31 marzo, 2020
Epecialistas ven con buenos ojos la modernización de hidroeléctricas que emprende el gobierno mexicano. Sin embargo advierten de los riesgos latentes de sequía y rentabilidad
Texto: Emilio Godoy / International Press Service
Foto: Wikimedia
México avanza en un proyecto para modernizar los embalses y otras infraestructuras y equipos de las centrales hidroeléctricas, para aumentar la generación. Sin embargo, el plan enfrenta amenazas de sequía y rentabilidad frente a otras alternativas renovables.
La seguridad hídrica y la rentabilidad son los talones de Aquiles del plan de modernización de 60 centrales hidroeléctricas. Un plan trazado en México por el gobierno Andrés Manuel López Obrador.
La mayoría son instalaciones para generar electricidad construidas hace más de 50 años. Su actualización conlleva desafíos técnicos y de viabilidad. López Obrador ha repetido insistentemente en el mantenimiento de centrales de generación, por ser parte del patrimonio mexicano, bajo el control de la estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Astrid Puentes, codirectora ejecutiva de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente, consideró que el plan de renovación es adecuado, pues evita los daños derivados de construir una instalación.
“Modernizar hidroeléctricas y dar mantenimiento es una buena idea. Hay algunas plantas que aguantan su modernización y se volverán más eficientes en el uso de agua y la producción”, dijo la activista a IPS en la capital mexicana.
Pero advirtió de la necesidad de “una buena planeación hídrica de fondo”, Es necesario que tome en cuenta factores climáticos y así verificar si vale la pena modernizar algunas centrales.
Datos de la CFE, obtenidos por IPS, indican que la empresa pública ha evaluado la ampliación, el diagnóstico y el análisis de rentabilidad de 21 represas. Esto, dentro del “Proyecto de rehabilitación, repotenciación y/o modernización” de esas generadoras.
De ese grupo, 18 pueden aumentar su potencia generadora con la rehabilitación y la modernización de su infraestructura y equipos.
Para determinarlo, la CFE analizó información hidrométrica y elaboró un estudio hidrológico e hidroenergético, una evaluación económica, un análisis de rentabilidad, viabilidad social y ambiental, con el fin de determinar la situación de cada central.
A través de esos análisis, CFE calculó los megavatios (MW) sugeridos a instalar, tipo de turbina a emplazar, el resultado de la generación anual, el porcentaje obtenido con las condiciones actuales de las plantas, el costo nivelado del kilovatio-hora, la relación costo/beneficio de las instalaciones y su rentabilidad.
En este país latinoamericano de 130 millones de personas operan unas 4 mil 900 centrales públicas y privadas. Están destinadas a hidroelectricidad, riego y pesca, entre otros usos, según el estatal Instituto Nacional de Electricidad y Energías Limpias.
De ellas, al menos 101 se destinan a la generación eléctrica, con una edad media de 47 años y una capacidad promedio de 147 MW.
La CFE cuenta con al menos 84 de ellas, con una capacidad de potencia total superior a 11 000 MW.
Para su ampliación y modernización, la CFE considera cuatro centrales con una capacidad de entre 10 y 72 MW, otras 17 plantas con capacidad que va de menos de un MW a 51 MW. Además evalúa la rentabilidad de nueve grandes centrales en los estados de Chiapas (sur) y de Michoacán (oeste).
Igualmente estudia el renacimiento de la central de Las Rosas, en el central estado de Querétaro, construida en 1949 y que está completamente inoperativa.
Para Daniel Chacón, director de Energía de la no gubernamental Iniciativa Climática de México, el rejuvenecimiento es muy beneficioso.
“Es una de las tareas pendientes que había. Hay que tener en cuenta que los embalses se van llenando de depósitos (sedimentos) y su tamaño disminuye con los años. Habría que seleccionar en cuáles presas vale la pena invertir, de acuerdo con su edad y la disminución de su capacidad”, declaró a IPS.
Chacón recordó que la productividad depende del régimen pluvial, los usos finales de agua y el estado de azolvamiento de las instalaciones, vale decir lo tupidos que estén los conductos y los fondos en los embalses.
En su presupuesto para 2020, la CFE destina al menos 116 millones de dólares para el cambio de maquinaria y rehabilitación de centrales hidroeléctricas bajo su control.
En diciembre de 2018, cuando comenzó su sexenio presidencial, López Obrador anunció un acuerdo con la empresa pública canadiense Hydro-Québec para modernizar las 60 centrales incluidas en el plan de modernización.
