciertas combinaciones de letras. En ese momento, los niños descubren que tienen un nuevo superpoder: el poder leer. Con él, se sienten orgullosos y empoderados; pues les abre una infinidad de posibilidades y les genera un sentido de autonomía. No obstante, aprender a decodificar las letras no es suficiente. La práctica de la lectura es fundamental para fortalecer este poder y para lograr ir superando los obstáculos naturales del proceso de adquisición de la lengua escrita. Es decir, para transitar de “aprender a leer” a “leer para aprender”.
El periodo vacacional del año 2020 es muy diferente a todos los anteriores debido a que fue precedido por casi tres meses de cierre de los planteles educativos, provocado por la pandemia por covid-19. Aún se desconocen las consecuencias de este cierre sobre el aprendizaje y la duración de esta contingencia. La evidencia más cercana sobre sus posibles implicaciones proviene de investigaciones sobre el ausentismo escolar y sobre la interrupción de la instrucción durante las vacaciones.
Diversos estudios sugieren que el aprendizaje se estanca o disminuye durante el verano. En el caso de Estados Unidos, los investigadores estiman que un estudiante promedio de primaria pierde durante el verano alrededor de un mes de las habilidades lectoras que adquirió en el ciclo escolar previo, mientras que esa pérdida puede ser de hasta de tres meses para un estudiante de estrato socioeconómico bajo. Cabe notar que la pérdida de habilidades se va acumulando a través del tiempo y ampliando gradualmente la brecha entre estudiantes de distintos estratos.
En el contexto de la pandemia, la pérdida en el aprendizaje dependerá del acceso a instrucción remota, su calidad, el apoyo que reciban los alumnos en casa, y su grado de compromiso. Algunos autores estiman que, ajustando por calidad de la instrucción, la covid-19 reducirá entre 0.3 y 0.9 años la escolaridad efectiva de los estudiantes, dependiendo de la duración del cierre de escuelas. Simulaciones realizadas con datos de estudiantes de Estados Unidos, obtenidos de estudios previos, sugieren que un estudiante puede perder entre tres y cuatro meses del aprendizaje en lectura si regresa a la escuela en el otoño de 2020 y tener una pérdida aún mayor si el confinamiento se extiende más allá de esa fecha.
Cuando los planteles educativos abran –fecha aún incierta–, los niños regresarán al aula tras un largo periodo sin instrucción presencial. Mientras tanto, algunas preguntas claves son: ¿cuánto tiempo tomará a cada alumno recuperar el aprendizaje pre-covid?, ¿qué podemos hacer en casa para mitigar los efectos negativos de la covid-19 y para dar continuidad a los aprendizajes?
Es difícil contestar esas preguntas. Sin embargo, algo que sí sabemos de estudios previos y que puede dar un poco de guía es el hecho de que las familias juegan un rol fundamental para mitigar o contrarrestar la pérdida de habilidades durante el verano, siempre y cuando fomenten hábitos de lectura, proporcionen acceso a materiales de lectura y promuevan actividades lúdicas. Entonces, propiciar que los niños lean, de manera independiente o compartida, durante la contingencia puede mitigar la pérdida de habilidades lectoras, permitir el desarrollo del lenguaje, favorecer la adquisición de conocimientos, reforzar la concentración, fomentar la imaginación y la empatía, estrechar lazos familiares, ayudar a comprender lo que pasa –en contextos cercanos y lejanos–, y reducir el estrés, entre otros beneficios.
Ya sea que las escuelas estén abiertas o cerradas, los adultos podemos facilitar y acompañar el desarrollo de habilidades lectoras de los niños reconociendo que aprender a leer es un proceso complejo, que cada niño tiene ritmos e intereses diferentes, y que se aprende a leer leyendo. Hay cosas simples que las familias pueden hacer para favorecer el desarrollo de las habilidades lectoras:
*La autora es Integrante de MUxED. Economista con Doctorado en Educación por la Universidad de Harvard. Se especializa en el diseño, monitoreo, evaluación y aprendizaje de programas educativos y laborales. meo299@mail.harvard.edu
Referencias:
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