En las calles de las colonias más afectadas por la covid-19, brigadistas de salud salieron a enfrentar la pandemia. Es el inicio de la nueva estrategia del gobierno de la ciudad para frenar los contagios del virus
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: María Fernanda Ruiz
Entre un puesto de cocos, otro de chilaquiles y uno que aún no se pone, pero en el que venden gorditas, hay una carpa blanca y una camioneta de carga con un camper que resaltan entre los puestos de un tianguis que no respeta días u horarios fijos. En la carpa, una doctora atiende a personas que se acercan y resuelve dudas de temas diversos. En la camioneta, las personas pasan a que les tomen una muestra nasal para la prueba de la covid-19.
En la esquina de Jicote y Ahuanusco, en Pedregal de Santo Domingo, una de las tres colonias de la alcaldía Coyoacán más afectadas por el virus, desde antes de las nueve de la mañana varios batallones brigadistas y enfermeros se preparaban para iniciar el plan del gobierno de la Ciudad de México contra el coronavirus.
Estas brigadas instalan un kiosko de la salud que atiende a personas que sospechen tener coronavirus. También hacen pruebas del nivel de azúcar en la sangre para detectar casos de diabetes e inyectan a niños contra la rubiola y el sarampión.
Según lo anunciado por el gobierno capitalino, estas colonias concentran el 20 por ciento de los casos activos en la ciudad, y por eso mandaron las brigadas. Al corte de esta tarde en la capital hay 3 mil 869 caso activos
Además de los kioskos de salud, estas brigadas llegan con cuadrillas de funcionarios que van de puerta en puerta y hablan con la gente para detectar nuevos casos de covid.
“A veces sí nos tratan como si fuéramos vendedores de tuppers o testigos de Jehová”, cuenta Carlos Rosales, un joven de unos 20 años de edad enfundado con su chaleco verde y su careta.
Alrededor una treintena de compañeros con el mismo uniforme cuchichean entre ellos. Parecieran soldaditos momentos antes de salir a la batalla.
“Esta sí es la colonia más poblada, en la que vemos más gente en la calle, de las que hemos estado”, cuenta el brigadista.
Desde hace 15 días ha visitado otras colonias en busca de casos de coronavirus, pero bajo un esquema diferente: atendía a las personas que por medio de mensaje reportaban tener los síntomas de la enfermedad.
“Al principio sí me daba un poco de miedo, pero ya después se te quita. Lo que sí es que no dejamos las prácticas de sanidad, esas nos dicen que no las podemos relajar”, acepta Carlos.
En contra esquina de donde está Carlos, en la carpa de revisión médica, la fila no para de crecer. A las 10 de la mañana había cerca de 20 personas. Una hora después, el doble. Estos kioscos estarán en colonias como ésta, de lunes a viernes de nueve de la mañana a una de la tarde.
Entre los formados está Gabriela Hernández. Es la primera que llegó de todos los integrantes de su familia.
“Yo vine porque la semana pasada falleció mi suegra, y después mi suegro, este martes. Yo los cuidaba”.
Mientras habla se le llenan los ojos de lágrimas. “Vine a formarme y ahorita vienen mis hijos y mi esposo, vivo con ellos y queremos revisarnos todos”.
Formado frente a ella, Antonio Miguel Ortiz entiende la preocupación de Gabriela.
“Es que aquí muchos vivimos confinados. Nosotros somos como 15 personas en una casa. Eso dificulta mucho los cuidados. Con algún contagiado, se van tres o cuatro en la casa…”.
Pedregal de Santo Domingo es una colonia que empezó como un asentamiento irregular a mediados del siglo pasado, y que, a punta del trabajo de sus pobladores ha desarrollado calles con un trazado casi recto. Las casas parecen torrecitas de concreto, cada una para un clan familiar, en las que en cada piso vive una familia diferente.
Sus banquetas están llenas de carpas y lonas, y de cada puerta salen tres negocios diferentes que se extienden de la acera al arroyo vehicular, donde carros, camiones, perros y motocicletas circulan erráticamente esquivando accidentes. El sentido de una calle poco pareciera importar, tampoco el ordenamiento urbanoLa sana distancia no tiene mucha cabida.
