Personas con enfermedad mental han vivido en el aislamiento muchos años. En Cuemanco, una psicóloga que trabaja con ellos, señala que este momento de la emergencia sanitaria es propicia para pensar en cómo nos relacionamos con los males mentales
Texto y fotos: Tercero Díaz
El acceso al Centro de Atención y Asistencia Social (CAIS), en Cuemanco, tiene un filtro de seguridad en el que se percibe olor a hospital: un policía y un guardia verifican el motivo de la visita y luego un trabajador de salud escolta hacia el interior a través de otros filtros y puertas de cristal.
Llegamos a la zona donde están internadas las personas que padecen alguna enfermedad mental. Es un espacio amplio, con un gran pasto reverdecido, canchas de voleybol y basquetbol, entre otras zonas recreativas para ejercitarse. Varios de los usuarios se acercan para saludar amablemente. Una trabajadora pide que sólo estreche mi puño cerrado con los usuarios como medida de precaución a los contagios.
En este lugar, ubicado al sur de la Ciudad de México, se percibe un esfuerzo por mantenerlo cuidado, dentro de sus limitaciones. Se necesitaría demasiado personal y recursos económicos para lograr mantener un cuidado intensivo del espacio. Aquí ya no huele a hospital, sino que predomina un olor ácido, como una mezcla de orina, sudor y drenaje.
Los CAIS surgen en la Ciudad de México hace 32 años con la intención de romper los viejos patrones y malas prácticas de los anteriormente llamados manicomios y hospitales psiquiátricos, donde prevalecía el encierro total y la alta medicación como forma de “ayudar” a los usuarios.
Actualmente existen diez CAIS en Ciudad de México, algunos son exclusivos para jóvenes, otros para mujeres y el de Cuemanco es para adultos hombres.
La mayoría de las personas que se encuentran aquí internadas llegan por las brigadas que realiza el personal del centro en distintos lugares de la ciudad. Buscan poblaciones en situación de calle y con padecimientos mentales para ofrecerles alojamiento.
Aquí el internamiento sólo es de forma voluntaria y quienes aceptan son trasladados en ese momento al CAIS. Otros cuantos son llevados por la misma familia del paciente ya que no cuentan con las condiciones necesarias para sus cuidados.
Una de las psicólogas y trabajadoras del Centro de Atención desde hace 19 años, pide anonimato y explica que en este espacio las principales enfermedades que se atienden son psicosis; esquizofrenias de diferentes tipos prevaleciendo la de tipo paranoide; discapacidades intelectuales leves, moderadas y graves. Están también quienes padecen alguna patología como el trastorno del comportamiento secundario por el abuso de sustancias tóxicas.
En este CAIS de Cuemanco hay aproximadamente 310 usuarios que reciben alimento, cama, medicación, atención psicológica y psiquiátrica. Además de las actividades artísticas, lúdicas, físicas y culturales.
“Esto es un centro de residencia con algunas características del modelo de comunidad terapéutica, donde los usuarios están aquí realizando diferentes actividades, tratamos de que sean autosuficientes. Otra característica que a mí me parece que es maravillosa es el tema de las puertas abiertas. Anteriormente aunque el paciente o usuario pidiera su baja, no era posible porque no tenía derechos. Se les consideraban sin derechos y uno de los avances en la lucha es que también se vele por sus derechos, que ellos puedan decidir dónde quieren estar”, explica la psicóloga.
Aquí los usuarios van y vienen libremente de sus salones de dibujo y de pintura, a fumarse un tabaco o beberse un café. Cada quien elige si se recuesta en el pasto verde para relajarse en una tarde soleada o si pinta en una banca al aire libre. Los pacientes deciden si ayudar en el aseo de los dormitorios, preparar té o colaborar en la elaboración de los alimentos para sus compañeros. Porque “hoy en día se busca atender las cuestiones emocionales y sociales de los usuarios”, menciona la psicóloga.
