2 junio, 2020
Los retos que enfrenta esta nueva generación al frente de CeIBA no son fáciles. Lo ambiental es visto como algo secundario por casi todos los actores y el medio ambiente ha sido una de las peores víctimas de los recortes al presupuesto realizados en esta administración
Twitter: @eugeniofv
En México, la primera línea de la política lleva tres o cuatro décadas ocupada por las mismas personas, agrupadas en dos generaciones: la que tenía el poder en los años 1980, y la que en ese entonces despuntaba. En el sector ambiental las cosas no son muy distintas. Los liderazgos de hoy son los que se consolidaron hace cuarenta años, a pesar de que gente joven y enormemente talentosa se ha sumado a la lucha en defensa del planeta en lo que va de este siglo. Rompiendo con esta tendencia, el Centro Interdisciplinario de Biodiversidad y Ambiente (CeIBA), muy ligado a Julia Carabias, pero no solo, ha renovado su junta directiva y ahora está liderado por una nueva generación. Eso hay que celebrarlo.
La falta de un renuevo generacional en la política puede verse con claridad al comparar los nombres que había en 1980 y los que permanecen hasta hoy. Por ejemplo, en 1983 el Partido Socialista Unificado de México (PSUM, heredero del Partido Comunista de México) publicó un libro que se tituló Ecología y recursos naturales: Hacia una política ecológica del PSUM, que sería la base de su programa en la materia. Lo firmaban Julia Carabias y Víctor M. Toledo como coordinadores. En ese momento, el secretario de Gobernación era Manuel Bartlett Díaz.
Hoy, 37 años después, Manuel Bartlett es titular de la Comisión Federal de Electricidad (y uno de los actores clave de la política energética del gobierno de Andrés Manuel López Obrador), Víctor M. Toledo es titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), y Julia Carabias -que dirigió Semarnat a finales de los años 1990- sigue siendo la figura de referencia de CeIBA y de gran parte del sector ambiental. Por fortuna, esto empieza a cambiar.
La presidencia de CeIBA -que desde su fundación habían ocupado solamente dos personas: Julia Carabias y Enrique Provencio- la ocupará Alejandra Rabasa, investigadora en materia de derecho y medio ambiente en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que ya aporta a la organización un halo de frescura. Se mantienen en su junta directiva dos veteranos, Luis Fueyo McDonald y Xóchitl Ramírez, pero junto a ellos hay, fundamentalmente, voces nuevas.
No se trata ni de improvisados ni de novatos. Entre quienes pasan al frente en CeIBA están Lucía Ruiz Bustos, con una gran experiencia en conservación, que obtuvo, entre otros espacios, en los muchos años que pasó en la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, y Roberto de la Maza, un abogado con experiencia en varias de las aristas de lo ambiental, y que ha trabajado tanto con entidades públicas, como la Secretaría de Energía, como con organizaciones de la sociedad civil, como The Nature Conservancy, y en la Cámara de Diputados.
Los retos que enfrenta esta nueva generación que se ubica al fin al frente de CeIBA no son fáciles. Lo ambiental es visto como algo secundario por casi todos los actores, y quienes trabajan en esos temas están en su mayoría desconectados tanto de los movimientos sociales como de los imaginarios colectivos del país. No solo eso, sino que el medio ambiente ha sido una de las peores víctimas de los recortes al presupuesto realizados en esta administración, y se ha dejado sin voz a Semarnat para todo lo que no sea aprobar los megaproyectos en construcción.
Romper el ostracismo en que el propio sector ambiental se metió al empeñarse en mirarse el ombligo y en hablar solamente al espejo requerirá mucho trabajo y mucha habilidad. Sobre todo, requerirá una enorme tolerancia al fracaso. No será fácil romper la imagen de “conservacionista” que se le ha colgado a CeIBA, no siempre con justicia. Igualmente difícil será convencer a los movimientos campesinos de que esa organización comparte sus demandas y puede aportar mucho en conocimientos sobre agroecología y sobre los daños de la agricultura industrial. Será también complicado enlazarse y conjugarse con los habitantes de las ciudades para atacar juntos las fuentes de la contaminación. Pero no se debe olvidar que los únicos que no fracasan son los que no innovan, los que no salen nunca de lo conocido y dominado.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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