“La verdad es que sí me da cierta resistencia, cierto descorazón , ver que la gente no respeta nada”, dice Antonio Miguel.
“Sobre todo porque no deberíamos estar así, esto de estar tan cerca todos. La gente que no entiende las medidas, los que toman en la calle y los que hacen fiestas. No es posible que estén así en una emergencia como ésta».
Del otro lado, la respuesta de los que venden es unánime. O venden o no comen. En esta colonia durante dos semanas, cerró la mayoría de los negocios, pero después de eso, la vida en la calle de la colonia empezó a surgir de nuevo.
Antonio Miguel es un caso positivo de coronavirus. Viene al kiosko a hacerse una segunda prueba.
“La semana pasada la doctora me pidió que viniera, a revisar si aún tenía el virus, porque soy diabético y me tengo que cuidar más”. Es un hombre delgado que usa una camisa holgada, azul y oro, sus brazos se ven torneados.
“Por lo mismo de la diabetes hago ejercicio para mantenerme sano, pero con esta enfermedad casi se me va la vida. Cuando salía a entrenar tenía mucha fatiga”.
Enumera los síntomas clásicos de la enfermedad hasta llegar a la temperatura de 39 grados.
“Pensé en ir a un particular a hacerme la prueba, pero la verdad es que en la casa, en la familia, ya hemos gastado como 60 mil pesos en equipo de protección, sanitizantes, plásticos y medicinas”.
Acepta que pese a toda molestia, por eso está formado. Ya no quería gastar otros 4 mil pesos más en otra prueba, o más bien, ya no los tenía.
Pedregal de Santo Domingo, la colonia Ajusco, Pedregal de Santa Úrsula y la Adolfo Ruiz Cortines son tres colonias colindantes que en conjunto concentran la mayor parte de casos en toda la alcaldía Coyoacán, al sur de la ciudad. Entre las tres, tienen una población cercana a las 185 mil personas. En la última semana se registraron 150 casos activos de la enfermedad; es decir un incidencia de 150 casos activos por cada 100 mil habitantes. A nivel nacional, según los datos de este miércoles 15 de julio, la prevalencia es de 22 casos activos por cada 100 mil personas, mientras que en la ciudad es de 43.
En Pedregal de Santa Úrsula, las calles son un poco más amplias que en Santo Domingo, pero la gente igual sale a ellas como si vivieran en la vieja normalidad. El doctor José Luis Paredes descansa del calor de la carpa donde atiende pacientes. Entre su careta, cubrebocas y gogles el sudor le escurre. Mira alrededor y reprocha la actitud de la gente.
“Mire, por ejemplo, aquí las vendedoras de este lado”, señala un puesto de comida callejera donde atienden dos personas: una usa cubrebocas, otra lo tiene recogido en el cuyo y el tercero ni lo trae. “Sabemos el medio de contagio, pero a ellos no parece importarles y no usan ninguna protección. Hasta careta deberían tener”.
Después sigue con su punto y señala a un muchacho que camina por la calle: “Miren, ahí va otro compañero sin cubreboca. ¡Uy!, ahora estornudó y ni siquiera se cubrió con el codo, ¿saben hasta dónde puede llegar a alcanzar ese estornudo?”.
“Yo estoy muy satisfecho de mi trabajo -continúa el médico-. Estamos llevando los servicios de salud a la población, y ése es nuestro deber como Secretaría de Salud pública. Si ellos no van, tenemos que acercarnos, y más en tiempos como estos”.
Él atribuye la alta incidencia de casos en estas colonias a tres razones: “Está la ignorancia, el hacinamiento y la promiscuidad de las medidas. En las casas puede haber cantidad de gente, una constante es la falta de cuidados higiénicos, porque muchos no las conocen, o no de manera cabal. Esas son las condiciones propicias para cualquier contagio. Hay veces que la gente que viene me pregunta si es necesario usar un cubreboca”.
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