Pero el sistema hidroeléctrico mexicano se enfrenta a la amenaza de la sequía. Es una de las secuelas de la crisis climática desatada por la extracción y quema de combustibles fósiles y a la cual México es muy vulnerable, como 12 productor mundial de hidrocarburos.
Los 210 embalses principales del país presentan un llenado de 84 517,53 hectómetros (hm3, millones de metros) cúbicos, frente a un nivel de aguas máximas ordinarias de 12 5573,93 hm3, según datos de la gubernamental Comisión Nacional del Agua (Conagua).
En el último informe al respecto de Conagua, se detalló que el 16 de marzo cinco embalses estaban colmados, 76 poseían entre 75 y 100 por ciento de volumen, 68 se ubicaban entre 50 y 75 de almacenamiento y 22, menos de 50 por ciento. Al menos cinco de los 32 estados mexicanos presentan niveles críticos en sus embalses.
De hecho, Conagua trasladó en febrero 100 millones de metros cúbicos de agua de una presa en el norteño estado de Nuevo León a otro embalse en el vecino territorio de Tamaulipas a causa de la sequía.
Varias franjas costeras del Atlántico mexicano padecen sequía severa y extrema, según el Monitor Nacional de Sequía.
A pesar del avance en el aporte de las energías renovables, la generación eléctrica mexicana mantiene su dependencia de los combustibles fósiles. En el primer trimestre de 2019, la generación bruta totalizó 80 225 gigavatios-hora (Gwh). Por encima de los 78 167 del mismo periodo del año anterior.
Las plantas de ciclo combinado a gas aportaron 40 094, la termoeléctrica convencional, 9306 y la carboeléctrica, 6265.
Las hidroeléctricas contribuyeron con 5137 Gwh, los campos eólicos, con 4285; la nucleoenergía con 2382 y las estaciones solares con 1037. Las variantes renovables mostraron el mayor repunte.
Desde que inició su mandato, López Obrador ha optado por fortificar a los monopolios estatales de la CFE y Petróleos Mexicanos (Pemex). Con ello favorece a las fuentes fósiles sobre las renovables y ha dicho que no cerrará centrales productoras de energía.
En ese sentido, canceló la convocatoria a subastas eléctricas de largo plazo. Éstas permitían a privados construir plantas eólicas y solares y vender la energía a CFE de 15 a 20 años.
Pero la hidroenergía no puede competir económicamente con la eoloenergía y la solar. Por lo cual puede servir de respaldo en horarios de alto consumo o los embalses pueden funcionar de almacenamiento para temporadas críticas.
La Ley de Transición Energética de 2015 estipula que la energía limpia debe representar 25 por ciento de la generación para 2018, 30 por ciento para 2021 y 35 por ciento para 2024. Con variantes como la hidroenergía y la energía nuclear, el país no tiene problemas en llegar a esas metas.
Puentes y Chacón advirtieron del riesgo de la sequía en este plan.
“No deberíamos de depender ni aumentar la dependencia de las hidroeléctricas. Hay que revisar la vida útil esencial de esas plantas. No hemos visto tampoco un plan para desmontar otras, que es la planeación que países como Estados Unidos ha hecho. Las represas que no generan electricidad pueden servir de reguladores y prevenir inundaciones y sequías”, planteó Puentes.
Por su parte, Chacón precisó que, con sequía, el agua de los embalses va para los productores agrícolas y no puede usarse para generación.
“Hay que voltear a ver otras energías renovables, como la solar y la eólica. Con turbinas y generadores más eficientes, puede haber generación hidroeléctrica más eficiente. Pueden ser usadas para respaldo y almacenamiento de energía. En México eso será ineludible en algún momento”, aseguró.
El Prodesen, que no considera el retiro de plantas, prevé que México requiere 66 912 MW adicionales para satisfacer la demanda eléctrica en el periodo 2018-2032, lo que implica una inversión de 68 000 millones de dólares en los próximos 15 años.
La capacidad adicional hidroeléctrica prevista en ese periodo es de tres por ciento, vale decir de 2213 MW. En 2022, la hidrogeneración representaría 13 por ciento del total nacional y en 2032, 11 por ciento.
En la cosmogonía azteca, Tláloc era el dios de la lluvia y a quien adoraban para agradecer precipitaciones benéficas. Quizás sus descendientes tengan que recurrir de nuevo a él para alimentar los embalses.
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