En cuanto me ven con cámara en mano, muchos se me acercan alegremente a pedirme que les tome fotografías. Es difícil conocer sus historias, las charlas que de alguna manera logro mantener con ellos son de los temas que ellos deciden. Casi nada del pasado, a excepción de uno que me cuenta que es originario de Ensenada, Baja California. Los demás me preguntan si les voy a poner alguna película, o me cuentan de sus teatralidades como lo hace José, con su disfraz de Batman.
Por los pasillos y patios se ve a algunos de ellos desnudos y descalzos. Es común que los usuarios se sientan más cómodos estando sin ropa, la cual se quitan y arrojan a los techos de los edificios. Después de algún tiempo se vuelven a vestir. Las personas empleadas respetan este tipo de decisiones de los internos y no interfieren en su forma de relacionarse, vivir y ocupar sus cuerpos y espacios, a menos que alguien más esté en riesgo. Incluso cuando se observa que hay relaciones afectivas entre ellos se respetan siempre y cuando sea claro que es consensuada la relación. Porque el amor es también un tema tabú y conflictivo en cuanto a los derechos de estas personas.
La locura ha sido merecedora de tortura, abandono, aislamiento y estigma.
Históricamente la sociedad y Estado han considerado que el encierro es el mejor tratamiento para quienes padecen esta condición. Con esto forman una frontera simbólica y física, pues son olvidados en esos sitios de encierro tanto por familiares, autoridades y sociedad en su conjunto. La psicóloga considera que es necesario fomentar la deconstrucción de esas formas de interacción que violentan y dividen. Más que integrar a este sector de la población. También combatir el estigma que pesa sobre los trabajadores de la salud mental, quienes pasan a ser juzgados como los torturadores o maltratadores.
“Actualmente estoy participando en un proyecto con familiares de estas personas con enfermedades mentales. Nunca se había hecho aquí y es sorprendente lo que encontramos. Resulta que las familias no los han abandonado, más bien no saben qué hacer. Y muchas veces en esta falta de atención especializada, puntual, acertada, ellos se extravían, y entonces la familia a veces pasa años buscándolos hasta que en algún momento lo encontraron aquí, en el CAIS. O incluso están con ellos y tratan de darles la atención pero es muy difícil su manejo. La muestra es que una vez que los encuentran aquí, están las familias, lo que sí es que se han dado cuenta es que es muy difícil que ellos vuelvan a sus domicilios porque el manejo es muy complicado”, agrega la psicóloga.
“Todo el tiempo ellos nos comentan que intentan buscar trabajo y no se los dan. También es una desventaja el hecho de que el resto de su vida van a tener que depender de un tratamiento farmacológico que muchas veces les impide laborar, les impide funcionar en tanto a las exigencias de la sociedad. Porque ellos sí son funcionales pero bajo otras condiciones”, comenta la psicóloga.
“Ellos no son funcionales para un sistema que solo te exige más y más y más. Eso es lo que son y muchas veces ellos se resisten, incluso conscientemente. Cuando se les brindan las condiciones adecuadas a su contexto como personas con enfermedades mentales, ellos funcionan de maravilla. Hemos tenido proyectos que le llamamos autogenerados, es decir están al cobijo de la institución y todo lo que generan ellos económicamente es para sostener el mismo proyecto en el que están. Bajo estas condiciones adecuadas, ellos trabajan muy bien y son autosuficientes”, agrega.
Un proyecto que resultó exitoso fue la cafetería que abrieron hace un par de años en Cuemanco, gestionada por la institución y atendida por los mismos usuarios del CAIS. Los usuarios realizan horas de trabajo a sus ritmos y generan allí una forma de autosuficiencia económica.
Otro proyecto es el que lleva a cabo Héctor Sosa, quien es considerado por trabajadores y usuarios como el artista del CAIS. Héctor es pintor y poeta, su obra ha sido impulsada por la institución y ha logrado trabajar en un ambiente controlado como lo es el internado para después lograr exponer sus obras en diversos espacios culturales y académicos en la CDMX.
“Aquí los usuarios continúan como si nada o poco pasara. Aquí todos están acostumbrados al aislamiento social obligado. La mayoría de ellos han estado confinados ya sea en sus propias casas, en instituciones, pero siempre aislados, excluidos socialmente de forma involuntaria”, agrega la psicóloga sobre el impacto del encierro como medida de protección para el contagio de covid-19 la vida de los usuarios del CAIS.
“En realidad sólo afecta a los usuarios que salen a diario, por seguridad y salud en este momento de la pandemia y cuarentena no estamos dejando salir a nadie”.
Señala que esta emergencia sanitaria evidenció la importancia de la salud mental y su ciudado.
“Ojalá que la sociedad pueda ponerse en el lugar de los pacientes con enfermedades mentales. Que hagan conciencia de todo el aislamiento y exclusión que han padecido, dentro y fuera de sus hogares. Ahora que todos estamos en confinamiento y nos hemos visto afectados”, considera.
México ocupa el segundo lugar a nivel internacional por discriminación contra personas con enfermedad mental, según la Organización Mundial de la Salud.
Durante la conferencia de prensa del pasado 10 de abril sobre la salud mental y covid-19, autoridades de salud a nivel nacional hablaron de la importancia de cuidarla y la cual definieron como “el estado de bienestar físico mental y social en el cual las personas somos capaces de desarrollar nuestras habilidades, de conocernos y de emplearlas para el trabajo y para enfrentar el estrés cotidiano de nuestra vida, estas habilidades nos van ayudar a trabajar y a contender con la vida diaria, y en el mejor de los casos a tener una contribución fructífera con nuestra comunidad”.
Juan Manuel Quijada Gaytán, director general de Servicios de Atención Psiquiátrica, explicó en la conferencia distintas medidas para cuidar la salud mental estos días de confinamiento, a través de mantener una rutina de sueño (acostarse y despertarse a la misma hora), hacer ejercicio, alimentarse bien; además de reconocer emociones, expresarlas, tener momentos a solas durante el encierro; comunicarnos de manera respetuosa, ser tolerantes y no reaccionar con violencia.
Gady Zabicky Sirot, Comisionado Nacional contra las Adicciones, mencionó que entre los grupos vulerables están personas con discapacidades, adultas mayores, pacientes con algún trastorno mental y discapacidad psicosocial y consumidores de sustancias (estos últimos suman un 75 por ciento de la población mexicana de manera ocasional), a quienes se refirió sin criminalización alguna.
Sin embargo, en la conferencia dedicada a la salud mental, los especialistas no dieron elementos para la atención o el cuidado particular que se está teniendo en los centros de atención a personas con estos padecimientos. O sugerencias y recomendaciones para la atención de personas que padecen enfermedades mentales. Aun cuando algunos de ellos, como el síndrome de down, tiene condicionamientos como cardiopatías congénitas, que pueden ser de riesgo con el covid-19.
Julio González Olvera, director general de CONADIC, mencionó que a esa fecha se habían recibido 2 mil 900 llamadas telefónicas por situaciones de enojo, estrés y conflictos laborales; menores de 25 años piden asistencia vía redes sociales.
“Están preocupados por no ver a los amigos, a los abuelos. Y hay personas que están teniendo episodios depresivos, que viven con miedo. Y los que tienen pensamientos obsesivos y conductas compulsivas y que ante todas estas recomendaciones esta gente están en niveles de angustia muchísimos más altos”, dijo. Para atención de esas personas señaló que hay en el país 38 hospitales psiquiátricos, 51 centros integrales de salud mentales, 338 centros de atención primaria para adicciones y 116 centros de integración juvenil.
En el país una tercera parte de la población ha padecido alguna enfermedad mental en su vida , siendo los más comunes son la depresión con un 15 por ciento, trastornos de ansiedad con un 14 por ciento, uso de sustancias con un 9 por ciento y trastornos afectivos con un 9 por ciento.
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